De crisálida a mariposa

Hubo un tiempo en el que en Málaga todo el año era primavera, tal era el ramillete de deportistas que florecían en los campeonatos de ... cualquier especialidad. Con el fútbol en la era del hielo por lo abrupto de su desaparición y su descenso a las profundidades, y el baloncesto irrumpiendo en la élite con la ilusión del novato, los llamados deportes minoritarios pusieron a la provincia en el mapa de los reconocimientos. Entre estos hubo un hito que marcó una época y una mujer que candó el éxito de por vida. El oro logrado por María Peláez en el Campeonato de Europa disputado en Sevilla fue lo más parecido a la crisálida que torna en mariposa, tanto por la especialidad en la que se coronó como por la belleza de su gesta, tanto por lo inexplicable de su triunfo (no era la favorita) como por la explosión que supuso para la natación en particular y el deporte femenino en general. Fueron 200 metros fundidos en un arcoiris eterno por una hazaña sin parangón, ya que rebajó en dos segundos el mejor tiempo de su vida hasta alcanzar la mejor marca mundial del año. Lo nunca visto. Jamás una española había subido a lo más alto del podio y superando a una triple campeona olímpica y vigente campeona, la irlandesa Michelle de Bruin.