Fiebre de sábado noche

Y esta es una historia que parece no tener fin. Soñar no cuesta nada, pero, a veces, cansa, aburre. Y me refiero al Málaga, que viene mostrando últimamente hechuras de buen equipo con un juego que, sin ser preciosista, gusta a la gente de aquí y de allí por donde va. Sin gol y sin esa capacidad de reacción que se le venía observando. Eso de empezar marcando y acabar perdiendo se repite más de la cuenta, y viene a ser indicativo de que el equipo no sabe defender un resultado.

Lo sucedido el pasado sábado en La Rosaleda viene a confirmar mi particular teoría de que este Málaga de Pellicer necesita que le marquen un gol para que reaccione en consecuencia. Porque no se puede dudar de que los jugadores luchan hasta más allá del minuto no noventa. Por cierto, ¿dónde está Antoñito? Cuando Pellicer se decide a alinearlo apenas se le ve. Su despedida a varios meses vista no podía beneficiar a nadie.

Y todo esto en una noche muy especial en la que las estrellas estaban a ras del césped (nada menos que un Madrid-Atlético) y en esa Gala de los Goya con la que el cine se sumaba (también con polémica por medio) a esta noche especial con profusión de estrellas entre las que se veían densos nubarrones de críticas y problemas que, de momento, se reflejan en ese apretado grupo de aspirantes a ganar la Liga, al que el Barça se reincorpora fuerte y goleando. Quedó atrás la fiebre de un sábado noche repleto de emociones y esta misma noche, otro reto. Y no se admiten fallos. Y esto va también para el Málaga.