Nunca ha sido el ciclista más brillante de todos, pero son sus locuras, como ésta, las que acaban definiéndole y con las que consigue ganarse ... el respeto y la admiración de todos. No le han bastado las 21 etapas y más de 3.000 kilómetros que ha recorrido estos últimos días; como aniversario de su décima Vuelta a España, el veterano Luis Ángel Maté (23º en esta edición), se ha sumergido en un nuevo y peculiar reto. Ahora mismo, podría estar disfrutando de unas merecidas vacaciones, tirado en la playa o en el sofá de casa, con una paella y una cerveza en la mano, sencillamente descansando; sin embargo, en lugar de coger un vuelo desde Santiago de Compostela, 'El Lince', se preguntó '¿y por qué no regresar a casa en bici?'.
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Pero no, esta no fue ni de lejos, una idea improvisada. El ciclista comenzó a valorar y organizar esta 'locura' hace meses, cuando supo que esta edición de La Vuelta a España acabaría en Santiago, epicentro de las peregrinaciones, aunque no se atrevió a anunciarlo previamente sin comprobar cuáles serían sus sensaciones en la gran cita del ciclismo nacional. Con tiempo e ilusión, organizó el recorrido diario y los hoteles en los que se hospedaría cada día, durante los casi 1.200 kilómetros que separan la ciudad gallega de Marbella. Un viaje en el que durante seis días le acompañará uno de sus amigos de la infancia.
El malagueño Antonio Ortiz cogió un vuelo hasta Santiago para ver en directo la última etapa de su amigo Maté y, al día siguiente, iniciar juntos el reto al que han llamado 'La vuelta de La Vuelta'. «Es con él con el que hago todas estas locuras. Es otro malagueño, amigo mío de toda la vida y que fue profesional de 'mountain bike' muchos años y entrena a veces conmigo. Para mí, siempre ha sido un referente, he aprendido mucho de él y a día de hoy compartimos entrenos y experiencias como ésta».
Cada día, por si alguno de sus seguidores estuviera interesado en seguir su recorrido, publica en la aplicación Komoot los kilómetros que recorre en cada etapa (en torno a 150 diarios), así como el desnivel y otros datos sobre el pavimento (principalmente, carreteras secundarias). Aunque hay que destacar la principal premisa de esta experiencia: no es un reto deportivo, es un viaje de placer. «Es una manera diferente de montar en bici. Esto es cicloturismo, lo otro es presión, estrés, órdenes… Quería romper un poco con el estrés y la saturación y disfrutar del paisaje, la compañía, de ir al ritmo que tú quieras y no al de los demás», se sincera. Una necesaria y particular forma de recuperarse a sí mismo, de lidiar contra la presión, de resetear. «El ciclismo profesional son resultados, mucha exigencia, mucho nivel, todos los días se pelea mucho, mucha tensión, nervios, violencia, caídas… Y dentro de lo estresante que es, lo cierto es que los años te ayudan a saber gestionarlo».
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Y eso que, como explica el marbellí, esta Vuelta ha sido especialmente positiva para él: regularidad, décimo aniversario, debut con su nuevo equipo en esta gran cita (el Euskaltel) y buenas sensaciones físicas. Así valora su décima edición: «Ha sido una Vuelta muy tranquila para mí, muy especial, porque era la décima y para el equipo también, porque ha vuelto a la Vuelta después de varios años de ausencia; el equipo ha hecho un trabajo increíble, sobre todo todos los días en la escapada, que era nuestra guerra, y ha sido espectacular también por el público. Ha sido una Vuelta muy positiva», asegura.
Por lo bajini, Maté, notablemente cansado tras finalizar su segunda etapa ayer (164 kilómetros entre Tui y Olveira de Azeméis, Portugal), se resiste a pensar que le queden muchas vueltas más. Asegura que es un veterano de guerra y que quizá por ello continúe al pie del cañón, pero una parte de sí mismo ya está viendo la luz al final del túnel y le pide disfrutar más de otro estilo de vida. «Al final, el profesionalismo implica mucho estrés psicológico: control de peso, comida, entrenos… Hoy día en el deporte se mide todo y eso a veces no es fácil de gestionar. La idea es romper con eso y reivindicar el ciclismo más primogenio, el de pedalear sin hacer ninguna serie, ningún trabajo. Sólo montar en bici por placer y respirar. Quizá físicamente esto no sea lo mejor tras La Vuelta, pero psicológicamente sí y a estas alturas de mi carrera, es muy importante».
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Si todo sigue su curso, este sábado llegará a casa. No espera un gran baño de masas, pero sí un plan que necesita como agua de mayo: «En Marbella espero que me reciban con una paella que ya tengo encargada en la playa y una cerveza», comenta, en tono jocoso. Hoy continuará su viaje con su tercera etapa; una vivencia que ha asombrado, al menos, a toda España.
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