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Mireia recibe una beca de unos 80.000 euros anuales de la Universidad Católica de Murcia, donde estudia Publicidad.
Mireia Belmonte: la leona de Badalona

Mireia Belmonte: la leona de Badalona

Así llamaban de niña a la mejor nadadora española de todos los tiempos. A Mireia le apasiona la moda y el color rosa... y colecciona medallas: seis en los Europeos

daniel vidal

Jueves, 28 de agosto 2014, 16:40

Nadie podía vislumbrar el potencial de aquella niña. Nadie se habría imaginado que a los 23 años ya habría recogido la cosecha de medallas más nutrida del olimpismo español en una piscina. Ni el más optimista se habría atrevido a pronosticar que Mireia Belmonte (Badalona, Barcelona, 1990), aquella cría pizpireta y de profundos ojos azules, lograría la proeza de colgarse seis metales (dos oros, dos platas y dos bronces) en el último Campeonato de Europa, disputado en Berlín. Dos de las preseas con una diferencia de 20 minutos y sin apenas tiempo para recuperar entre prueba y prueba. Nadie, en su sano juicio. Y mucho menos después de comprobar el miedo que atenazaba a la pequeña Mireia, en la piscina del humilde barrio de Sistrells, cuando la única meta, el último objetivo, era conseguir lanzarse al agua de cabeza, como hacían todos sus amigos.

La historia de Mireia Belmonte es un claro ejemplo de superación que ha terminado por convertirse en un caso admirable. No tardó mucho en perder el respeto a zambullirse con su melena rubia por delante. También se lo perdió al mar metiéndose en un aquárium con tiburones. Pese a todo, aquel pánico inicial le ha traído después algún problema en las salidas, en las que, «inconscientemente, pone las manos para protegerse», recordaba poco antes de los Juegos de Pekín, en 2008, el entrenador del equipo olímpico de natación, Carles Subirana. Una de las personas más cercanas a la «leona de Badalona», un mote que surgió en las primeras concentraciones, cuando la fuerte personalidad y el carácter competitivo de la deportista empezaron a dejarse notar entre sus compañeros y entrenadores. A los doce años, Mireia Belmonte ya había demostrado tantas condiciones que su familia optó por llevarla al Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat y a los 17 empezó a sumar metales cuando se subió a lo más alto del podio en los europeos de Natación de Eindhoven. En Sant Cugat sigue hoy entrenándose a diario, en sesiones maratonianas que empiezan a las seis de la mañana y terminan por la tarde, cuando dicta el cronómetro, el mejor amigo y a la vez el peor enemigo de la nadadora catalana. Ocho horas al día, seis días a la semana. Y los domingos por la mañana , otro par de horitas, largo va, largo viene. La tarde dominical, el único momento de la semana con algo de tiempo libre, es terreno abonado para el descanso. «Es casi lo único que puedo hacer», confesaba la propia Belmonte en una entrevista reciente.

Sin tiempo para novio

Nada de novios «no me lo puedo permitir, no tengo tiempo» y muy poco de amigos «intento buscar un hueco de vez en cuando, pero cuando quedo con ellos me duermo por mis horarios». Y eso que, según su entrenador personal, el francés Fred Vergnoux, «si hubiera dormido más en su juventud, sería aún más grande. En este país los niños no duermen. Yo a mis nadadores les pido que se vayan a dormir a las diez de la noche, cuando todos se acuestan a las doce, siendo generosos».

¿Y las discotecas a las que se supone que una joven de 23 años se muere por ir? Más de lo mismo: Mireia Belmonte reconoce haber estado en «alguna», pero no aguanta en pie ni aunque le pongan su música favorita, que va del hip hop al reggeaton: «Me quedo dormida, voy muy cansada», admitía sin pudor hace unos meses.

Si acaso, la doble medallista olímpica en Londres 2012 saca fuerzas de flaqueza y tiempo de donde no lo hay para no descuidar sus estudios de Publicidad y Relaciones Públicas. «Es muy responsable a la hora de responder a los objetivos que se marca también en el plano académico. Se deja asesorar, es educada y humilde. Y su objetivo es asentar conocimientos, no solo aprobar asignaturas, lo que dice mucho de ella», piropea María Miralles, su tutora personal en la Universidad Católica de Murcia (UCAM). Fue esta institución considerada la universidad del deporte por sus muchos patrocinios a olímpicos, como a la nadadora Melani Costa o el piragüista David Cal la que acogió a Belmonte con los brazos abiertos tras su encontronazo con los directivos del CN Sabadell. Era el club al que pertenecía la nueva sirena del deporte patrio hasta los Juegos de Londres, y tras los que buscó una subida salarial (le pagaban 2.200 euros brutos al mes) que no aceptaron sus jefes, según publicaron algunos medios catalanes y deportivos.

En Murcia, sin embargo, Mireia Belmonte encontró todo el calor que buscaba. Se sintió como en casa. «Participó en la multitudinaria fiesta del Bando de la Huerta, paseó por sus calles y comió en sus plazas», recuerda el director de Deportes de la UCAM, Pablo Rosique. Eso sí, ni mentar el McDonalds. Mireia no pisa un solo restaurante de comida rápida. La universidad católica le ofreció una jugosa beca (alrededor de 80.000 euros anuales) y cambió la titulación de Empresariales por la de Publicidad, la que verdaderamente le hacía tilín, aunque a ella lo que le apasiona de verdad (con permiso de la piscina) es la moda. No es difícil verla en actos públicos o recepciones oficiales (la última, con Felipe VI) vistiendo modelitos de pasarela y taconazos de infarto, pese a que no siempre pueda ponérselos «porque me lesionaría la espalda», reconoce. Y si el vestido en cuestión lleva algo de color rosa, mejor que mejor. A Mireia le vuelve loca el rosa.

«Quiero ganar medallas»

  • Fe y supersticiones

  • A Mireia Belmonte le preguntaron con 12 añitos por qué merecía la pena tanto esfuerzo. «Quiero ganar medallas», contestó. Y desde entonces no ha parado de sumar. Dejando de lado el trabajo diario, la nadadora siempre ha reconocido en sus éxitos el papel de su familia y amigos, así como su inquebrantable fe católica, inculcada en sus años de escolarización religiosa y reforzada en los últimos tiempos en la Universidad Católica de Murcia (UCAM). Sin embargo, también hay ciertas supersticiones de las que la deportista no quiere desprenderse. Además del imprescindible color rosa, Mireia Belmonte siempre salta a la piscina con sus uñas pintadas y sus aretes, «una especie de armadura de guerra que le acompaña cuando se arroja al agua», recuerda el entrenador Carles Subirana. Y si hay malos resultados con un bañador, la prenda no vuelve a salir del armario.

Hasta su coche, un Renault Captur personalizado, tiene el techo y varios detalles de ese color. Quizá lo menos apropiado para pasar desapercibida en las calles... de asfalto. Porque Mireia Belmonte, fuera de las calles de la piscina, no es demasiado asidua a las cámaras ni a las entrevistas. Mucho menos su padre, José Belmonte, un antiguo maestro matricero (especialista en fabricar moldes) que siempre ha dado a su hija el mismo consejo: «Sin conocimientos no hay futuro». Por eso, él mismo tuvo que renovarse profesionalmente y ponerse a estudiar al quedarse en el paro (como el hermano de la nadadora) para sacarse el carné de conductor de autobús, su trabajo actual. La familia, humilde sin hacer gala de su humildad, abrió recientemente una administración de lotería en uno de los barrios obreros de Badalona. «La felicidadpuede estar en un trozo de pan», ilustraba el padre el año pasado en una de sus pocas apariciones en prensa.

Bañadores rasgados

En el caso de la leona de Badalona, esa felicidad también puede encontrarse en un paseo con su perro London un simpático west highland terrier al que se siente muy unida o en una sesión de Nail Art. Sí, esa nueva moda de pintarse las uñas de la forma más coqueta y extravagante posible. A juego con sus zapatillas de deporte, con el volante del coche o con un lacito de brillantes en tres dimensiones en cada uña del dedo anular, Mireia Belmonte no tiene reparos incluso en saltar al agua en plena competición con las uñas coloreadas, con las que ha llegado a rasgarse algún bañador. Para esas contingencias, su equipo está siempre al quite. Incluso si hace falta colocarle bien el gorro, «que tiene que ir siempre con la raya al medio», ordena la deportista. «Mi gorro va así y punto».

Alguna compañera de brazada, como la propia Melani Costa, llegó a comentar que Belmonte iba «por libre», sin preocuparse por lo que hacen los demás. Sin embargo, otras creen que «la complicidad con todos sus compañeros es máxima desde el principio, está muy integrada en el equipo. Hemos compartido muchos momentos con ella, muchas risas... Siempre nos ha apoyado a cada uno de los que formamos el club», observa Marina Galindo, miembro del equipo de relevo del UCAM Club Natación Fuensanta, al que ahora pertenece Mireia Belmonte.

José Luis Mendoza, verdadera alma mater de la Universidad Católica de Murcia, al que el presidente del COE, Alejandro Blanco, definió como «una ONG» por su implicación con el deporte, alaba de su atleta estrella «sus valores humanos, su sencillez y su enorme fuerza mental y capacidad de sacrificio, lo que le permite superar los mayores retos».

Fue precisamente Mendoza, amigo personal del Papa emérito Joseph Ratzinger, el que le puso a Mireia Belmonte una única condición, muy en la línea de los consejos de su padre, para ficharla: «Nosotros te patrocinamos todo, pero la única condición es que estudies. No puede ser que acabes tu carrera deportiva sin una formación, porque luego vienen los desastres», le espetó el presidente de la UCAM a Mireia, delante de su padre. Los Belmonte y los Mendoza, por cierto, se llevan de perlas. Compaginar los continuos e intensos entrenamientos y la alta competición en cualquier lugar del mundo, con los estudios, «es algo complicadísimo», apunta Mendoza, «pero ella lo quiere hacer, y desde la UCAM la animamos. A sus 23 años, está liderando una nueva hornada de nadadores y se ha convertido en un modelo de ejemplo para varias generaciones». Sobre todo, entre los que tienen miedo a tirarse de cabeza... a la piscina de sus sueños.

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