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Dicen que cuando uno se debate entre la vida y la muerte, ve pasar los mejores recuerdos de su vida. Resulta curioso, sin embargo, que cuando vivimos un verdadero instante de felicidad es en todos los obstáculos del camino en lo que solemos pensar. Somos ... seres contradictorios, pero así es la vida. Uno no llega a la cima sin haber aprendido a escalar, ni consigue una verdadera fortaleza mental sin haber aprendido a levantarse, a luchar contra las críticas, a lidiar contra la presión, a superarse día tras día a uno mismo. Uno no entra en el Olimpo y sube al podio para recibir una medalla de plata sin toda una vida de sufrimiento.
Hasta hace sólo cinco años, los Juegos no entraban en los planes del karateca español más laureado de la historia, el malagueño Damián Quintero, básicamente porque hasta esta edición, esta extendida arte marcial no había entrado a formar parte del programa olímpico. Como cualquier otro deportista de su disciplina, se adaptaba a su calendario internacional habitual, aunque en su interior, se recordaba a sí mismo de pequeño –o adolescente– en los veranos de cada cuatro años, viendo los Juegos por la televisión desde la casa de sus padres en Torremolinos y lamentando, con cierto recelo, que él nunca pudiera estar ahí.
¡Cómo ha cambiado todo ahora! Quizá este último haya sido el lustro más largo y complicado de su vida a nivel deportivo, pero ahora que mira el mundo subido a un podio olímpico entiende que todo ese esfuerzo ha merecido al fin la pena. Ojalá algún niño o niña lo mire desde el televisor ahora, esperando, como hizo él, que el kárate regrese al olimpismo y que pueda seguir los pasos de su ídolo. Damián Quintero lleva años siendo historia; lo ha conseguido todo: campeón del mundo, diez veces oro continental y, en general, más de un centenar de medallas entre las internacionales y las nacionales... Pero ahora, sin duda, ha tocado el techo de su carrera deportiva: el malagueño de 37 años es subcampeón olímpico, el octavo medallista de la provincia y el primero en una disciplina individual en los Juegos de verano (Regino Hernández fue bronce en snowboard, en los Juegos de Invierno). Sin duda alguna, la plata más dulce de su historia.
La totalidad de su concurso se desarrolló el 6 de agosto (al menos en horario español). A las tres de la madrugada de nuestro país, Quintero arrancó con la fase de grupos y con la sexta marcha puesta. Concluyó líder del grupo A tras realizar una puntuación superior a los 27 puntos en los katas Kururunfa y Ohan Dai. Su máximo rival a batir, el japonés de 31 años Ryo Kiyuna, siguió la misma hoja de ruta al coronarse en el grupo contrario (con más de 28 puntos de calificación en cada kata). Ambos pasaron así a la tercera ronda, en la que debían realizar un kata más para determinar por qué color de medalla iban a pelear (aunque el mundo entero ya diera por hecho cuál). Curiosamente, ambos apostaron en esta ronda por el Anan Dai. Entonces, el nipón recibió una puntuación mayor que la de Quintero, lo que más de uno valoraría como una señal, una premonición cara a lo que acontecería más tarde.
Sucedió lo que tenía que suceder: los dos mayores exponentes mundiales de katas, el número uno Damián Quintero y el número 2, Ryo Kiyuna, se plantaron frente a frente en la final y lo cierto es que, aunque jugando en casa, el gran estado de forma del malagueño hacía pensar que podía pasar cualquier cosa en la final. Para su último kata olímpico, Quintero apostó por un ‘viejo conocido, Superinpei. Por un lado, pisó sobre seguro al apostar por un clásico de su catálogo, un ejercicio que le daba un extra de confianza. Por otro, también fue una apuesta arriesgada, porque este fue el kata que realizó la última vez que se midió a Kiyuna, en el Open de París de enero de 2020 y en el que precisamente concluyó segundo. Quizá era su forma de intentar conseguir la revancha.
Sin embargo, pese a la brillante actuación de Quintero, que recibió una puntuación de 27,66 (19,32 de rendimiento técnico y 8,34 de rendimiento deportivo), el jurado decidió que su eterno rival fuera el vencedor esta vez, con su kata Ohan Dai (el segundo que hizo Quintero en la fase de grupos), por el que recibió 28.72 de puntuación: 20,02 de rendimiento técnico y 8,70 de rendimiento deportivo. Como a todos, a Quintero nunca le ha gustado perder, pero jamás ha pagado sus frustraciones con un rival, de enfadarse con alguien, siempre ha sido consigo mismo y eso también le hace grande. Sin embargo, el propio malagueño es consciente de que ha hecho historia de este deporte y de que esta no ha sido una plata cualquiera, puede ser incluso el mayor éxito de su vida.
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