De volar en las porterías a atravesar el cielo a más de 900 kilómetros por hora. De soñar con ser guardameta a cumplir otro anhelo más difícil incluso que el de llegar al fútbol profesional. El malagueño Jorge Rico (Torrox, 1996) es piloto de caza del Ejército del Aire y su historia es muy particular e inspiradora. Relata cómo su formación de portero de fútbol le ha adelantado lecciones muy útiles para luego superar una de las cribas más exigentes. Y es que sólo se gradúan una decena de pilotos de caza al año en España. Una profesión que, además de la densa formación académica, requiere virtudes singulares, físicas y mentales.
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Soledad, responsabilidad, concentración, perfección, gestión de error o disciplina son algunos de los términos que más se repiten en la conversación de SUR con Jorge Rico Navas. Y como telón de fondo, su pasado como un portero prometedor, que duró hasta la etapa de juveniles y le llevó a militar en la cantera del Málaga durante dos temporadas. Acabó desencantado con su etapa futbolística, pero sigue manteniendo un gran cariño por el aprendizaje bajo los tres palos y conserva la mística de una modalidad tan enigmática como la portería.
«Pienso muchas veces en que haber sido portero me ha ayudado un poco a terminar siendo piloto. Me surgen muchas conexiones. Ser portero te obliga a estar solo en la portería; tienes que estar muy concentrado y trabajar bien el aspecto psicológico. Si en un partido tengo un fallo, no puedo quedarme ahí y acumular errores por esa equivocación. Y ocurre igual como cuando estás en un avión como el caza», reflexiona Jorge Rico, torroxeño afincado ahora en Zaragoza desde que hace tres años alcanzó el puesto de Oficial y fue destinado allí como uno de los pilotos de caza del Ejército español.
«Creo que haber sido portero me ha ayudado a llevar mejor las pruebas y el largo proceso hasta llegar a ser piloto. Porque cada clase era un examen y se valoraba mucho la reacción tras los posibles fallos. La capacidad de no bloquearse y seguir adelante. Pienso que en cierto modo es algo que ya tenía entrenado por haber sido portero», abunda el aeronauta sobre esta observación, que es tan bien un hilo fino que le sigue conectando aún a un pasado que dejó aparcado hace más de ocho años, cuando aún estudiaba Bachillerato y sopesaba su futuro profesional. El fútbol ya era pasado en aquella época y el ecosistema militar empezaba a llamarle la atención.
«Al final me quería meter en el Ejército por los valores que conlleva. Lo de poder ser piloto me vino cuando ya empecé a investigar algo más del mundo militar, que yo no conocía porque no tengo familia militar ni nada parecido», recuerda Jorge Rico. «Estudié Bachillerato y luego entré al Ejército con la nota de Selectividad, donde hay que hacer Física o Matemáticas de optativas. La nota de corte en mi año fue un 11,5 y yo saqué un 11,9. La carrera académica se denomina Ingeniería de Organización Industrial y luego aparte está la formación en régimen militar y más adelante las clases de vuelo», detalla sobre su plan de estudios, que sacó adelante en los cinco años estipulados en la Universidad Politécnica de Cartagena y fue residente en la Academia General del Aire de San Javier.
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Superar esta carrera supone un gran sacrificio, pero para ser piloto de caza se necesita más que eso. La licencia está reservada para unos pocos que cumplan con unos parámetros muy exigentes, prácticamente excluyentes. Sólo se busca la excelencia porque hay mucho en juego. Los cazas son de los aviones más valiosos y complejos. «Lo que más importa en vuelo es la seguridad. Si empiezas a olvidarte de procedimientos, suspendes. Vas a ir solo en el avión y la criba va por ahí. Es mucha responsabilidad y se busca gente así. La clave es que consideren que eres seguro para ir solo. Tienes que conocer el avión que vuelas al detalle, cómo funciona, los sistemas...», explica Jorge Rico, quien reconoce que la presión es muy alta y siempre existe el temor a la denominada 'baja en vuelo de caza', una etiqueta irreversible. Y luego está el aspecto físico. «Recuerdo que nos pusieron el ejemplo de Fernando Alonso y que debíamos cuidarnos como él porque en parte también necesitamos el nivel de un deportista de élite y yo me cuido como tal. Nosotros llegamos hasta a 7g de fuerza de gravedad y se nota. Entonces hay que estar bien porque si no, te desmayas, como ha ocurrido algunas veces».
Pero no todo es sufrir. Volar un caza es como lo parece. «Espectacular», define. «Es un tipo de vuelo que no disfrutas hasta que te sale automático. Porque con la cantidad de cosas que hay que hacer está muy ocupado. Recuerdo que mi instructor me aconsejaba que me tomase diez segundos para pararme a pensar y ser consciente», apunta Rico, que recientemente ha participado en una misión en Rumanía como miembro Ala-15, su destino en Zaragoza, donde maneja un F-18, uno de los dos tipos de cazas que tiene el Ministerio de Defensa español (el otro es el Eurofighter 2000). El malagueño estuvo en el despliegue de ocho cazas en aquel espacio aéreo como parte de una misión de la OTAN ante las habituales incursiones de aviones rusos. Esto es habitual en los países bálticos, que no cuentan con defensa aérea. «El Ejército no está para ir a la guerra, sino para evitar que se produzca», valora el piloto. Y es que cabe precisar que los cazas españoles no abren fuego real desde el conflicto de Bosnia-Herzegovina y Kosovo.
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«Hacemos constantes misiones de entrenamiento de combate aire-aire y aire-tierra , además de encargarnos de la defensa aérea. Todos los días del año y a las 24 horas hay dos aviones mínimo que en 15 minutos están en el aire y en cualquier punto del país. Si alguien se mete en el espacio aéreo sin permiso tienes que ir a ver quién es y qué está haciendo. Lo diriges a un aeropuerto para ser identificado, por ejemplo», relata Jorge Rico, que va cambiando el tono porque se mezclan su versión militar con la de un joven de 27 años que comparte sus vivencias con amigos, aunque siempre pesa más la responsabilidad.
«A Málaga he venido varias veces y, además, hay una aproximación al aeropuerto de Málaga que pasa por mi pueblo. Es algo emocionante. La primera vez que pasé me hizo mucha ilusión», comenta Jorge Rico, que quiere exprimir al máximo esta etapa pilotando cazas y por eso le pesa ya pensar en el ascenso a Comandante, donde los vuelos son contados y sin apenas intervenciones. «Ahora mismo no sé qué pasará en el futuro. Cuando asciendes, nunca sabes cuál va a ser el destino y eso da un poco de vértigo», concluye.
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