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marina rivas
Domingo, 8 de enero 2017, 00:27
Del Maristas a la élite nacional. Más de 17 años en las filas de algunos de los mejores equipos del panorama nacional, además de pasar por la selección española de balonmano, llevaron a Quino Soler a convertirse en uno de los mejores deportistas malagueños de esta deporte. Sin embargo, como el paso natural del tiempo ordena, Soler tuvo que retirarse en 2010 como jugador. Eso sí, para emprender un nuevo camino como entrenador dentro del deporte que mueve su vida.
Tras dejar a un lado el banquillo del Antequera al final de la pasada campaña, el malagueño fichó por el Ángel Ximénez de Puente Genil. Un paso más para el que fuera lateral, que, tras tomar esta decisión, ha logrado estrenarse como entrenador en la máxima categoría del balonmano nacional, la Liga Asobal. «Cuando fiché por este equipo me hizo mucha ilusión, pero también me creó incertidumbre», explica. Y es que asegura que todavía se está haciendo a su faceta como técnico. «Si me dieran a elegir entre ser entrenador o ser jugador, sin duda preferiría ser jugador. Cuando eres jugador tienes que estar al servicio de un colectivo, de tu club. Cuando eres entrenador, adquieres unas responsabilidades mayores», razona Soler sobre su posición actual. «En este papel, te conviertes en el responsable de que las cosas vayan de una determinada manera, para bien o para mal».
Vuelve a la Liga Asobal que tantas alegrías le ha dado. Y es que, más allá del comienzo de su carrera profesional en el Maristas a los 17 años, el verdadero trampolín deportivo de Soler vino durante su etapa en el Granollers y, más aún ,en el Barcelona. En el primero acumuló tres títulos internacionales y en el segundo llegó a ganar hasta 17, compartiendo vestuario con algunos de los grandes nombres del panorama nacional del balonmano. «Estuve varios años allí, formando parte de algunos de los mejores años del Barcelona. Sin duda es un motivo de satisfacción», recuerda. En el equipo azulgrana coincidió con otro internacional malagueño, Antonio Carlos Ortega, que actualmente dirige al Kolding en la liga danesa y también a la selección japonesa. «Pasé grandes años de mi vida con él como compañero. Ahora seguimos teniendo bastante contacto», comenta. De hecho, ambos habían quedado para comer estos días.
Reencuentros especiales
Soler ha conseguido que su equipo, el Ángel Ximénez, llegara al parón de Navidad manteniento el objetivo fijado, en una posición que facilite la permanencia en la Asobal. Eso sí, con vistas a seguir mejorando y poder hacer un buen juego frente a los grandes de la Liga, como sus exequipos, con los que ya se ha visto las caras en la primera vuelta de la competición. «Cuando te enfrentas a un equipo en el que has estado jugando, obviamente te llegan sensaciones extrañas», explica el malagueño, que añade: «Ese tipo de partidos guarda un componente muy especial. Tengo muy buenos recuerdos tanto de mi etapa en el Barcelona como en el Granollers. En el Barça competíamos para ganar. Son aspiraciones diferentes a las de otros equipos». En esos conjuntos ya se ha reencontrado con algunos de los que fueran sus compañeros, quienes, igual que él, siguen formando parte del balonmano. «Sigue quedando gente de mi época trabajando en la organización del equipo (del Barça) e incluso algunos de los que acudían a ver los partidos siguen yendo y siempre se paran a saludarme», comenta Soler, que, más allá de sus muy gratos recuerdos como jugador, ha optado por construir unos nuevos como entrenador.
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