La jugadora malagueña, la más laureada de la historia en esta disciplina en expansión, celebra este año su trigésimo aniversario en la élite, siendo la más veterana del circuito profesional
Es increíble cómo, aunque pasen los años, es capaz de mantener la esencia de aquella niña dulce y a la vez extremadamente competitiva que se enamoró, sin darse cuenta, de este deporte. Pudo ser una gran tenista, quizás la referencia femenina que nunca ha llegado ... a tener la provincia. Ganó campeonatos de Andalucía y acudió a Nacionales, pero en el momento en el que tuvo que elegir entre intensificar sus entrenamientos o seguir estudiando, apostó por darle importancia al mundo académico. Sin embargo, el destino quiso que un día descubriese, por casualidad, una pista de pádel.
Recuerda que, antes de uno de sus torneos de tenis en Marbella, se percató de la existencia de una pequeña pista de muro al lado de la de tenis. Entonces no sabía qué era aquello. Sencillamente, se metía en ella a calentar antes de sus partidos. Fue ya después de su retirada del mundo de la raqueta cuando, gracias a un amigo de su hermano, decidió probar el pádel, en las pistas de muro de El Mayorazgo, con una de las míticas palas de madera de la época. Así, sin comerlo ni beberlo, comenzó a gestarse la historia de la que hoy y siempre será conocida como 'La Reina del pádel', la malagueña Carolina Navarro.
«A casi todo el mundo tenía que explicarle lo que era el pádel. Decía que era como el tenis, pero en chiquitito»
De madre sueca y padre malagueño, es la pequeña de cuatro hermanos: Elsa y Belén, con las que jugaba tanto al tenis como al pádel, y Carlos, informático de profesión y convertido a día de hoy en un reputado chef de sushi de alto 'standing'. Ya de pequeña, Carolina tenía algo diferente al resto, además de su ambiciosa y competitiva faceta, tenía un absoluto don para los deportes de raqueta… O de palas. Su evolución en el pádel fue tal que, en sólo unos meses desde que comenzó a entrenarse, con 18 años (1994), ya ganaba torneos, e incluso, se llegó a testar en el Circuito Beefeter (el 'tour' profesional del momento), junto a Esther Muñoz. Pero un día tocó a su puerta, inesperadamente, la número uno del mundo, la ya mítica María Silvela (madrileña).
No podía creer que quisiera jugar con ella, que aún no dominaba si quiera la técnica de este desconocido deporte. «Tenía el físico y la técnica del tenis. Lo hacía todo a bote pronto y voleas, las paredes se me daban fatal, como a todo el mundo, igual que la bandeja. Yo lo que hacía era rematarlo todo», recuerda entre risas. La petición de Silvela de jugar con la adolescente malagueña hizo que, con 19 años, tuviera que trasladarse a Madrid. Una locura en un país en el que entonces había que explicar al grueso de los españoles qué era eso del pádel. «A casi todo el mundo tenía que explicárselo. Les decía que era como el tenis, pero en chiquitito, como una mezcla de tenis y 'squash'. Antes casi nadie sabía lo que era. Se trataba de un mundillo muy pequeño», recuerda Navarro.
«He tenido la suerte de tener patrocinadores y poder vivir de ello. Creo que he sido la excepción»
Un mundillo que entonces muchos conocían como el deporte que practicaban en sus ratos libres Carlos Sainz, Bertín Osborne o el propio expresidente José María Aznar, que tanto popularizó esta disciplina. Pero aunque muchos lo desconocían, había ya un mundo profesionalizado que fue creciendo año tras año, a través de numerosos circuitos que aunque de carácter internacional, se disputaban completamente en España: el Circuito Beefeter, el Circuito Estrella Damm, el Red Bull Padel Tour, el Opel Padel Tour, el Padel Pro Tour y después, lo que la mayoría conoce, el World Padel Tour y el actual Premier Pádel. Carolina Navarro es la única que los ha disputado todos.
Fue una jugadora revolucionaria, tanto dentro de la pista, con su potencia y su marcada elegancia, especialmente de revés, pero también fue un icono fuera. Fue la primera jugadora, por ejemplo, en contar con una web en la que contaba sus éxitos. También fue de las primeras del circuito en apostar por la ayuda psicológica en sus malos momentos. Pero no sólo eso. Además de compaginar los estudios de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, consiguió algo verdaderamente complicado: poder vivir toda su vida de este deporte, incluso en los 90, algo que, desde luego, sólo una élite mundial puede decir. «He tenido siempre la suerte de contar con buenos patrocinadores que me han apoyado y me he podido dedicar profesionalmente toda mi vida a competir, pero creo que he sido un poco la excepción. Luego, aparte, a veces impartía clases, dirigí un club, tuve una empresa de eventos, doy exhibiciones, monté un 'Salón del Pádel' en Ifema, que fue el primero que se hizo… Hacía mil cosas porque soy inquieta y me gusta trabajar».
Además, hay que destacar el hecho de que, además, siempre ha logrado vivir de ello siendo mujer, a sabiendas de la clara desigualdad, especialmente a nivel monetario: «Ha existido siempre, pero antes era muchísimo peor. Se ha ido evolucionando bastante. Recuerdo también aspectos como que las chicas teníamos que jugar la final en una pista auxiliar mientras que los chicos, con un Pro-Am, estaban en la central. Por suerte, eso ha cambiado muchísimo». Aunque sí, incluso a día de hoy, los premios del mayor circuito, Premier Padel, siguen siendo mayores para ellos. No así en otros circuitos, como Ultimate Padel, centrado en España, pero también profesional.
Inquietud
Carolina siempre fue una mujer inquieta, incapaz de dedicarse sólo a una cosa, pero eso sí, su foco siempre estaba en la pista, donde fue prácticamente imbatible durante años. A día de hoy, posee el mayor palmarés mundial en categoría femenina en este deporte: fue la número uno durante nueve años, acumula nada menos que cien títulos internacionales, ha sido doce veces campeona de España, siete campeona mundial (tres por parejas y cuatro por equipos, con España), fue campeona de Europa por parejas y equipos y cuenta con galardones como la Medalla de Bronce al Mérito Deportivo, la Medalla al Mérito Deportivo de la Federación Española y la Medalla de Oro de la provincia de Málaga.
Pero no todo ha sido un camino sobre un lecho de rosas. Ha habido dos puntos de inflexión muy claros en la carrera de la malagueña, dos momentos en los que vio más cerca que nunca su retirada pero que, contra todo pronóstico, le hicieron crecer como nunca. «Me rompí el primer ligamento cruzado en una exhibición en Mallorca en 2004. Se me vino el mundo abajo. Es una lesión muy grave en la que no sabes si realmente te vas a recuperar, y después, todo lo que tienes programado en los próximos ocho o nueve meses, se te cancela», rememora. Pero regresó, un año después, porque su carrera no podía acabar ahí. Sin embargo, sufrió otro duro revés: se rompió en 2006 el cruzado de la rodilla contraria. «Fue inaugurando la pista de El Candado. Fui corriendo a por una bola y noté un pinchazo en la rodilla. Tiempo después, el 'fisio' confirmó que me lo había roto. Me hundí en la miseria. Pensaba que era una señal para retirarme».
«Disfruto de lo que hago, me cuido al máximo y me siento competitiva: así no puedo retirarme»
Aquellos momentos le llevaron a convertirse en quien es hoy. Una luchadora que no para de hacer historia. Y es que, a sus 48 años, es la jugadora más veterana del circuito mundial profesional en activo y celebra este año algo inédito en la élite del pádel: competir treinta años al máximo nivel manteniéndose, además, ligada a un 'top-30' cada vez más exigente. Actualmente, es la vigésima séptima del mundo y forma pareja con Marina Guinart, con quien firmó nada menos que unos cuartos de final en el primer torneo Premier Padel del año, logrando ya uno de sus objetivos personales. Sigue siendo competitiva, y por ello no, no atisba su retirada.
¿Cuál es la clave para que mantenga este físico encomiable y esa mentalidad competitiva? «Lo más importante es que disfruto de lo que hago, de competir, de entrenar, de las dietas, 'fisios'… Y además, la clave es al máximo. Además del tema de la musculación y el pilates fue fundamental para mí. Han hecho que compita prácticamente sin dolor. Tengo la suerte de que me encuentro bien física y mentalmente y, encima, me ponen un circuito increíble y me siento competitiva, así que… Así no me retiro», bromea. Y no, no compite por seguir acrecentando su cuenta en el mejor momento histórico del pádel profesional: «El dinero es importante, pero yo nunca me he movido por eso, lo que me mueve es la motivación y las ganas, no podría competir sólo por dinero».
A día de hoy, sueña con seguir disfrutando de este deporte al que ha visto crecer hasta convertirse en una de las disciplinas de mayor proyección del momento y que busca asentarse en todos los rincones del mundo. «Desde luego, en los inicios no esperaba podre vivir en primera persona un 'boom' como éste», asegura. Su futuro es incierto, pero sí, le encantaría poder regresar a casa. «A la larga terminaré en Málaga. Es mi tierra, mi gente, mi casa, pero por ahora, aún hay Carolina para rato».
'Palas para Todos', el lado más solidario de Carolina Navarro
Además del competitivo, el lado solidario de Carolina Navarro es tremendamente destacado desde hace años. Junto a Elsa, su hermana, y Nini Conejo decidieron crear la Asociación 'Palas Para Todos' en el año 2017. Una escuela para chicos con capacidades diferentes en la que transmiten su pasión por el pádel y los valores deportivos, contribuyendo también al desarrollo de sus alumnos, dándoles una nueva ilusión y enseñándoles un modo de vida sano e ilusionante. Una escuela asentada en el Real Club Mediterráneo y que no para de crecer.
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