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marina rivas
Miércoles, 2 de octubre 2019, 00:48
Cuando vives por y para un sueño, cualquier dificultad parece pequeña. En su caso fueron muchas: la distancia, la edad, los medios y el propio desconocimiento de hacia dónde iba el fútbol femenino o si alguien podría decir que vivía de él. Todo eran dudas para una niña del municipio más septentrional de Granada, Húescar, con alrededor de 7.500 habitantes. Allí nació Esther González, la pequeña de cuatro hermanas que también practicaron fútbol, aunque no profesionalmente. A los siete comenzó a jugar con niños, en su pueblo; a los nueve, empezó a viajar con las categorías inferiores de la selección andaluza; a los quince fichó por su primer equipo íntegramente femenino, el Algaidas malagueño, y ahora, a los 26, es uno de los grandes nombres del fútbol español.
Debutó en Primera a los 16 años con el Levante, continuó en la máxima categoría femenina con el Atlético Málaga, el Sporting de Huelva, el Atlético de Madrid –con el que sumó tres Ligas y una Copa de la Reina– y, desde esta campaña, de nuevo con el Levante. Además, es internacional desde hace una década, desde la categoría sub-17 (fue subcampeona de Europa) hasta la absoluta. De hecho, se concentra con el combinado nacional estos días cara a dos partidos clasificatorios para la Eurocopa de 2021: contra Azerbaiyán, este viernes, y frente a la República Checa, el martes 8. Uno de esos talentos difíciles de encontrar y que comenzó a gestarse en el municipio malagueño de Villanueva de Algaidas.
Aquí comenzó su carrera de obstáculos, aunque unida la suerte al talento todo fue más sencillo. «Yo descubrí el fútbol femenino por la selección andaluza. Si no me llegan a convocar, yo creo que no me hubiera enterado de que existía. A partir de ahí fue una especie de cadena», recuerda. Y continúa con la explicación: «En esos partidos con Andalucía empecé a conocer a gente, y mis padres, que estaban en la grada, también. Entonces conocimos a Adri (Adrián Conde, entrenador del Algaidas). Él habló con mi padre en un momento en el que yo ya tenía que dejar el fútbol masculino y me abrió las puertas del equipo». Viendo la ilusión de su hija, que además tenía varias amigas del combinado andaluz que jugaban en este equipo malagueño, el padre ni se lo pensó.
Así, durante dos temporadas, aquel padre de familia humilde, que se dedicaba a la pintura, condujo varias veces por semana desde Huéscar hasta el municipio malagueño –curiosamente, aún más reducido que el suyo, con escasos 4.000 habitantes–, pero con equipo femenino en la Segunda División Nacional. «Así es, mi padre me llevaba unos 250 kilómetros ida y otros 250 de vuelta para algunos entrenos y los días de partido. Él se adaptaba porque para mí ese era mi sueño y cualquier buen padre o madre disfruta viendo feliz a su hijo o hija», asegura la delantera.
Cuando llegó, sólo tenía catorce y no se le permitía jugar en Segunda hasta los 15, por lo que tuvo que esperar hasta la segunda vuelta para debutar. Pero sus cualidades no tardaron en ver la luz y se convirtió en una de las máximas goleadoras del conjunto, además de fija con las selecciones andaluzas e incluso con la malagueña, a pesar de ser granadina. Su talento traspasó las fronteras andaluzas y, estando en Málaga, la atacante recibió su primera llamada de la selección (sub-17). «Ya ve, aquello fue inolvidable, no me lo creía. Ni siquiera me había subido nunca en un avión y me fui sola para Madrid», recuerda. Desde entonces, su ascenso fue meteórico.
Del Algaidas pasó al Levante y debutó en la élite a los 16 años. Tras dos temporadas como granota, fichó por el Atlético Málaga femenino, entonces en Primera (2011-2012) y fue la máxima anotadora del equipo con 14 tantos en su cuenta, aunque por desgracia, al cierre de la temporada, el cuadro blanquiazul acabó descendiendo. El culmen de la carrera de la granadina, hasta la fecha, le llegó dos años después con su llegada al Atlético de Madrid, la mayor potencia del fútbol femenino, junto al Barcelona y al Levante, en los últimos años. «¿Quién no quería jugar con el Atlético? Ahí están las mejores jugadoras de España y yo iba a estar ahí siendo una más. He ganado títulos, aprendido valores… Creo que ha sido la etapa en la que más me he exigido profesionalmente», valora Esther. Sin embargo, sus raíces humildes y su carácter le recuerdan que nunca debe olvidarse de sus comienzo. «Si tuviera que elegir un equipo, no por lo profesional sino por lo personal, me quedaría con el Algaidas. Sigo teniendo contacto con todas mis compañeras, nos lo pasábamos superbien, éramos muy competitivas… Y Adri siempre será sin duda mi mejor entrenador, porque me llegó como persona. Cada entrenador te aporta algo en tu carrera, pero no todos te marcan», asegura, emocionada, mientras recuerda vivencias con el equipo.
Aunque aquello ya forma parte de su pasado, su presente es diferente: «Mi plan A era ser futbolista y lo he cumplido. Ahora estoy con un Levante muy ambicioso y fuerza para seguir creciendo y ojalá que con la selección también. Además, cuando creces te das cuenta de que también necesitas un plan B, así que también estoy estudiando Fisioterapia», comenta. Todo ello, mientras la granadina descansaba, en la habitación de su hotel de concentración antes del último duelo de Liga ante el Tenerife (ganaron, con ella como titular). Poco después cogió un avión rumbo a Madrid para unirse a la selección española. Echando la vista atrás, aquellos 500 kilómetros varias veces por semana durante dos años parecen quedarse cortos.
Él fue su mejor entrenador, y ella, quizá su mejor alumna. Adrián Conde, técnico del Algaidas y durante varios años de las selecciones femeninas malagueñas, recuerda la primera vez que vio a Esther. «La conocí en un partido de la selección andaluza sub-16 y ya destacaba. Me dijeron que jugaba con niños en un pueblo de Granada y que pronto cumpliría los 15 (edad a la que no se permiten los equipos mixtos), así que hablé con ella y con el padre para venir al Algaidas. Eran muchos kilómetros para una niña de 14 años, pero teníamos un buen equipo y accedieron». En algunos de esos trayectos, también condujo Conde, que a veces la recogía en Granada para facilitar el camino al padre. Tampoco olvida la que fue su primera campaña en el equipo. «Ganamos 0-12 a La Cruz Villanovense y ella metió 8. Era un espectáculo. Ya se le veía que iba para ‘crack’». Incluso, sobre su precodidad, añade: «En mis años como seleccionador malagueño no recuerdo un caso como el suyo, su crecimiento fue muy rápido. Con 16 se plantó en el Levante. Recuerdo que era muy ambiciosa. Siendo muy pequeña decía que no pararía hasta llegar a Primera y a la selección». Y lo consiguió.
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