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Robert Basic
Lunes, 13 de mayo 2024, 21:16
El agua bendijo el día grande de Iker Muniain. El cielo se abrió justo antes del acto y dejó caer sus lágrimas, que empaparon el campo santo de La Catedral, espléndida en una tarde gris. Más de 20.000 parroquianos rojiblancos se acercaron para asistir ... al homenaje de despedida del capitán, impecablemente vestido con un traje negro y camisa blanca, con un pin del Athletic en la solapa izquierda, símbolo de una vida y de pertenencia inquebrantable a un sentimiento. «Estoy muy emocionado. Gracias por acompañarme en este momento especial», dijo el navarro, quien tras 20 años cierra una etapa para abrir otra lejos de su hogar. «Me voy tranquilo porque sé que este club está en buenas manos», manifestó tras fundirse en un sentido abrazo con Iñaki Williams, depositario de su confianza y el hombre llamado a sucederle en la representación y defensa de los valores del club vasco.
Muniain saltó al campo con sus dos hijos cogidos de la mano. Sonreían. Él también. No se rompió hasta el final, firme, endurecido para la ocasión y genuinamente feliz. Pero tras sus últimas palabras lloró con el corazón. Agachó la cabeza y se cubrió los ojos. Un torbellio de emociones le comía por dentro, debajo de la piel, siempre rojiblanca. Una hora antes había atravesado el pasillo formado por los jugadores de la primera plantilla, futbolistas del conjunto femenino y algunos niños, presente y futuro del Athletic. Se sentó en una de las dos sillas colocadas en el área del fondo norte, con los tres títulos ganados -una Copa del Rey y dos Supercopas- y un par de bustos vestidos con su camiseta, listo para grabar en la memoria un momento único. Estaba a punto de iniciar un viaje sin retorno, el que le trajo al club con apenas 11 años y del que se marcha con 31. «Me siento un privilegiado por haber podido vivir tantos momentos juntos», dijo mirando a su equipo y la grada.
Comenzó el acto con una foto suya proyectada en una de las pantallas en la que se le veía lanzando el penalti de La Cartuja. «Fue un momento feliz, pero reconozco que se trataba de uno de los momentos más difíciles de mi carrera». Sintió presión y «miedo», pero los afrontó y superó para ganar una Copa tras cuatro décadas de espera. Luego le pusieron otra instantánea en la que volvía a tirar una pena máxima pero siendo niño, con los sueños intactos. «La tengo en mi casa. Fue mi primer torneo con el Athletic, en Gueñes. Tenía 11-12 años». Entonces se dirigió a los chavales sentados en la grada. «Las experiencias te forman como persona. Pero la esencia del niño pegado al balón me ha ayudado mucho. Mi fútbol ha vivido mucho de la imaginación», les trasladó sus impresiones con el objetivo de que jamás olviden de dónde vienen y de disfrutar con la pelota.
Muniain recordó sus primeras semanas en la residencia de Derio, con apenas 12 años, lejos de su familia pero un poco más cerca de su sueño. Habló el presidente del Athletic, Jon Uriarte, quien le obsequió con una fotografía y le dedicó palabras de cariño. «Te has hecho un hombre aquí. Muchas gracias por todo lo que nos has dado. ¡Aupa Athletic y aupa Muniain!», proclamó el máximo mandatario rojiblanco. El navarro agradeció su discurso, y luego eschuchó el de su amigo Iñaki Williams: «Te mereces todo lo bueno que te pase. Estamos orgullosos de tu carrera. Podré decir que he conocido a Iker Muniain y que he jugado con él».
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