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Pandemia y olvido se juntaron a partes iguales para borrar del mapa a Francis Guerrero. El coineño de 25 años llegó a jugar 36 partidos en Primera y debutó con la selección sub-21 española revelándose como un jugador polivalente, notable en la faceta defensiva y con mucha proyección deportiva... pero seguramente la mayoría de aficionados le perdieron la pista. Su odisea puede llegar a su fin en este mercado de invierno tras una salida conflictiva del Betis y el paso por el quirófano en noviembre de 2020 para ser intervenido en la rodilla derecha.
Francis, que comenzó a jugar al fútbol en su pueblo, se marchó de infantil al Puerto Malagueño, y en 2014 llegó a la cantera del Betis. En agosto de 2017 se produjo su soñado debut en Primera con el cuadro verdiblanco, nada menos que en el Camp Nou (2-0). Pero ya habían ido a más los problemas físicos. «En la cantera del Betis, siendo juvenil, acabé un partido y sentí unas molestias en una rodilla (la derecha). Me hicieron una exploración y me dijeron que podía tener el cuerno del menisco roto, pero seguí jugando bastante bien hasta llegar al primer equipo», comenta a este periódico, en sus primeras declaraciones a un medio en todo este largo ciclo sin fútbol.
En noviembre de 2017 se sometió de nuevo a una meniscopatía externa en la articulación. «En mi primera temporada en el primer equipo del Betis (la 2017-18) no jugué mucho, porque acababa de salir de esa operación, pero en mi segundo año (2018-19) actué bastante y fue cuando me llamaron para la sub-21. Quique Setién fue su padrino. »Siempre había jugado de extremo derecho, muy abierto en banda, pero con él como 'carrilero' me sentía muy cómodo«, reconoce.
Aun así, seguían las molestias. «Llegué a un punto en el que no me encontraba cómodo y quería buscarle una solución mirando al futuro. No se supo atajar el problema en su momento y se complicó», sentencia. Lo cierto es que en febrero de 2019 renovó hasta 2023, pero en la 2019-20 apenas jugaba con Rubi y en enero fue cedido al Almería, en Segunda, con una opción de compra obligatoria (cercana a los tres millones de euros) si se producía el ascenso, que no llegó al caer s equipo en la primera eliminatoria de los 'play-off'. Curiosamente, su último partido oficial, el 20 de julio de 2020, fue ante el Málaga (0-0) en el estadio de los Juegos Mediterráneos.
De vuelta al Betis, en la 2020-21 todo fue ya a peor. No contaba para Pellegrini y el club trató de instarle a su despido por invalidez por su problema en la rodilla. Su desvinculación, anunciada en octubre de 2020 fue llevada a juicio por el jugador. «Dejé todo en manos de mis asesores y seguí mi camino por mi lado y el Betis por el suyo», explica, y pocos días después de ese trance, a principios de noviembre, acudió al doctor Cugat en Barcelona y fue intervenido en la rodilla de la polémica. «Me vio en muy buenas condiciones y fue muy optimista. Estuve dos meses viviendo en Barcelona y fue allí donde tuvimos el bebé, y en Navidades volví a casa», relata.
Francis atraviesa un periodo de felicidad con su pareja, la gaditana Miriam, y su hijo Julio. Instalado en Málaga, en Torremolinos, creó un grupo de trabajo para comenzar la recuperación junto a Juan Miguel Fernández (readaptador y preparador físico), y los fisioterapeutas Vicente Aguilar e Israel Güiza. «Dentro de lo negativo de una situación, aunque suene a tópico, siempre hay algo positivo. Al final la vida iba tan rápido que no disfrutaba de los momentos», confiesa, y aclara que nunca ha dejado de sentirse futbolista. «Siempre he tenido la convicción de que antes o después iba a volver, y ahora estoy en ese punto», asevera más de dos meses después de tener el alta médica. «Rencor al Betis, ninguno –añade también–. Viví allí seis o siete años muy bonitos y me creó un sentimiento de pertenencia. Soy un bético más. Recuerdo la clasificación para la Europa League o ganar un derbi en el Sánchez Pizjuán, el del famoso 3-5».
Ahora Francis mira al futuro. «Me encuentro con muchas ganas de volver y demostrar que estoy perfectamente. Estoy buscando alguien que crea en mí. Sé que el mercado de enero tiene pocos movimientos y los reajustes económicos en los clubes con la pandemia hacen que se piensen mucho las incorporaciones y busquen jugadores rodados, que no es mi caso. Pero soy muy optimista, porque he hecho muy buena preparación», argumenta y pone el ejemplo de su excompañero Canales, que se lesionó varias veces en el cruzado de la rodilla: «Parecía que no iba a volver a jugar y mira el nivel que está dando».
El coineño no descarta salir al extranjero, pero prioriza España y sigue a la espera de novedades por parte de su representante, el exmalaguista Manu Sánchez, a las órdenes a su vez de Manuel García Quilón. Ni siquiera descarta seguir viviendo en la Costa del Sol. «Como buen malagueño, a todo el mundo le gusta jugar en su casa. Me gustaría verme vestido de blanquiazul, no se puede negar», admite dejándose querer y recordando que nunca ha llevado esa prenda.
Con un exmalaguista y paisano, Juanmi, coincidió de pasada en el Betis, pero nunca en el campo. Ahora es el máximo artillero español de la Liga. «Me alegro mucho por él. El año que llegó no fue bien, y ahora le están saliendo las cosas. Es una muestra de todo lo que digo», concluye.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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