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A las nuevas generaciones no les sonará su nombre, pero ella es historia viva del olimpismo malagueño. Fue una de las primeras medallistas de la provincia -hasta la fecha sólo han sido siete- y puede alardear de otro curioso récord a día de hoy: es la malagueña a la que más Juegos ha acudido, una friolera de ocho, de forma ininterrumpida desde Seúl 1988. La sampedreña Elena Benítez, de 55 años (nacida en París y llegada a la provincia con 8 años), es una de las pioneras y grandes precursoras a nivel nacional del taekwondo, porque desde luego, no muchas pueden alardear de, entre otros títulos, haber conseguido nada menos que un oro olímpico, el mayor reconocimiento para un deportista.
Debutó en el olimpismo en Seúl 88 (consiguió diploma con un 5º puesto), pero fue en Barcelona 1992 cuando hizo sonar el himno nacional. «Barcelona superó todas aquellas sensaciones, unos Juegos en casa, y esa manera de contagiarnos, todos queríamos ganar, todos sentimos que podíamos, nos sacudimos los complejos y fuimos a por todas», recuerda emocionada. Concluyó su etapa deportiva con un 9º puesto en Sidney 2000, pero ni ella misma podía imaginar lo que vendría después: acudió como entrenadora a Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012, y como directora técnica de la Federación Española de Taekwondo a Río 2016 y Tokio 2020.
Esta nueva faceta profesional le ha permitido regresar a su tierra, a San Pedro de Alcántara, aunque siempre deba tener la maleta hecha para apoyar a los que ahora son sus deportistas. «Como deportista vas a los JJOO centrado en ti, en tus combates, rivales... Los nervios son distintos, sientes la amenaza de que se te puede escapar la competición, no quieres cometer errores, es el trabajo de 4 años, pero también de toda una vida…», relata. Sin embargo, tampoco es fácil ‘ver los toros desde la barrera’. «Como técnico esos nervios pasan a multiplicarse por 4, sientes que tu trabajo ya está hecho, porque durante el ciclo olímpicos hemos hecho todo y más para que estos deportistas consigan llegar a la cita en su mejor estado de forma. Ahora ellos en el tapiz, estoy segura de que darán todo lo mejor de sí y yo estaré acompañándolos en todo momento», explica.
El olimpismo se ha convertido en su modo de vida, todo su calendario vital se desarrolla en ciclos de cuatro años, o cinco en este caso. Pero es el estilo que ha escogido y, aunque estos sean unos Juegos diferentes, los vivirá con la ilusión de la misma joven que debutó hace ya 33 años. «El ambiente en la villa, sin contar las medidas especiales anti Covid, que están siendo extremas, es el mismo. Aquí dentro, la actividad diaria se va realizando igual: deportistas que viene y van a los entrenamientos, la actividad en el comedor o gimnasio de la villa... En este aspecto las dinámicas son como en todas las ocasiones», asegura.
Aunque puntualiza: «En la ciudad no se está viviendo el ambiente de unos juegos. Cuando nos desplazamos a los lugares de entrenamientos en buses que salen desde la villa, ves menos banderines colgados en la calle… Los japoneses no pueden disfrutar como en otras ediciones y da pena, porque se están celebrando en su casa». Sensaciones encontradas, pero un mismo sentimiento que sigue vivo desde hace años.
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