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La historia del nuevo subcampeón olímpico, el marbellí Ayoub Ghadfa, ya ha dado la vuelta al país y a todo el mundo. Con su humildad, su educación dentro y fuera del 'ring', y su potencia física, ha encandilado a un público que sin duda, tras estos Juegos, no dudará en seguir de cerca su futura y prometedora trayectoria. El joven de 25 años nació y se crió en Marbella. Siempre fue un niño feliz y bastante activo, le gustaba jugar con sus amigos en la calle, como a cualquier otro, aunque no sentía una especial afección por los deportes, ni los seguía especialmente por la tele, ni les llamaba demasiado la atención.
Aunque sí los practicó, hizo natación, atletismo… Al igual que cualquier otro niño. Su vida era normal hasta que, en una etapa en el colegio, comenzó a sufrir 'bullying' por parte de algunos compañeros, que se burlaban de su físico y de sus raíces marroquíes. A veces llegaba completamente roto a casa, lo que tocó la fibra de sus padres, que no podían seguir viendo así a su pequeño. Con sólo 9 años, el padre de Ayoub tuvo una idea que acabaría cambiando por completo la vida de su hijo. Con el ánimo de que aprendiera a defenderse y ganara confianza en sí mismo, llevó le llevó a un gimnasio de su barrio, Sho-Dan. Allí, entre esas cuatro paredes, comenzó todo.
Allí le recibió el dueño del gimnasio, Miguel Rodríguez, que fundó este centro, especializado en kickboxing y kárate en 1995 y que, a día de hoy, regenta junto a sus dos hijos, con alrededor de un centenar de alumnos. A lo largo de estos treinta años, han salido de aquí deportistas que han llegado a subirse a podios internacionales en full contact y kickboxing en categorías amateur, pero lo que acaba de lograr su alumno en París, sin duda, ha sido la joya de la corona. ¿Recuerda Rodríguez la primera vez en la que conoció a Ayoub? Claro que sí. «Él vino aquí con un problema de 'bullying'. Lo trajo el padre con 9 añitos, le hacían 'bullying' en clase. El padre me dijo que lo estaba pasando mal; nuestra idea era darle confianza, subirle la autoestima… A veces hasta salía llorando», relata.
No siempre tuvo el espectacular físico que presenta ahora el marbellí, es más, fue un niño 'rellenito'; todo lo que vemos hoy día fue forjado a base de años de trabajo y sacrificio. Sin apenas darse cuenta, Ayoub se acabó enamorando de este mundillo: le gustaba la sensación del golpeo, el sentir que era realmente bueno y que incluso, podría llegar lejos, se impregnó del talento que tenían muchos de los alumnos de alto nivel con los que compartía entrenamientos. Quería ser como ellos, e incluso mejor, se vio capacitado para despuntar en el ámbito deportivo. Tanto, que a los 17 años ya quiso probarse en competición, necesitó una autorización de sus padres para ello, y costó, porque su madre era especialmente reacia a que pudieran hacer daño a su hijo, pero a base de insistencia y viendo la ilusión que demostraba, lo logró.
Así lo recuerda su primer profesor: «Fue creciendo y creciendo y a los 17 vio que esto se le daba bien y que tenía unas cualidades que le hacían destacar. Así que en cuanto se sintió seguro, quiso empezar a competir. El primer rival que tuvo ya era bastante duro, un chico con mucha experiencia, y lo tumbó de una patada. Fue increíble. En kickboxing era un chaval excepcional, porque tiene una rapidez y fuerza en las piernas tremenda».
Y continua recordando: «De hecho, Ayoub llegó a ser campeón de Andalucía de kickboxing y no llegó a competir a nivel nacional porque tuvo que irse a Madrid a seguir sus estudios», apunta. El resto es historia. Se marchó a Madrid, donde ya se ha graduado de la carrera de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, y en su primer año, conoció el boxeo.
A su primer mentor no le apena el que haya cambiado de modalidad, es más, reconoce que tendrá un futuro profesional mejor gracias a este cambio. Lo importante tanto para Rodríguez como para todos aquellos compañeros con los que creció en el club, es que nunca se olvida de ellos. Siempre que vuelve a Marbella, se pasa por el Gimnasio Sho-Dan a saludar a sus amigos, incluso aprovecha para entrenar con ellos, siempre los tiene a todos en cuenta: «Es un chaval excepcional, sencillo, humilde, educado… Y la familia igual, son todos muy queridos aquí. Tiene la humildad y la sencillez de siempre y no se le suben los títulos a la cabeza», asegura. Y añadió: «Es un orgullo ver todo lo que está haciendo».
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