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El candasero Marcelino Torrontegui, al que gusta que lo asocien con la aldea de Albandi, dentro de la preciosa villa costera asturiana, es paisano de brillantes piragüistas olímpicos españoles (Carlos Prendes, Herminio Menéndez, Dacal, Luisa Álvarez,..). Quién iba a decirle a este fisioterapeuta y podólogo que iba a superarles en el número de presencias en Juegos Olímpicos. Nada menos que siete con su próxima asistencia a Tokio 2020, en un camino que empezó en Atlanta allá por 1996.
Probablemente no hay muchas personas en el grupo que convive en torno a los grandes protagonistas de las gestas que le supere en experiencia olímpica y lo que es seguro es que habrá pocos con mejores contactos a día de hoy en el mundo del deporte español. Es difícil que haya alguna figura destacada con la que no haya tenido vínculo. «Lo importante no es tener el numero de teléfono, sino que te cojan y te den bola», suele repetir con modestia.
Torrontegui, que reside en Málaga desde finales de los noventa (cuando en 1998 empezó a trabajar como masajista en el Málaga), comenzó en el deporte profesional en 1988 en el equipo Clas Cajastur y estuvo entre 1991 y 2016 colaborando con la Federación Española de Ciclismo, en concreto con la selección. Su excelente trabajo con la musculatura de Tony Rominger le dio un nombre en aquel Clas dirigido inicialmente por José Manuel Fuente, 'Tarangu', y que como admite 'Torron', se convirtió en el Manchester City del ciclismo. «Pasó a ser el mejor equipo del mundo por victorias y plantilla. Era la 'manada'. Luego lo absorbió el Mapei italiano y fue referencia en carreras clásicas y más tarde pasó a ser el actual Quick Step«.
La relación Málaga-Torrontegui-olimpismo es tal que el asturiano tiene la costumbre de salir a correr en las diferentes sedes y villas olímpicas que ha conocido con una camiseta de entrenamiento del cuadro de La Rosaleda. «Si Dios quiere iré con otra en Tokio», promete, después de su amarga salida del club de sus amores derivada por la profunda crisis de la entidad meses atrás. Ahora es sustituto interino en los grados de Enfermería y Podología en la Universidad de Málaga. Trabaja con los alumnos en los 'practicum'. «Por desgracia, no estoy ahora en primera línea del deporte, pero gracias a Dios, no se me han cerrado puertas», reconoce tras repetir la experiencia de Río 2016 y acudir a Tokio 2020 con el COE. Estará en la quincena previa y la primera semana de competición. «Voy a sumar. Ir a unos Juegos es lo más grande para mí. Tengo que agradecer a Alejandro Blanco (presidente del COE) y Ricardo Leiva (director de Deportes del organismo) la apuesta que tienen hacia mí. Engancharse a los Juegos es como resetearse otra vez. Disfrutar de los mejores deportistas españoles«.
Y pese al panorama atípico de unos Juegos en pandemia, prefiere dar una visión esperanzadora: «Me han dicho que van a ser unos Juegos muy duros respecto a restricciones. Algo diferente a lo vivido antes, por las burbujas. Pero soy muy positivo. Mientras haya vida, hay que verlo todo así. Mi filosofía de vida aprendida en el deporte es que estos Juegos van a ser una victoria sobre el Covid, como cuando acabe la vacunación y desaparezcan las mascarillas». El periplo ya por seis citas olímpicas ha permitido a Torrontegui acumular un buen número de anécdotas y recuerdos entrañables. Ahora tiene una meta clara: llegar a ocho Juegos para intentar compartir escenario con su hija y nadadora de élite Carlota (su otro vástago, el menor, Samuel, juega en el Málaga juvenil).
«Recuerdo que fue la primera ocasión en que el ciclismo profesional acudía a unos Juegos. Yo iba con Abraham Olano, porque ya trabajaba con él asiduamente (en el Clas). No estuvimos en la villa, sino sólo un día de visita, y también íbamos con Indurain», rememora. Fue su debut, y no se volvió sin medalla. Como se preveía, Indurain ganó la contrarreloj, seguido por Olano. «El último día fui a ver la ceremonia de clausura con Miguel. Ese día por la mañana era el maratón, y corrió Martín Fiz e hizo cuarto. Luego vino a nuestro hotel y estuve dándole masaje a él en presencia de Indurain, consolándole, haciendo trabajo psicológico», añade como otro de los muchos recuerdos que se le vienen a a la cabeza.
«Las citas a las que vas fuera de tu continente son más enrolladas. Tienes que hacer una adaptación previa, por cambios horarios, así que viajas 15 días antes, conoces a la gente, te van conociendo y hay más implicación emocional...», argumenta. «Esta vez estuvimos en la villa olímpica, en casas independientes, no edificios en altura –añade–. Veíamos pasar a las grandes estrellas, y luego teníamos el espectáculo del comedor de la Villa. Sólo faltaba la cerveza, porque si no sería ideal. En el patio de entrada, veíamos pasar a todos, y congenié mucho con los triatletas como Iván Raña, el boxeador Rafael Lozano...». Olano fue cuarto (tercero fue Armstrong, al que luego se retiró su metal, pero no fue para el guipuzcoano) y «empezó a eclosionar Llaneras», oro en pista en la carrera por puntos. Estaba también con los de mountain bike, con Fullana también en el podio. «Me iba a correr por la villa olímpica y bicheaba. Delante de Israel tenían una seguridad especial. Ves todas la morfologías, tipologías y razas de ser humano. Es espectacular», relata.
«En ciclismo fuimos con un gran equipo, pero no salió bien la ruta (con Freire y Valverde). Era un circuito por Atenas, con un repecho muy grande, pero hubo mucho caos, caídas... Fue estresante. En la pista fue muy bien, y tuvimos muchas medallas (Llaneras, Escuredo en el keirin, la persecución individual y por equipos, y Hermida en el 'mountain bike')», recuerda de memoria. «Empecé a tener una relación excepcional con el balonmano gracias a Antonio Carlos Ortega y otros con los que hablaba ya en Sydney. Estaba mucho con ellos en la habitación, los Garralda, Lozano...», añade. También rememora una visita muy especial. «A la delegación del Comité Olímpico Español me vino a buscar Frankie Fredericks (el velocista namibio, cuatro veces plata). Luego hizo cuarto en 200. Eran sus últimos Juegos».
«Son mis juegos favoritos, por la tradición de la cultura china. Me levantaba a las cinco de la mañana para ver cosas, conocer una ciudad tan grande. Ademas, estuvimos también mucho tiempo allí, y luego ganó en ruta Samuel Sánchez (otro asturiano). Era el 'dream team', junto a Freire, que ya había sido campeón del mundo, Contador, Valverde y Sastre. Fuimos a dar muchos paseos para acostumbrarse al cambio horario y que no se durmieran. Me sentí participativo, colaborando para que todos se llevaran bien, los cinco gallos. Es de las cosas que estoy más satisfecho en el plano profesional en mi trayectoria», se sincera. «La organización fue muy buena, todo pulcro y controlado. Del caos de Atenas al supercontrol con casetas con policías cada veinte metros y, además, Llaneras estuvo espectacular, y el balonmano también sacó medalla. Estuve siguiendo el choque en directo y había cuatro gatos, porque todo el mundo se fue al baloncesto», recuerda.
«Fueron unos Juegos celebrados más cerca, así que llegamos con el tiempo más justo. No nos salió nada bien. Teníamos un buen equipo, con Astarloa, Freire, Valverde... pero a nosotros nos viene bien un trazado duro y selectivo, pero el circuito no era duro, y en la contrarreloj Wiggins nos mató a todos», explica. Torrontegui tuvo en la capital inglesa una 'sombra'. «Estaba todo el día con Barrufet (exportero de balonmano). Ejercía de secretario casi de él. Había dejado de competir y estaba propuesto por el COE como representante de los deportistas –añade–. También tuve mucha relación con Arancha (Sánchez Vicario) y el balonmano femenino. Me volví como un clásico ya de la delegación, y recuerdo que Isco visitó la villa». Hay más recuerdos, y de todos uno en especial: «En Londres vi el récord en directo de Bolt (9.63 en los 100 metros) con Scariolo, aunque se ve mejor en la tele». Por primera vez, volvió sin medallas con la selección de ciclismo.
«Por primera vez Torrontegui no acudía ligado a la Federación Española de Ciclismo, sino con el COE. «Si tenía un tiempo de una hora hacía una carrera y visitaba la ciudad. Trabajé con gente de halterofilia, boxeo, balonmano femenino, baloncesto femenino y rugby femenino o hípica, entre otros con el fuengiroleño Martín Dockx. También fui como podólogo». Fue una experiencia algo distinta, pero «al final allí todo el mundo es igual; hay muchas disciplinas minoritarias, pero allí la medalla es la misma para todos».
Torrontegui ha tratado a numerosos deportistas de élite sin destacar el físico de uno en especial: «La morfología y la tipología de unos y otros son muy variables. Los de resistencia son muy diferentes a los velocistas... Decir cuál es el atleta más perfecto es difícil, cada uno lo tiene para una prueba especial». Ahora bien, si le dan a elegir, cita algunos nombres. Primero, al ciclista suizo Tony Rominger, «por lo que supuso en mi empuje profesional, fue mi gran mentor». Se queda también con Joan Llaneras, al que define como «un auténtico reloj, capaz de conseguir lo que quería», y nombra a Martín Fiz y Frankie Fredericks por «el placer de trabajar con gente de este nivel».
En cuanto a 'feeling' se queda con «cualquiera del balonmano». «Son todos la hostia por la calidad humana que tienen», y en el mundo del fútbol, tras tantos años, destaca «físicos increíbles» como los de Caicedo, Obinna y Baptista, y a Fernando Sanz «como persona». Finalmente, nombra por la misma razón a 'clasicómanos' como Johan Museeuw y Gianluca Bortolami o al 'pistard' Arnaud Tournant.
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