icÍar ochoa de olano
Martes, 13 de agosto 2019, 00:16
Once siglos después de que Abderramán III pusiera los cimientos del puerto más importante del al-Ándalus Omeya en el sureste de la Península Ibérica, otro árabe se lanza con éxito a la reconquista de Almería. O, al menos, a parte de ella. Turki Al-Sheikh, asesor de la corte real del reino de Arabia Saudí, acaba de pasar por la tierra de Bisbal para tomar posesión de la Unión Deportiva Almería, un club asfixiado por las deudas y necesitado de algo que a su nuevo propietario le sobra: 'cash'. En su jornada ibérica de compras, el magnate árabe prescindió del característico turbante y la túnica blanca o 'suriyah' para enfundarse la camiseta rojiblanca de la entidad deportiva andaluza y cerrar de esa guisa el trato por el que, a cambio de unos 20 millones de euros, se ha hecho con el control del 96% de sus acciones. El magnate cumple así la mitad de su anhelo: desembarcar en el fútbol europeo. Ahora le toca llenar de petróleo el depósito de su nuevo juguete para catapultarlo a la Primera División y rematar su sueño de codearse así con los astros del balompié.
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Turki bin Abdul Mohsen bin Abdul Latif Al-Sheikh (Riad, 1981) no es un jeque más en la temible autocracia que dirige el país de La Meca y la mezquita del profeta, en Medina, los dos lugares más sagrados del islam, ambos vetados a los no musulmanes. Forma parte del exiguo grupo de hombres de confianza del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, más conocido por su acrónimo, MBS. Hasta el punto de que el heredero le ha encargado el desarrollo del proyecto estratégico más ambicioso que encara la nación.
Lugar y fecha de nacimiento Riad, 4 de agosto de 1981
Familia Casado, tres hijos
Estudios Licenciado en Ciencias de la Seguridad
Trayectoria Trabajó en varias áreas del Gobierno saudí, incluyendo el Ministerio del Interior y el de Defensa. Desde 2015 es asesor de la corte real y ahora también presidente de la Autoridad de Entretenimiento General
Aficiones El fútbol –fue el dueño del club egipcio Pyramids FC antes de comprar el UD Almería– y la poesía.
El principal exportador de oro negro del mundo lleva cinco años tratando de hacer frente a los déficits presupuestarios desde que, en 2014, los precios del crudo se desplomaron. Arabia Saudí ya no puede vivir solo del petróleo. Necesita diversificar su economía y, también, crear empleos para los jóvenes –de los 33 millones de habitantes que conforman su población, dos tercios no ha cumplido los 30 años–, sacudirse su imagen ultraconservadora, atraer visitantes extranjeros y retener en casa a los miles de millones de riyals que los sauditas dedican cada año a sus escarceos ociosos en Dubai y Bahrein, a donde se desplazan para ver películas o desfogarse en los parques de atracciones. Riad se ha propuesto convertirse en algo así como Las Vegas de la Península Arábiga, pero sin tanto desenfreno y con bastante más recato. Y en ese asombrosa vuelta al calcetín que pretende llevar a cabo, el dueño de la Unión Deportiva de Almería es quien maneja la barca.
A Turki Al-Sheikh le han colocado en la presidencia de la Autoridad de Entretenimiento General (GEA), un cargo creado ex profeso por MSB en mayo de 2016 para dar alas a su plan transformador, que prevé invertir la friolera de 60.000 millonos de euros hasta 2030. Mientras el príncipe Salmán afloja las restricciones sociales con la derogación de la ley que impedía conducir a las mujeres o el recorte de poderes al ejército de barbudos que integra la policía religiosa y que vela por que las ciudadanas cubran convenientemente sus cuerpos y caras, y no canten ni bailen, el jeque futbolero se ocupa de programar conciertos de jazz, óperas, festivales de cómics o espectáculos de 'pressing catch' en un país en el que, hasta anteayer, divertirse era poco islámico y, por tanto, estaba muy mal visto.
El hombre que se propone meter al equipo de fútbol almeriense en el mismo estadio que el Real Madrid o el Barça es el mismo que tiene la misión de convertir Arabia Saudí en un centro mundial de ocio y turismo. Y en ese empeño está, aunque su jefe no se lo está poniendo nada fácil a la hora de captar inversores potenciales, un tanto apocados por las noticias de purgas de disidentes –entre ellos, príncipes y hombres de negocios prominentes– y de 'liquidaciones', como la del periodista Jamal Khasoggi, desaparecido el pasado mes de octubre tras entrar al consulado de Arabia Saudí en Estambul.
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Aun así, el presidente de la GEA se las ha arreglado para anotarse algunos logros, inimaginables en un país tan reaccionario, como la actuación de Black Eyed Peas, el pasado diciembre. «Espero que firmas nacionales, bancos, empresarios, artistas y todos los sectores se unan. Hay oportunidades de oro. Esta es una gran puerta para decenas de miles, si no cientos de miles de empleos y para decenas de miles de millones, si no cientos de miles de millones», promocionaba en enero ante una audiencia formada por príncipes, ministros, celebridades árabes y algunos clérigos musulmanes. Lo próximo, dicen, podría ser que organizara un encierro por las calles de Riad o una corrida de toros con todos los sacramentos españoles. Ahora que Al-Sheikh ha puesto una pica en Almería, la intendencia será coser y pagar.
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