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Regino Hernández no ha dormido. Llegó a casa tarde de trabajar e hizo algo de tiempo hasta que comenzó la final de boardercross, sobre las tres de la mañana (hora española). Desde entonces, y tras ver a su hijo hacer historia al colgarse la medalla ... de bronce gracias a una carrera brillante, la emoción y el teléfono le han mantenido despierto. En su casa, situada en una tranquila urbanización de Mijas, hay un trasiego poco habitual de vehículos. Periodistas, familiares y amigos acuden a dar la enhorabuena a la familia: lo que ha hecho Regino hijo es una gesta que pasará a los libros del deporte español, ya que es el tercer deportista que consigue un metal en los Juegos Olímpicos de Invierno (le preceden los hermanos Ochoa).
Su padre, representante de marcas de deportes extremos en la actualidad tras haber regentado durante años una tienda dedicada al surf, skate y snowboard, cuenta a SUR cómo está viviendo la experiencia todavía sin ser capaz de expresar en palabras lo que ha ocurrido: “Cuando pase toda esta locura y reflexionemos veremos que es algo realmente grande; es impresionante, una auténtica burrada”. Las horas desde que Regino cruzó la línea de meta han ido pasando como un huracán. Padre e hijo sólo han podido hablar “dos minutos”. “Estábamos charlando –además de Regino padre están la madre, la hermana y la sobrina del deportista en el domicilio familiar– diciéndole que estábamos muy contentos y nos dijo que tenía que irse a la ceremonia; ya hablaremos más tranquilos cuando llegue al hotel”.
La conexión de Regino con la nieve empezó siendo él muy pequeño. “Teníamos la tienda y nos aficionamos a los deportes extremos; comenzamos a probar el material y un día fuimos a Sierra Nevada donde mi mujer y yo nos enganchamos a la nieve. El niño venía siempre detrás nuestra”. Al principio viajaban a Granada y volvían en el mismo día, como un pasatiempo más. Luego comenzaron a irse fines de semana y periodos más largos.
Regino padre explica en la habitación de su hijo, repleta de trofeos y fotos en la nieve, que mantener el ritmo de competición en un deporte de invierno viviendo a menos de dos kilómetro de la playa es complicado y ha hecho que Regino adquiera un gran compromiso con el que es su modo de vida. “Está todo el día fuera. Cuando empezó a entrar en alto nivel, en casa trabaja el físico y en la nieve pasa periodos de diez días en la nieve y diez días de vuelta hasta que llega la competición”.
En Mijas, la noticia de la hazaña se difundió rápidamente y la familia del deportista ha recibido “cientos de mensajes de apoyo”. “Ha sido impresionante, todos los amigos han expresado una alegría inmensa, la familia también, todos los conocidos… cientos de enhorabuenas, y siguen llegando”. En este punto vuelve a reflexionar, distraído: “Es que ha hecho historia, mi hijo ha hecho historia”.
El camino de Regino hasta la medalla de bronce ha sido largo. “Desde chico él nos decía que no quería estudiar, íbamos viendo que por mucho que nos esforzábamos no quería ir por ese camino”. Mientras tanto, el deporte parecía que se convertía en una opción en la que el mijeño se abría paso. “Comenzó a ir a todos los campeonatos de su categoría, a veces no había de su edad y corría con los mayores, ganó en muchas pruebas, poco a poco”, cuenta el padre. Una vez se lo llevaron a un campeonato del mundo infantil, en Italia, con once años. Allí le dijeron que probase el boardercross y quedó segundo, pese a no llevar el equipo adecuado. “Él estaba acostumbrado a bajar las pistas de Sierra Nevada en las que había principiantes, esquivando a gente, obstáculos y saltando. Parece que eso le ayudó”, comenta entre risas.
Había aspiraciones para otros compañeros suyos, pero, según apunta el padre del medallista, el circuito de Pyeongchang se le ha dado muy bien “desde el principio”, porque tiene muchos saltos y es lo que mejor se le da. “Desde que probó la pista nos dijo: ‘esto es mío, está hecho para mí’; hemos visto las carreras, que han sido impresionantes, se ha librado de los choques que han estado por detrás y ha ido muy, muy fino, mejor que nunca”. Además de sentirse orgulloso como padre, admite que también vive las competiciones “con algo de miedo”. En la final, sin ir más lejos: “Es un circuito muy peligroso, como muchos saltos; los corredores van muy juntos, a veces se tocan en el aire, a cinco metros de altura y a ochenta kilómetros por hora”. En los cuartos de final de estos juegos, dos participantes tuvieron que ser evacuados de la pista por lesiones que les impidieron salir por su propio pie.
La imagen de Regino Hernández descendiendo las pistas de snowcross son realmente impactantes, y en ellas se puede apreciar un detalle que lo diferencia del resto: su casco. La afición del mijeño a las motos le llevó a probar el modelo integral, en vez del parcial que llevan los demás ‘riders’. Además, para estos Juegos Olímpicos pidió que le imprimieran el número ocho en caracteres romanos (VIII), en honor a un compañero y amigo suyo que falleció hace tres años en Sierra Nevada. “El primer día que se puso un casco de esos tuvo una caída y un compañero le golpeó justo a la altura de la mandíbula, fue acojonante”.
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