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Javier Bragado
Sábado, 23 de abril 2016, 03:25
El tatami cambió la forma de pensar de Laia Talarn (Barcelona, 14-10-1991). Se combinaron un cambio de colegio en sexto de primaria, una mudanza y el destino en manos de sus progenitores. «Cuando mis padres me estaban apuntando a actividades extraescolares conocieron a otros padres de niñas que estaban haciendo judo y decidieron apuntarme», recuerda la luchadora. La pequeña se enfadó porque consideraba que la pelea de los agarres era «un deporte de chicos». En cuanto descubrió la experiencia del tatami su prejuicio se quedó en una simple chiquillada. «Se me quitó la tontería y ya está», reconoce la catalana.
Afortunadamente para aquella muchacha, el Club Esportiu Escolàpies Llúria se trataba de uno de los mejores 'dojos' de la región. Aprendió el sacrificio, el esfuerzo y los reveses con los que se puede chocar en el deporte. «La peor experiencia fue cuando era sub-23 en semifinales (de un Europeo). Con la técnica de oro, que quien puntuaba ganaba y llevaba ventaja. Estaban a punto de sancionar a la otra, se me salió la rodilla, volví a entrar y tuve que parar cuando estaba a las puertas de un campeonato de Europa contra una chica que gané al año siguiente. Fue duro», recuerda la barcelonesa. Durante una década se moldeó a una judoca que prefiere el combate de pie a las engorrosas batallas en el suelo y con el 'tai-otoshi' como técnica favorita hasta acudir a los torneos internacionales con el espejo de Cecilia Blanco como referencia.
Fuera del tatami, una beca Erasmus le facilitó un escenario inusual al trasladarse a los Países Bajos. Además de ayudar a su formación académica, que nunca ha descuidado, posibilitó unas buenas condiciones para su judo en Nimega. «Aproveché para entrenar con el equipo nacional de Holanda y como me gustó mucho la manera de entrenar he vuelto muchas veces. El nivel es bastante alto y hay bastantes mujeres de pesos altos, que en España nos falta un poco», explica la judoca que en Barcelona suele recurrir a varones para practicar. Curiosamente, la niña que rechazaba el deporte porque era «para hombres» ahora se apoya en su contrapeso porque no es sencillo encontrar adversarias femeninas de su talla porque ella, que durante su época júnior compitió en menos de 70 kilogramos optó por la de menos de 78 cuando ascendió a las competiciones sénior.
Aspirante a olímpica
El cambio en la vida y en la mentalidad de Talarn se observa al comparar las palabras de la niña de 11 años con la mujer formada en los valores de los deportes de combate como la generosidad y el compañerismo. «Ser judoca de élite depende de muchos factores. Tienen que darse muchos de ellos para que alguien consiga al menos intentar luchar por algo grande. Intento fijarme en el trabajo diario y en muchos compañeros que han sido grandes competidores. Hay gente en mi club que entrena muchísimo sin tener la recompensa con medallas y para mí eso tiene mucho mérito», resume la catalana que suma 38 competiciones en su carrera. A pesar de los esfuerzos necesarios y de que incluso ha tenido que pagar algunos viajes de su bolsillo para poder aspirar a la plaza olímpica, mantiene su pasión por el deporte agarrada tan fuerte como al judogi sus rivales en combate: «Es un momento de poquitas ayudas y hay que estar un poco loco para seguir».
El capítulo más fresco de Talarn contará su aspiración a clasificarse para los Juegos Olímpicos. Para ello debe situarse en el mágico puesto 14 del ranking olímpico antes del 29 de mayo y el inminente Campeonato de Europa es uno de los torneos que puntúan obligatoriamente, Este sábado se adentrará en el tatami con la presión en mente. Otra catalana, Marta Tort, le pisa los talones. Talarn está actualmente en el puesto 22º de la lista (real) y su adversaria en el 24º, pero en el evento carioca no podrán competir dos españolas en la misma categoría. «De un período para aquí he intentado dejar la calculadora a un lado porque el ranking te obsesiona y no es nada bueno», señala la judoca, aunque reconoce lo evidente: «Soy consciente de la posición y más o menos de lo que necesitaría pero tampoco... intento aislarme un poco y no prestar atención». En Kazán apartará los números de su mente para concentrarse en cada combate. Pero mantendrá su particular locura por el judo, la que cambió su forma de pensar dentro y fuera del tatami. Sin ella nunca podría alcanzar Río 2016.
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