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Jongeneel, esta semana en su visita a la Redacción de SUR.
«Saber que lo hago con un fin solidario me da fuerzas para seguir nadando»

«Saber que lo hago con un fin solidario me da fuerzas para seguir nadando»

Christian Jongeneel, nadador. El malagueño se convirtió el cuarto deportista en completar dos vueltas a nado a Manhattan, con el objetivo de recaudar fondos para la India

Enrique Miranda

Domingo, 2 de octubre 2016, 09:50

Prácticamente acaba de llegar a España después de su aventura norteamericana. Aunque el malagueño Christian Jongeneel lleva varias travesías de larga distancia sobre sus hombros, su último reto ha tenido más repercursión que ningún otro y el nadador admite sentirse algo abrumado. Su gesta de completar dos vueltas a nado a la isla de Manhattan tras 20 horas y 16 minutos solo lo habían logrado tres deportistas con anterioridad. Jongeneel, impulsor de la asociación Brazadas Solidarias y vinculado a la Fundación Vicente Ferrer, supera cada vez pruebas más duras con el objetivo de ayudar en proyectos de cooperación y de concienciar sobre el lado más solidario del deporte. Con el reto de Nueva York ha recaudado más de 7.000 euros para combatir el VIH entre las mujeres de la India.

¿Qué tal está? Se le ve más delgado

Bien, quizás perdí algo en la travesía. Pero la verdad es que nunca me peso antes y después de las pruebas. Al día siguiente estaba echo polvo, pero me recuperé pronto.

Más de 20 horas a nado, con el frío, las corrientes, la oscuridad. ¿Qué recuerda ahora como lo peor de la travesía de Manhattan?

La primera vuelta fue bien, pero en la segunda hubo una parte muy complicada, en una la zona de puentes, por las corrientes. Llevaba ya 15 horas nadando y las corrientes me empujaban para atrás. Intentaba una y otra vez cruzar y hubo zonas en las que me tuve que agarrar a las rocas o a la base de los puentes para que la corriente no me llevara. Fue muy duro. Incluso había zonas en que uno de los kayak que venía conmigo tenía que ir atravesado delante de mí, para evitar que me golpeara con algún tronco que pudiera arrastrar la corriente.

Ha nadado largas travesías en Nueva Zelanda, Uruguay o la India, ¿esta última ha sido la más difícil?

Ha sido muy dura, la más larga en kilómetros y en la que más horas he empleado. Pero la de Nueva Zelanda fue casi peor, en el sentido de pasarlo mal. Allí recuerdo que salí con hipotermia, había perdido un poco la consciencia En la de Manhattan terminé físicamente bien, salí con un poco de frío pero no mucho, me abrigué y al momento ya estaba bien.

¿Qué hizo nada más terminar?

Comí algo y fuimos a descansar a una casa que teníamos alquilada. Me pegué un buen baño para quitarme toda la grasa protectora (el malagueño nada sin neopreno) y después me acosté, pero no creo que durmiera más de un par de horas. Estaba muy dolorido y después mi hijo se despertó, así que me levanté pronto. Al día siguiente ya estaba bastante mejor, aunque me hubiera venido bien nadar un poco para soltar la musculatura.

Al final todo el esfuerzo le habrá generado una gran satisfacción. Ha conseguido recaudar los fondos previstos y su reto ha tenido una gran repercusión.

Estamos muy contentos con el resultado. Aunque ahora trabajo para la Fundación Vicente Ferrer en Málaga, estos retos los hago en mi periodo de vacaciones y mis gastos del viaje corren por mi cuenta. Es un compromiso personal que tengo con la Fundación. El tema de la repercusión mediática, ha sido también cuestión de casualidades. Un amigo mío trabaja en Nueva York de cámara freelance y conoce a mucha gente. Por ejemplo, les hizo el compromiso a los corresponsales de TVE a que fueran a esperarme al final de la prueba. La Fundación también movió mucho el tema y en Málaga, a través de la cobertura que vosotros hicisteis en el periódico, también empezaron a llamarme otros compañeros.

Usted siempre hace hincapié en el objetivo social que tienen sus travesías. ¿Es eso lo que le impulsa a nadar?

Claro. Lo bonito para mí de todo esto es que no nos centremos solo en el reto deportivo, sino que se hable mucho de su finalidad social. El reto de Manhattan lo hice en parte porque la Fundación Vicente Ferrer va a salir por primera vez de España y ha abierto una sede en Washington. Tratamos de darle visibilidad, para que el nombre de la Fundación empezara a sonar un poco en Estados Unidos. Todos estos años hemos ido inculcando que nadamos por la Fundación y por los proyectos solidarios. Siempre digo que ahora para mí es más fácil acabar los retos porque tengo claro que sirven para ayudar a otras personas. Pensar en el objetivo, saber que lo hago con un fin solidario me da fuerzas para seguir nadando.

¿Cómo empezó en esto de las travesías solidarias?

Yo era nadador de competición y hace algunos años quise empezar a colaborar con una ONG. Empecé a hacerlo con la Fundación Vicente Ferrer, pero de manera un poco rudimentaria. Me planteaba un reto para recaudar fondos y amigos me ingresaban dinero en una cuenta mía particular. Cuando teníamos el dinero yo lo ingresaba en la Fundación. Pero claro, ya cuando empezamos a crecer y empezó a colaborar más gente, ya no era correcto usar una cuenta personal. Pensamos en crear una asociación para tener un número de cuenta, un CIF y hacerlo algo más formal. Eso fue hace seis años. Creamos Brazadas Solidarias y nos dimos cuenta de que los nadadores sienten más empatía con algo cercano como era una asociación de aquí, de Málaga, y que podía ejercer de puente para colaborar con la Fundación Vicente Ferrer.

¿Ha crecido mucho Brazadas Solidarias en estos años?

Casi no damos abasto. Este año hemos organizado 16 travesías en Andalucía y también en Menorca, Vitoria o la isla de La Palma. La última es hoy, en Rincón de la Victoria. Yo estas pruebas no las puedo disfrutar nadando, ya que me centro en la organización, desde las barcas, con las boyas, con la seguridad Al principio fue más complicado inculcarle esa finalidad social a los participantes. Muchos nadadores se apuntaban por el reto deportivo y punto. Lo importante para nosotros es que haya cierta continuidad, que el mismo evento siempre se vincule a la Fundación y se repita todos los años. Así la gente se conciencia y se ve como parte del proyecto. Te llevas sorpresas muy gratas, de gente que repite en varias travesías o personas que nunca habían nadado y que se apuntan solo por ayudar. Incluso hay participantes que ya tienen iniciativas personales, como dedicar parte del dinero de una boda a un proyecto de cooperación. Eso es muy gratificante.

Empezó como voluntario y en los últimos años incluso ha dejado su empleo para trabajar con la Fundación Vicente Ferrer.

-Sí, pedí una excedencia. Yo trabajaba en la Agencia de Medio Ambiente y Agua y la verdad es que era muy feliz con mi trabajo, con mis compañeros. Además estaba trabajando en algo relacionado con mis estudios (es ingeniero forestal). He estado muchos años compaginando mi trabajo con la labor de voluntario, pero cada vez era más difícil. También cuando nació mi hijo me replanteé algunas cosas. Con el trabajo, la Fundación, los entrenamientos Algo tengo que cambiar. En la Fundación Vicente Ferrer me propusieron que entrara a trabajar con ellos y al principio les dije que no. Pero después me lo pensé y acepté.

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