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Por sus venas corre sangre bilbaína, pero hace más de 35 años que se identifica como malagueño, o más bien como churrianero. A los 13 años, Eduardo Herrero llegó a la barriada de Churriana junto a su madre, que se mudó a la Costa del ... Sol por motivos laborales. Se enamoró de tal forma de su nuevo hogar que nunca se marchó y plantó aquí sus raíces junto a su pareja e hijos. Es un completo desconocido para muchos, pero gracias a su trabajo, se ha convertido en uno de los grandes impulsores del bádminton malagueño a través del máximo exponente de la provincia, el Bádminton Benalmádena.
En el País Vasco, Herrero jugaba a fútbol y fútbol-sala, pero como buen malagueño de adopción, pasó a jugar al baloncesto a su llegada. Aunque fue otro el deporte que captó su atención. Un día, un compañero de equipo trajo unas raquetas de bádminton de madera y se pusieron a jugar, le enganchó tanto que decidió buscar un club para iniciarse en la competición. «Yo tenía amigos de Churriana que ya eran campeones de España con Benalmádena y acabé allí como jugador unos 3 años», recuerda. Aunque apunta enseguida que todas las aptitudes que le faltaban como jugador podía explotarlas como entrenador. «Después me ofrecieron un grupo de chavales pequeñitos para entrenar. Jugué campeonatos de Andalucía y de España, fui tercero de España universitario… Pero nunca exprimí mi carrera como jugador, yo me veía como entrenador, me enganchó mucho ese mundo y a los 18 ó 19 años me dediqué ya a ello».
Desde entonces se ha convertido en una figura clave del club: es entrenador, miembro de la junta directiva y hace lo que se tercie: gestionar, dirigir, llevar las cuentas... Todo lo necesario para que el club siga siendo una referencia. «Benalmádena ya era un club referente desde que lo conocí, y el efecto Carolina Marín ayudó en los últimos años a que se conozca más el bádminton», afirma.
Ha habido momentos duros estos años, pero también ha recogido otros muchos frutos gracias a su labor. Hace años que trabaja con la Federación Española de Bádminton, llegó a ser seleccionador nacional en categorías inferiores (sub-15, sub-17 y sub-19) y más tarde dio el salto al combinado absoluto, aunque no como entrenador principal, si no ejerciendo labores técnicas y como responsable de equipo de los máximos exponentes españoles en diversas salidas internacionales. Entre ellas, la de los últimos Juegos del Mediterráneo de Orán. «Llevo como un año saliendo en competiciones internacionales con los chicos de la Blume, colaboro como entrenador de la Federación. Estoy muy contento, yo antes que nada siempre miro el calendario del club, que para mí es lo primero, pero es bonito que cuenten contigo. Para mí, el club es lo primero, pero esto es un plus de motivación», asegura el educador.
Estos días en Orán ha vivido lo más cercano a una experiencia olímpica, aunque asegura que la villa tenía muchas carencias. Pero hace un balance más que positivo. «Ha sido ilusionante. Me quedo sin duda con el desfile inaugural. El estadio olímpico estaba hasta arriba y ahí la gente se enciende muy pronto, el público está muy motivado. Ha sido una competición especial, todo el mundo salía muy motivado y los pabellones estaban hasta los topes y animaban mucho a los suyos». Pero más allá de las anécdotas, Herrero se queda sin duda con un histórico éxito nacional gracias a Pablo Abián (oro) y Kike Peñalver (plata), que además fueron subcampeones en dobles, y Bea Corrales, también plata. «Vinimos con un equipo bastante fuerte, hemos conseguido cuatro medallas, tres individuales y una de dobles. Hemos sido el equipo de bádminton que más medallas ha conseguido en Orán», explica.
Pero, ¿cuál ha sido su papel allí en Argelia? «Siempre procuro estar a disposición del deportista para que estén al cien por cien antes, durante y después de la competición: desde consejos tácticos, apoyo moral durante los partidos y les ayudo en cualquier aspecto que necesiten antes de los partidos», relata, aún ilusionado por la brillante actuación nacional de la que ha formado parte. Ya de vuelta en Churriana, cuenta todo lo vivido a sus amigos y familiares y no niega que sueña con seguir formando parte del potente 'staff' español en otras grandes citas. Pero su premisa es clara: el club siempre irá primero. «Mis aspiraciones de futuro están en el club, en el Benalmádena. Me preocupan los resultados deportivos, pero me preocupa más trabajar con el jugador desde el entendimiento y el respeto, dándoles tiempo para que crezcan, disfruten y les vaya gustando este deporte». Quiere construir una cantera de referencia para que quizá en un futuro no muy lejano podamos decir que uno o varios malagueños han llegado a lo más alto sin tener que salir de casa.
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