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julio rodríguez
Lunes, 31 de mayo 2021, 01:01
La necesidad de abrazar lo desconocido, explorar lo imposible, es suficiente motivación. Cuando tienes 56 años, una mochila cargada de once expediciones a ochomiles, cuatro cumbres, te quedan seis dedos servibles en los pies y has estado a merced de la naturaleza, con los ojos cerrados esperando la muerte, ¿por qué volver a la montaña? La pregunta es inevitable cuando se emprende un desafío que para el resto del mundo se escapa a la razón. Con la misma sencillez que a un futbolista le gusta dar patadas a un balón, Lolo González responde, con brillo en su sonrisa, que la montaña es su forma de vida. «Algo auténtico, la naturaleza y tú, no hay más. Es la representación de la honestidad humana en su máxima expresión. Me da la risa con cosas superfluas y me indigno hasta las cejas con la intolerancia».
El sampedreño lleva décadas en el olimpo del alpinismo. Su nombre ha compartido páginas de periódicos, minutos de televisión y radio con otros compañeros de ascensiones, encumbrados merecidamente como leyendas, entre ellos Carlos Soria, Juanito Oiarzabal y Edurne Pasabán. Sin embargo, ha gozado de menos continuidad y posibilidades para acometer más expediciones de las que le gustaría. Pisó por primera vez el Himalaya con 23 años para conocer el Annapurna (Nepal). Corría 1988. La manera de comunicar a su familia que estaba bien en la ascensión era mandar a un emisario de la expedición con una postal, que pueden imaginar los días eternos que tardaban en llegar a casa. Ahora con comunicación internet vía satélite, desde el lugar más inhóspito mantendrá un contacto inmediato en su nueva aventura.
Lolo González encabeza una expedición de cuatro alpinistas involucrados en el Proyecto 8.000 del club Alpino Ama Dablam, una entidad compuesta por 180 asociados de distintos puntos de España unidos por la montaña. El pasado fin de semana debería viajar rumbo a Pakistán para acometer la primera de las tres ascensiones a un ochomil que el club plantea para estos tres años: el Nanga Parbat (8.125 metros) en 2021, el Kangchejunga (8.586) en 2022 y el Shishapangma (8.013) en 2023. Coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de la institución alcanzarían la cifra mágica de 14 ochomiles. Los planes han sufrido un retraso justificado por el celo de las autoridades sanitarias paquistaníes. Nadie puede entrar sin estar vacunado y los escaladores aguardan aún el proceso de recibir sus dosis.
El margen se estrecha porque deben salir rumbo a Asia el 6 o el 13 de junio como fecha límite. Los 50 días de expedición están en peligro, con todos los equipos dispuestos y los patrocinios Marca Marbella (el Ayuntamiento local) y La Línea Vertical cerrados. Lolo González, Sergio Carrasco (Istán), Enrique Osiel (Casares) e Ignacio Rodríguez (La Línea) han solicitado a la Junta de Andalucía, a través de un escrito de la Federación Andaluza de Montañismo, que medie para que Deportistas de Alto Nivel cuenten con su pauta de vacunación completa en esta semana de incertidumbre. La respuesta ha tardado más de lo esperado y tuvieron que cancelar la primera salida, prevista el sábado.
El objetivo inicial del proyecto es coronar la novena montaña más elevada del planeta, el Nanga Parbat, situada en el extremo más occidental del Himalaya de Pakistán. Los escaladores se plantean ascender por el glaciar Diama y explorar una nueva alternativa para alcanzar la base de la pirámide de la montaña ante el aumento de los peligros en la ruta habitual. El entusiasmo de Lolo González es inspirador: «Es el duodécimo ochomil que voy a intentar y mi planteamiento es muy parecido al de la primera vez en 1988. Vamos a explorar un tramo de montaña desconocido. Podemos hacer un itinerario más accesible. Son muchos alicientes para retomar el pulso de los ochomiles con el mismo miedo e ilusión e siempre». En esta fecha se cumplen diez años de la experiencia más extrema que padeció el montañero malagueño. La tragedia parecía inevitable tras permanecer perdido durante horas en el Lhotse a 8.000 metros. Edurne Pasabán junto a los hermanos Benegas hallaron a Lolo a merced de la naturaleza. Afortunadamente pudo ser evacuado en helicóptero.
Su trayectoria no puede ser más similar a las grandes cordilleras de Asia. Dientes de sierra, subidas y bajadas. En la memoria Lolo guarda la fatalidad que ensombreció su cumbre en el Dhaulagiri (8.167). En el descenso, su compañero Juanjo Garra, que horas antes le había fotografiado, se cayó y estuvo perdido al raso durante cuatro días hasta que falleció. En lo positivo su cumplen 21 años de convertirse en el primer malagueño y andaluz en alcanzar la cima del mítico Everest (8.849). «El runrún del miedo empieza en la preparación, cuando ves el mapa. En la semana antes del viaje ya tienes el calorcillo en el estómago. Pero una vez estoy debajo de la montaña me transformo, única y exclusivamente me centro en experimentar lo que estoy viviendo», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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