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ANDRÉS MENÉNDEZ
LLANARES
Sábado, 15 de febrero 2020, 18:42
«Sucedió todo muy rápido». Ana López hace memoria, se esfuerza, pero no recuerda quién fue su ángel de la guarda. «Me da algo de vergüenza porque no sé cómo es», apunta. Aguarda en el campo donde hacía días le tocó vivir ... una «experiencia difícil». Mantiene la mirada fija, directa a la puerta principal. Cae la tarde y por el Complejo Deportivo de La Toba (Llaranes) llegan y se van niños continuamente. «No estoy segura, pero creo que es él. Me suena su cara», dice. Acierta.
Un padre y un niño se bajan del coche. Caminan juntos pegados a la valla. Es en ese momento cuando las miradas de Diego Pablo y Ana coinciden por primera vez. «Eres un ejemplo para la sociedad», le ensalza la árbitra mientras extiende la mano. Responde contemplativo. «Es muy tímido», dice Federico (su padre).
El Comercio reúne a Ana López y Diego Pablo Hernández. A la arbitra ovetense de 19 años que el sábado dirigió el encuentro entre el Avilés Stadium y el Deportivo Valdés -de Tercera Alevín-, y que sufrió improperios por parte de un sector de las gradas, con el portero, «por casualidad» (juega de delantero), que, con once años, se rebeló ante «una injusticia». «No entiendo qué pasa en el deporte. No sé por qué la gente se pone así delante de nosotros, que somos unos 'guajes'», afirma. «No es la primera vez que escucho algo así», lamenta. «En otra ocasión escuché que el fútbol era solo para hombres y que no podía haber árbitras. Eso no debe ser así», explica.
Era la mañana del sábado ( 8 de febrero) cuando el Avilés Stadium recibió en el Complejo Deportivo de La Toba al Deportivo Valdés, líder destacado del Grupo C de la Tercera Alevín asturiana. «Había bastante gente en las gradas», recuerdan. Los goles visitantes no se hicieron esperar. En las gradas una parte del público (en su mayoría padres y madres) comienza a impacientarse. Ana López, que dirigió su tercer partido como árbitra, centra todas las frustraciones.
Comenzaron los gritos, las protestas y los insultos. «Desgraciadamente estas situaciones no son nuevas y se repiten casa semana por los campos de fútbol», afirma. Una voz, especialmente alterada, se clava en la cabeza de Ana. «Me puse un poco nerviosa por la tensión del momento», recuerda. Víctima de la situación, afectada, no puede contener las lágrimas. Los entrenadores del Stadium tratan de tranquilizarla. «No pasa nada, lo estás haciendo bien», le dicen. En ese momento, con la árbitra de espaldas, la situación da un «cambia de forma radical». Diego Pablo, el portero del equipo local, se gira sobre la grada. Allí todavía se escuchan algunas voces protestando. Ana sigue nerviosa, afectada. «Callad y dejad a la árbitra tranquila de una vez», grita enfadado. «¿No veis que está llorando?», añade. «Parad, parad».
«No sé muy bien lo que pasó... Es que no estaba mirando. Pero no escuché ni una protesta, ni un grito más», rememora.
Todavía no ha concluido el primer tiempo, queda partido por delante, pero en el Complejo Deportivo de La Toba no se escucha «nada más» contra la árbitra. Ahora todo son apoyos.
«Lo estás haciendo bien, venga ánimo», le gritan. Concluye el partido. Diego Pablo ha encajado doce goles. «Eso es lo de menos», afirman. Sin saberlo, ha parado un tiro mucho más importante. «Muchas gracias por todo», le dice Ana. «Solo me daba pena que llorases y me parece que la situación ha sido injusta. Son los padres los que deben trasmitir otros valores», le responde casi sin aguantar la mirada.
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