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Corría el minuto tres del partido cuando «nuestros delanteros se hicieron con el balón, y sin tantear al enemigo, se lanzaron al ataque, y en una bonita combinación del trío interior llegaron ante la puerta francesa, rematando Castroviejo, y teniendo la suerte, pues su hazaña será dato histórico de la Sociedad, de marcar el primer «goal» para el C. D. Logroño». Así contaba, un martes 17 de junio 1924, Diario LARIOJA el primer gol marcado en el campo de Las Gaunas. Fue dos días antes, el 15 de junio cuando se disputó el encuentro entre el joven Club Deportivo Logroño y el Vie Au Grand Air galo. Fue la primera vez que se cantó eso de ¡Gol en Las Gaunas!, y no pudo hacerlo jugador más ilustre que Ramón Castroviejo Briones, entonces un hombre de calidad y después reconocido oftalmólogo a nivel mundial.
No era el doctor el único jugador insigne en un once blanquirrojo que estuvo formado por Omist, Romero, Escobal, Fortu, Adarraga, Alesón, Lecea, Santolaya, Fermín, Aróstegui y Castroviejo.
Perico Escobal llegó a ser capitán del Real Madrid y se convirtió en el primer riojano en participar en los Juegos Olímpicos al ser seleccionado para participar en París 1924. Militante republicano, durante la Guerra Civil fue condenado a treinta años de prisión y su condición de futbolista famoso le libró de ser fusilado. Exiliado a Cuba y Estados Unidos, se encargó con éxito del alumbrado de Queens en Nueva York. Narró su dura experiencia durante la dictadura franquista en sus memorias, 'Las sacas'.
El cuadro logroñés tuvo oportunidad de marcar un segundo gol pero, según la crónica del duelo ante los galos, «el máximo castigo lo ejecutó Adarraga, lanzando intencionadamente el balón a las manos del portero».
En la segunda mitad sí que hizo efectivo el conjunto local su dominio sobre el rival y «Fermín y Aróstegui se encargaron de introducir una vez cada uno el balón en la red francesa, premiándose sus hazañas con calurosos aplausos». No fue el Vie Au Grand Air el temible adversario que se esperaba. De hecho, el reportero vio en los franceses «una falta de decisión a la hora suprema». «Sus combinaciones son perfectas y exactas», explicaba, pero también desvelaba que «lo sobrados que de combinación se hallan les hace falta en 'schutadores'».
El «réfere señor Pueyo» arbitraba este partido como último examen para obtener su carné de colegiado y parece ser que se ganó el aprobado.
Al final del partido, hubo comida de confraternización con un discurso de agradecimiento del capitán del Vie Au Grand Air en un «castellano afrancesado», mientras que por parte del CDLogroño fue el señor Garrigosa el encargado de hablar en un «francés correctísimo».
El entonces nuevo Las Gaunas se convirtió a partir de este histórico 15 de junio de 1924 en el campo en el que el Logroño pasó a ejercer como local, tras haber utilizado el campo de La Trilladora hasta entonces.
Ahora bien, pese a la satisfacción de todos los asistentes porque «en capital alguna, de nuestra categoría, desde luego, existe un campo de deportes semejante al de Las Gaunas», también lanzaba un aviso al Ayuntamiento «sobre la necesidad de regar hasta la calle transversal del campo, hasta la carretera de Soria los días del partido y colocar el indicador de velocidades a los autos en dicho cruce. El polvo molestaba enormemente el domingo y la marcha de los automóviles era tan exagerada que, de no coartar a sus conductores con fuertes multas, un día tendremos que lamentar alguna sensible desgracia».
Y es que poco tenía que ver el campo original y sus accesos a aquel que fue creciendo hasta la aparición de las tribunas, con los campos de entrenamiento en los terrenos aledaños, y que vivió su último partido el 15 de febrero de 2002.
Militaba entonces el Club Deportivo Logroñés en Segunda B y tuvo como rival en esa despedida a L'Hospitalet. Se cerró la historia del vetusto estadio logroñés con una victoria por 1-0 gracias al gol de David Martín en el minuto 53. Vagaba entonces el Logroñés en sus años más oscuros, camino de la desaparición. Pero tuvo todavía ocasión de estrenar el flamante nuevo Las Gaunas, a unos pocos metros de aquel campo que este sábado hubiera cumplido un siglo de vida.
Aquel lejano 15 de junio de 1924 se estrenaba «en un día de gran gala» un terreno de juego que era un orgullo que animaba a defender «con toda seguridad» ante toda España que, «si existen standios mejores, solo parcialmente nos superan, pero no en conjunto».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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