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FERNANDO MORGADO
Domingo, 8 de octubre 2017, 00:56
Cualquiera podría decir que los seguidores barcelonistas fuera de Cataluña viven estos días una especie de encrucijada, que les asaltan las dudas y cuestionan algo tan serio y a la vez tan trivial como los colores de su corazón. El desafío independentista puede que lo sea también para los azulgrana repartidos por la Península, especialmente cuando juega la selección española. Pero, como decía el personaje de Sandoval en la película ‘El secreto de sus ojos’, un hombre puede cambiar de casa, de familia, de religión y de dios –incluso de país, en este caso–, pero nunca podrá cambiar de pasión.
Por eso, los habituales de la Peña Barcelonista de El Palo siguieron el España-Albania con total normalidad. Tampoco había demasiado ambiente en este rincón de la calle Quitapenas, con tanta solera como su vecina, la hamburguesería Maruchi, en cuyo balcón colgaba una bandera rojigualda –constitucional, eso sí. Algunas familias en la terraza más cercana a la playa, un par de turistas alemanes a la espera del comienzo del encuentro junto a la televisión que colocaron en la fachada y los ‘parroquianos’ formando una singular ‘grada’ en el interior del local.
Al contrario que en el Camp Nou, aquí nadie pitó el himno, claro está, ni tampoco al protagonista de la jornada, que el viernes tuvo más primeros planos que en toda su carrera. Los silbidos cada vez que Gerard Piqué tocaba el balón no sientan nada bien a los barcelonistas de pro. Como a José Andrés, profesor de 48 años, que ocupa también una mesa de la terraza junto a su colega de profesión David, de 43. Admiten que no son habituales en la Peña Barcelonista de El Palo, pero sí que comparten los mismos colores.
«Los pitos son una estupidez. Si estás con la selección, debes apoyar a todos los jugadores», asegura José Andrés. David cree que el rechazo al catalán no se debe tanto a su apoyo al referéndum, sino a «las formas» que emplea. «No se le vio llorar por el atentado de Las Ramblas y sí por unos incidentes en los que, al fin y al cabo, se ha visto a la policía actuar como debe». A pesar de todo, el sentido común les hace ver la situación con algo de distancia. «Creo que no se debe mezclar la política y el deporte y que el Barcelona se equivoca por completo al posicionarse a favor de la independencia, pero tampoco me ofende ni siento que me estén rechazando como aficionado», añade José Andrés. Su amigo David se encarga de quitarle aún más hierro al asunto: «Un jugador te gusta por lo que hace en el campo. Parece que lo que dicen, solo por ser futbolistas, vale oro, pero no es así».
José López, de 71 años, viene a la peña «a diario». Es barcelonista desde que era un niño y, aunque cree que sería mejor que el Barcelona se mantuviese al margen de una cuestión tan trascendental, comprende la postura de la directiva. «Al final es una entidad tan grande, que representa tanto en Cataluña, que tiene que pronunciarse». La afición de López por el fútbol y por el club azulgrana es mucho más poderosa que cualquier terremoto político. Traspasaría fronteras, llegado el caso: «No va a ocurrir, pero si el Barça jugara en otra liga distinta a la española, seguiría siendo del Barça».
Entre tanto, los goles de España se suceden. El del malagueño Isco es celebrado por partida doble. «¡Y que no tenga el Barça a ese jugador...!», lamenta Paco Lara, de 53 años, que atiende al partido junto a José López y otros dos amigos. «Al fin y al cabo, el fútbol es un trabajo más. Igual que yo hablo de política en mi Facebook, los jugadores lo hacen en sus redes sociales. Lo que pasa es que su altavoz es más grande», relativiza Lara sobre los pitos a Piqué. Su experiencia le hace extrañarse por el acoso al que está siendo sometido el central del Barcelona. «En los años 80, los jugadores vascos de la selección tapaban la bandera de sus medias y nadie les pitaba. Aquí han jugado Donato y Diego Costa... ¿sienten ellos más la camiseta que Piqué?», destaca.
Parece que nadie aquí se plantea su amor por el escudo porque la independencia, a pesar de todo, se sigue viendo como un imposible en estas latitudes. «Es una falacia. Además, si quieren, se pueden ir ya a otra liga. Nadie les obliga, ni al Barça, ni al Reus... ¿Por qué no lo hacen? Por una cuestión económica», zanja José Andrés.
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