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Media hora tardó en llegar el primer gol y tuvo que ser, quién si no, Haaland, el artífice. El noruego de 19 años, el delantero de moda en el fútbol mundial, el jugador que se estrenó con la camiseta del Borussia Dortmund en ... Marbella, mostró la primera celebración del fútbol moderno. En solitario. Sin abrazos. Recurriendo a los choques de codos a lo sumo, salvo el Hertha Berlín, donde se dio rienda a alguna efusión mayor. Con cinco partidos en su franja habitual de las tres y media de la tarde, la Bundesliga acabó ayer con el 'mono' de fútbol de cientos de miles de aficionados y nos mostró cómo será el balompié que viene, en la era del coronavirus. De momento es la única de las grandes ligas que esta de vuelta, a la espera de que en junio el balón vuelva a rodar en España, Italia e Inglaterra.
Entre tanto aspecto novedoso en el envoltorio, como se escenificó en seis estadios alemanes de la máxima categoría, conviene no desviar la atención sobre lo esencial. Este fútbol del futuro, el que tocará soportar un número indeterminado de meses, ha cambiado mucho el continente, pero no en el contenido, que es el mismo. Con sus contactos de siempre, algo inherente a la práctica de esta disciplina, con intensidad, choques... y VAR.
No condiciona la práctica del juego el uso de mascarillas en los banquillos (sólo se vio libres de ellas a primeros entrenadores, para hacerse oír en sus instrucciones), la falta de abrazos en las celebraciones, la prohibición de escupir, la salida independiente de los equipos al campo y sin himno, las distancias individuales en el paseo de entrada y salida, la ausencia de 'piñas' para conjurarse, la disposición separada de los suplentes y fuera del banquillo habitual, el margen que ofrece el cupo de cinco cambios (en tres tandas) y otros protocolos de distanciamiento e higiene, como la limpieza de balones. Quizás lo que más marca el producto final es la ausencia de estímulos en las gradas, tanto en el propio escenario como cara a la transmisión televisiva. Los gritos de los jugadores y en los banquillos retumban en el interior de grandes esqueletos de cemento. Llamó la atención ver desierto el 'Muro Amarillo' –uno de los graderíos más míticos del fútbol mundial– del Signal Iduna Park, el cementerio de las ilusiones malaguistas en la Champions. En cambio, el Borussia Moenchengladbach ha colocado imágenes de cartón de aficionados para dar color al recinto, igual que otros clubes apuestan por lonas más o menos grandes (Leipizig) para recubrir el perímetro. Con nueve jornadas por disputar, volvió la Bundesliga, en la que el Bayern busca su octavo título consecutivo. Antes del reinicio contaba con una renta de cuatro puntos respecto al Borussia Dortmund, recortada provisionalmente ayer a una tras la goleada al Schalke 04 (4-0) en el derbi del Ruhr.
La necesidad del retorno era evidente. Un tercio de los clubes alemanes no serían solventes en septiembre sin los 300 millones de euros de los derechos de televisión de Sky, pendientes de cobro y de que se termine la presente edición del torneo. Haaland, con diez goles en nueve citas de amarillo, sucedió a Uth (Colonia), autor del último gol, el 11 de marzo. Entre medias, más de 300.000 muertos en el mundo achacables oficialmente a la pandemia.
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