Secciones
Servicios
Destacamos
MARINA RIVAS
Jueves, 8 de agosto 2019, 00:20
Nunca supo cómo ni cuándo decir adiós y realmente es entendible. Ya sea en el deporte o en cualquier otro ámbito de la vida, ¿cómo sabe uno que esta preparado para dejar lo que durante tanto tiempo fue el motor de su vida? Él sólo ... tenía una premisa clara: «Siempre dije que en el momento en que no disfrutara de lo que hacía, lo dejaría», explica Christian Bazán. Muchos quizá no le recuerden porque su trayectoria fue corta, pero intensa. El joven malagueño, sobre todo en su etapa como júnior, deslumbró en la gimnasia artística a nivel internacional y se convirtió en una de las grandes promesas del país. Aunque, por desgracia, aquel futuro que muchos le auguraban no llegó y antes de que fuese demasiado tarde, el malagueño decidió dar un vuelco a su vida.
En su niñez, Bazán siempre fue muy inquieto y aunque siempre le gustó el deporte, como a cualquier otro niño, cuando se apuntó a gimnasia no podía esperar que le aficionase tanto. Eso sí, no pasó mucho tiempo hasta que descubrió su pasión a pesar de compartir idilio con el fútbol. «Siempre he sido muy futbolero y recuerdo que como ya hacía gimnasia, empecé a desarrollar más físico que otros niños y llevaba bien la coordinación, eso hizo que algunos entrenadores se fijaran en mí; alguno llegó a la puerta de mi casa para ficharme para su equipo, pero yo les decía que no, que quería ser gimnasta», revive Bazán.
Y así fue. Partió muy pronto hacia el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Sin darse cuenta, ya era parte del equipo nacional de gimnasia artística. Fue oro por equipos en los Juegos Mediterráneos de Mersin (Turquía) 2013 y alcanzó tres finales de las Copas del Mundo sénior, aunque su época dorada fue en júnior, concretamente en el Europeo de Lausana (Suiza) en 2008 donde subió al podio en cuatro ocasiones: oro en anillas, plata en suelo y bronce en salto y en paralelas. Su nombre comenzaba a sonar en los medios, y en general, en todo el país y aún así, no fue seleccionado para acudir a los Juegos de Pekín de ese mismo año. Un ciclo olímpico más tarde (Londres 2012), en su segunda oportunidad, la desdicha se cruzó en su camino.
El nombre de Bazán, que se codeaba ya entre los 'grandes', volvió a la palestra en 2011 aunque por una causa muy diferente. Durante un ejercicio de entrenamiento en el CAR, cayó de las paralelas y sufrió fracturas varias en la cara (párpado, pómulo, labio) e incluso una brecha en la cabeza. Un charco de sangre entre colchonetas y una grotesca imagen que ahora recuerda de forma sorprendentemente anecdótica: «Desde fuera se vio peor de lo que yo lo sentía. Recuerdo tener a mis compañeros de entrenamiento allí y nadie me quería decir nada. Me dieron espasmos… Pero en dos meses estaba compitiendo otra vez». Por fortuna, regresó a la élite en poco tiempo y sin secuelas, pero años más tarde, él tomó otra decisión. «Un día sentí que ya no quería volver al CAR, a aquel ambiente y me dije 'hasta aquí' y comencé como entrenador. Desde entonces, nunca he echado de menos aquella vida», afirma contundente.
Quiso irse lejos y lo hizo. Avisó a compañeros y seleccionador y, sin anunciar una despedida oficial, desapareció. «Me fui a Cancún, con un entrenador que fue a una escuela de niños. Allí llevé un grupos de gimnastas benjamines», explica. De México, de nuevo a España. Bazán volvió a Málaga pero no para quedarse. Se encontró con un mercado laboral complejo a pesar de que él tenía títulos de entrenador de gimnasia y entrenamiento personal. Se frustró y desarrolló su faceta aventurera gracias a una curiosa oferta de trabajo, en un circo.
Actualmente, Bazán lleva algo más de un año a 10.800 kilómetros de Málaga, en Macao, la que muchos catalogan como Las Vegas de Oriente. Una región de China de más de 600.000 habitantes, colonia portuguesa durante alrededor de 400 años y que en su etapa moderna ha desarrollado toda una metrópolis del juego. Allí, en un apartamento junto a otro gimnasta español realiza dos sesiones diarias del mayor espectáculo del mundo con agua: 'The House of Dancing Water', creado por el belga Franco Dragone, uno de los directores del Circo del Sol. ¿Quién le iba a decir al internacional malagueño, de sólo 29 años, que su futuro estaría en el mundo del espectáculo?. «Ahora no quiero dejar esto al menos hasta probar lo que es trabajar en el Circo del Sol», sueña.
Su día a día ha cambiado mucho con respecto a su época en la élite. Ahora, en lugar de pasar el día entrenando, ensaya unas dos horas diarias y realiza los espectáculos junto a un elenco de casi un centenar de personas pero también tiene más tiempo para él. Viaja, hace actividades deportivas por la zona, pasa mucho tiempo con su grupo de amigos españoles y hasta ha aprendido algo de inglés y de portugués, aunque el chino todavía le cuesta. Incluso, ha retomado su pasión por el fútbol y es lateral derecho del Atlético de Macau de la Segunda División local. «Si no hubiera sido gimnasta, me hubiera gustado ser futbolista», asegura. Todavía prefiere no replantearse su futuro, aunque sí que tiene algo en mente cuando, en unos años, deje el mundo del espectáculo: «El día de mañana sí que me gustaría fundar un club de gimnasia en Málaga». Metas de alguien que supo encontrar la felicidad atreviéndose a versionar los sueños de su infancia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.