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Nacho Carmona
Málaga
Domingo, 10 de diciembre 2023, 18:15
Sólo lo sabe quien lo vive, aunque no resulta difícil comprenderlo. Fiel, como cada año, la línea de meta cumplió su parte del trato. Devolvió a los corredores el esfuerzo invertido en llegar a ella y volvió a recordar por qué mereció la pena luchar. ... Lo hizo en forma de videollamadas, sonrisas, abrazos, besos al cielo y, en numerosos casos, lágrimas. Sin compasión alguna, la línea de meta no distingue de edad, experiencia, género o nivel. Las emociones volvieron a convertirse en denominador común de los miles de corredores que consiguieron completar los 42 kilómetros de trazado. Caprichoso el destino, todos ellos sabían que con ese trato saldrían ganando.
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La meta, ansiosa, no tardó en demostrar el verdadero significado del Maratón. Se personificó en Ricardo Rosado, protagonista cuando el reloj del último arco del Paseo del Parque marcaba 2h.14:22. Al keniano Evans Kimptai, en la cabeza de la carrera durante todo el trazado, le fallaron las fuerzas en la última recta. Ya en la Alameda, en el tramo triunfal. A su acecho estaba el español, que pudo y no quiso cazarlo. Kimptai pasó por delante el primer arco. También el segundo. Y el tercero. El valenciano pudo rebasarlo en el cuarto, que también era el último y el decisivo. Pudo, pero no quiso. Cuando peor estaba el keniano, Rosado lo agarró del brazo para dejarlo pasar por delante de él. Kimptai pasó en quinto lugar y Rosado, en el sexto. Un gesto que cobra un extra de mérito entre atletas incluidos en la lista de élite (los 'fichajes' de la organización) y entre los que había un premio económico en juego.
El atleta valenciano, indirectamente, renunció a esa recompensa, sólo al alcance los cinco mejores. No le importó. Pero sí a la organización, que quiso valorar el gesto de Rosado otorgándole a él también el mismo montante. «Me salió del alma dejarle entrar antes que yo porque había sido mejor que yo durante todo el maratón. Siempre digo que correr un maratón es una experiencia vital, yo podría estar en la misma situación y me salió así», explicó el protagonista de este bonito gesto.
El dinero, insiste, es lo de menos. «Lo hago por placer y por compartir», añadió. No era la primera vez que venía a Málaga, aunque sí debutaba corriendo su prueba atlética más exigente. Se mostró encantado con todo lo que rodea a su Maratón: «Me gusta mucho la ciudad, y también el recorrido y la gente. He disfrutado un montón». Se puso un dorsal en un maratón tras un parón de poco más de un año, cuando completó la de Zaragoza el año pasado. «Creo que está muy bien quedar sexto en uno internacional. Quería volver a sentirme un atleta fuerte», agregó.
Poco más de un cuarto de hora más tarde, con una bebida isotónica en la mano y una camiseta sin mangas que delataba su origen con la palabra 'Irún' serigrafiada en el pecho se encontraban los miembros del club Dunboa 380. Con los sentimientos encontrados, sentado y visiblemente emocionado estaba Ander Martínez, de 47 años, en su primera aventura como maratoniano en la Costa del Sol. Lo hizo con un viejo reloj en su muñeca derecha que no dejó de besar en todo el recorrido. «Era de mi abuelo, que falleció hace dos semanas con 96 años. Mi hermano me dijo que corriese este maratón porque al abuelo le encantaba Málaga». No sólo se acordó de él durante la mañana, también de su madre: «Hoy hace 14 años que se murió ella. Estoy triste y alegre, pero ha estado muy bien. Creo que volveremos», asintió, haciendo de portavoz de su equipo.
Con sus colores del alma corrieron Dani Fernández y Manuel Bayón, del Sevilla y del Betis, respectivamente. A la espalda llevan serigrafiada la palabra 'Málaga', Dani con un '3' y Manuel, con un '14'. «Somos amigos desde que tenemos tres años. Es el padrino de mi hijo y ahora nos ha dado por correr», cuenta el bético. «Él tiene la costumbre de hacerse una camiseta cada vez que va a un maratón fuera de la ciudad. Se pone el nombre de la ciudad y el número de maratones que va hacer con ese», añade el sevillista. Hacerlo con sus colores fue un regalo mutuo que el otro no sabía: el bético compró la del Sevilla, y viceversa.
Conforme avanzaba el cronómetro llegaban los más veteranos. Desde Londres, aunque con pasaporte irlandés, se avituallaban al terminar Adrian Boyland y Sophia Ali, ambos de 66 años, marido y mujer. La de este año fue su duodécima maratón y su cuarta en Málaga.
El nombre elegido por el grupo 'Reto Conseguido' no podría ser más acertado. «Doce valientes combatientes fueron buscados como soldados de libertad y no tardaron en pillarlos. Si los encuentras, puedes contratarlos... ¡Reto conseguido!». Así festejaban, con su grito de guerra. «Con dos cervezas y no 'no hay huevos' nos apuntamos el pasado 31 de diciembre al Maratón de Málaga», relató este grupo de amigos de Vélez-Málaga, que hicieron honores al nombre elegido para esta aventura.
A Juan Miguel, de 53 años, no le gusta repetir maratón. El de Málaga, sin embargo, lo ha completado un total de tres veces. Así lo cuenta a este periódico, entre lágrimas, este granadino residente en Inglaterra, que corrió con la camiseta de su club británico. Emocionado, explicó por qué: «Pasa con todos los maratones. Acabarlo ya emociona. Piensas en hacer uno y acabas haciendo veinte más». Elogió la organización de la prueba y, pese a venir solo, aseguró regresar, la próxima vez junto a sus compañeros ingleses. A modo de muestra, son sólo seis de las miles de intrahistorias que esta decimotercera edición del Maratón de Málaga ha acogido y guardará para siempre.
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