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La Roja regresa a La Rosaleda este domingo (20,45 horas, La 1 de TVE). Es el último compromiso de la primera tanda dentro de la Liga de Naciones, en plena cuenta atrás para ese Mundial de Catar en insólitas fechas, entre noviembre y diciembre. A menos de un semestre de la gran cita del fútbol es inevitable recordar que también pocos meses antes de abrir el ciclo triunfal más importante de su historia, con títulos en tres citas consecutivas –dos Eurocopas y un Mundial, un hito sin precedentes–, el equipo nacional compareció en febrero de 2008 en el recinto de Martiricos (con victoria por 1-0 contra Francia) en el arranque de la preparación para la cita continental en Austria y Suiza, saldada con el triunfo frente a Alemania con gol de Fernando Torres en aquella sutil picadita ante Lehmann en el estadio Ernst Happel de Viena.
Aquel 6 de febrero de 2008 en Martiricos supuso el punto de partida, no sin polémica, en la etapa más importante del fútbol español. Esta noche, cinco meses y 11 días antes de la primera cita en tierras cataríes (contra Costa Rica o Nueva Zelanda), calibrará frente a la República Checa (20.45 horas, La 1) si da un paso más en su evolución o si, por el contrario, muestra más dudas y cede terreno de forma casi definitiva ante Portugal en el pulso por acabar líder y alcanzar la final a cuatro en este certamen europeo de naciones de reciente creación.
No es difícil recordar aquella cita de hace 14 años y cuatro meses porque estuvo marcada por el claro distanciamiento de la afición con el entonces seleccionador, Luis Aragonés, por la decisión definitiva de prescindir de Raúl. La presión popular no surtió efecto. Ni los gritos a favor del futbolista en el pasillo a La Roja en la llegada a la estación María Zambrano ni los cánticos en La Rosaleda durante el encuentro frente a Francia. El técnico de Hortaleza ya no volvió a contar con el '7' blanco y mantuvo su apuesta por Fernando Torres, Villa o Güiza como delanteros. Aquella convocatoria para la cita en el recinto de Martirticos originó otro debate porque en ella figuraba Albelda, sin competir en el Valencia por la decisión de Ronald Koeman de apartarlo de la plantilla junto a Cañizares y Angulo. Y como la situación no varió, a la postre aquel España-Francia fue el último de los 51 partidos del medio de contención con la absoluta.
España, que había certificado su clasificación para la Eurocopa 2008 con triunfos ante Suecia (1-0) e Irlanda del Norte (1-0), comenzó en Málaga su periplo de preparación ante un rival de empaque y luego encadenó ocho victorias y un solo empate (ante Italia en cuartos, resueltos en la tanda de penaltis) hasta coronarse en Viena. Ahora es más complicado hablar en términos similares –también Luis Enrique cuenta con una nómina más extensa de variantes–, pero aquella noche ante Francia Luis contó con la base del equipo que luego logró su segundo título europeo. Alineó a Casillas; Sergio Ramos, Marchena, Albiol, Capdevila (autor del único gol del duelo); Albelda; Cesc, Xavi, Iniesta, Riera, y Fernando Torres. Luego entraron el lateral derecho Ángel por Sergio Ramos, el central Pablo por Marchena, Villa por Riera, Xabi Alonso por Albelda y Güiza por Fernando Torres. Problemas físicos habían dejado fuera a Puyol y Silva, titulares en el estreno del certamen –ante Rusia (4-1)– con Senna, gran beneficiado por el ostracismo de Albelda en el Valencia.
Catorce años después, la selección encara la recta final para otra gran cita, el Mundial de Catar, y se cita con la República Checa en el tercer partido de clasificación en la historia de La Rosaleda (antes se vivieron frente a Grecia e Islandia, con sendos triunfos) obligada a no fallar. Precisamente el tropiezo frente a este rival hace una semana (empate a dos in extremis) le ha concedido ventaja a Portugal a tres jornadas de la conclusión de la fase de grupos. España depende de sí mismo, pero no puede fallar esta noche porque el cuadro luso visita al colista, Suiza, y podría encontrarse con una ventaja casi definitiva si vence en Berna.
La Rosaleda estará repleta después de la venta de las 30.000 entradas en pocas horas para animar a una selección de claroscuros. En el aspecto positivo, la consolidación de una idea (la posesión de la pelota y el control del juego para evitar correcalles), el equilibrio con Busquets como eje del compás (en esa función Rodri no termina de brillar como en el City), un estilo más o menos definido en el juego por dentro y por fuera, y también una simbiosis de personalidad y esfuerzo. En el negativo, las permanentes dudas atrás (con Unai Simón siempre protagonista de alguna acción arriesgada y centrales sin excesiva contundencia), los riesgos en la salida del balón (Suiza sólo creó problemas con la presión alta), cierta desprotección con la defensa adelantada y, sobre todo, más colmillo arriba.
Por encima de todo, con más o menos bajas (ahora faltan Laporte, Pedri o Thiago mientras que Ansu Fati está de invitado), La Roja es una selección de autor. Luis Enrique ha conseguido que cada jugador asuma su rol (en el campo y en el grupo), el secreto de haber llegado a la final de la anterior Liga de Naciones o de haberla rozado en la Eurocopa. La Rosaleda quiere volver a ser talismán para La Roja. En Málaga comenzó el periplo hace catorce años para firmar la mejor etapa de la historia. La fiesta está asegurada para que España vuele en una cita exigente ante la República Checa y se marche de vacaciones con la moral intacta cara al Mundial de final de año.
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