Ignacio Tylko
Miércoles, 20 de abril 2016, 09:47
Tras arruinar el enorme crédito del que disponía a causa de tres derrotas ligueras consecutivas, el Barça se agarró al pistolero Luis Suárez para superar con grandeza y carácter de campeón una situación de máxima dificultad en Riazor, tal y como reconoció su técnico en la víspera del choque. Una derrota frente a los coruñeses hubiera supuesto perder la cabeza a cuatro jornadas del final del torneo de la regularidad y, seguramente, el fin del proyecto: una hecatombe para los azulgrana. Pero fue un triunfo de jerarquía, tan cómodo como revitalizante.
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Justo cuando más arreciaban la críticas al entrenador asturiano por su altanería en las comparecencias y errores en los planteamientos, e incluso al rendimiento de la idolatrada MSN, los azulgrana dieron un golpe de autoridad lejos de casa. Mantuvieron el liderato, exhibieron una superioridad incuestionable y liberaron a base de goles la ansiedad que les atenezaba. No fue su actuación más brillante aunque pueda parecerlo, pero la goleada supone un baño de autoestima. Tras su póquer, acompañado de dos asistencias, el 'killer' uruguayo suma ya 30 dianas en plena lucha con Cristiano Ronaldo por el pichichi.
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Dani Alves, castigado frente al Valencia por la escenica de la peluca tras caer eliminado en Champions, fue alistado en feudo blanquiazul para tratar de resarcirse y hablar en el campo para pedir perdón. Cumplió el guion el lateral brasileño, Y Bartra, en quien no confía su entrenador por más que diga lo contrario, ocupó el puesto del Piqué, sancionado pero muy presente en este viaje peliagudo. El central canterano se reivindicó con un gran gol tras una jugada personal que suponía el 0-7 humillante para los locales. Todavía hubo tiempo para que Neymar, en una baja forma inquietante, acabara con una racha de cinco partidos sin marcar.
Los culés comenzaron con dudas, nervios y alguna desatención defensiva peligrosa, pero enseguida encontraron una ayuda enorme del endeble rival. El Deportivo, que llegó a ser sexto, sólo ha sumado una victoria, ante el Levante, en la segunda vuelta, y por algo ha llegado a encadenar 13 jornadas sin ganar. Es un equipo que se le ha ido cayendo a Víctor Sánchez. Trató de parar al Barça con un 4-4-2 de salida y las líneas muy juntas, y de sorprenderle con balones largos en busca de Oriol Riera y de segundas jugadas. Lo consiguió en el lapso entre el 0-1 y el 0-2, pero atrás fue una calamidad y dejó enormes huecos a la espalda de sus zagueros. Le perjudicaron las ausencias de los sancionados Lopo y Arribas. Tampoco su portero, silbado en casa, ofrece seguridad. Fabricio, héroe la Liga pasada en el choque que le dio la permanencia al Depor en el Camp Nou, y Lux, están lesionados, y el gijonés Manu Fernández no parece de garantías.
Bálsamo polémico
Los gallegos cometieron el impensable error de dejar correr al Barça al contragolpe, un fallo que seguro no entraba en los planes de su entrenador. Así nació la jugada que acabó en el córner del primer gol, clave desde el punto de vista anímico. Manu desvió el remate de Messi, tras una combinación en la que participaron Neymar y Luis Suárez. El uruguayo marcó con el pie en el área pequeña, tras el saque de esquina. Es cierto que empujó a Sidnei, pero tanto la zaga como el portero locales estuvieron contemplativos.
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Ese gol era puro bálsamo para el Barça, que aun así sufrió algunos minutos. Aceptó el ida y vuelta y estuvo a punto de encajar dos tantos. El costarricense Celso Borges desperdició dos ocasiones pintiparadas, sólo ante un Bravo indeciso. A partir de ahí, empero, los azulgrana supieron llevar el choque a su terreno y conseguir un gobierno absoluto a partir de la posesión. Suárez tuvo el tercero justo antes del descanso, pero falló un remate a placer porque el balón le golpeó en la tibia de la pierna de apoyo.
La victoria ya parecía sellada, pero por si acaso al Barça le vino bien recorrdar que el Depor le había igualado los dos últimos partidos tras un parcial de 2-0. Por eso, y porque la Liga estaba en juego, los catalanes salieron con hambre en la reanudación. Y pudieron darse un paseo de lo más calmado tras los tempraneros goles de Rakitic y Suárez, el gran triunfador de la noche. Esta vez, Luis Enrique movió el banquillo y dio minutos de descanso a Iniesta, Jordi Alba y Busquets. Todo le salió a pedir de boca.
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