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Iñaki Izquierdo
Viernes, 8 de septiembre 2023, 20:26
Explotó Remco Evenepoel (Soudal) en el Aubisque y la Vuelta dio un vuelco. Eliminado por una pájara monumental el único adversario real, la carrera extendió una alfombra roja al Jumbo. El desmoronamiento del belga no entraba en los pronósticos y el equipo neerlandés solucionó esa ... situación imprevista a la tremenda: primero, segundo y tercero en la cima del Tourmalet; primero, segundo y tercero en la general.
En caliente y sin tiempo para sentarse a analizar las nuevas coordenadas de la carrera tras el derrumbe de Evenepoel, el equipo neerlandés optó por la táctica del aplastamiento. A partir de ahora, con la tranquilidad de saberse ganadores y tiempo para conversar con unas cervezas en torno a una mesa, los responsables del Jumbo establecerán cuál es el mejor modo de ganar en Madrid. Bendito dilema.
La etapa del Tourmalet valió por el resto de la Vuelta, que había tenido un inicio penoso, con la excepción de la contrarreloj de Valladolid. Fue un etapón de ciclismo verdadero. El factor desencadente fue la crisis de Evenepoel, que perdió el oremus (27 minutos) y parte de su credibilidad como aspirante a ganar un día el Tour de Francia. Sucumbió en el Aubisque. Los puertos míticos a veces hacen su trabajo y así conservan su leyenda.
Sin el belga, carta blanca para el Jumbo, que jugó sus bazas de forma académica, sin internarse por los siempre procelosos caminos de la creatividad. La etapa fue preciosa, por fin. El col de Spandelles, descubierto por el Tour el año pasado, hizo un destrozo y dibujó al detalle el escalafón de la carrera. Kuss, Vingegaard, Roglic, Mas (Movistar), Ayuso (UAE), un emotivo Mikel Landa (Bahrain) y la perla de 20 años Cian Uijtdebroeks (Bora), al que en Bélgica llevan tiempo colocándole el cartel de sucesor de Evenepoel. Eso es lo que hay. La etapa también se tragó a Joao Almeida (UAE) y mostró que su compañero Marc Soler está un paso por detrás de los mejores, igual que Vlasov (Bora).
Con Evenepoel perdido en algún lugar de los Pirineos, el Jumbo puso la trituradora a funcionar, con Robert Gesink de martillo pilón. El relato fue clásico. El primer ataque, como especifican los libros, correspondió a su hombre peor clasificado. Jonas Vingegaard (era séptimo a 2:22 en la salida) arrancó a ocho kilómetros de meta en Baréges y como es Vingegaard, palabras mayores, se fue solo. El doble ganador del Tour de Francia es el hombre fuerte de la carrera. Hace unos días, en Javalambre, pareció esperar a Roglic y por eso no sentenciaron a Evenepoel. En el Tourmalet estableció la jerarquía. Es una apuesta segura para Madrid. Llegó a tener un minuto de ventaja, pero los arreones finales de sus compañeros por detrás dejaron la cosa en 30 segundos.
Está por ver qué decide el sanedrín del Jumbo, reunido en la cafetería del hotel. Si prefiere buscar con Vingegaard el doblete Tour-Vuelta que solo se ha conseguido tres veces en la historia del ciclismo (Anquetil en 1963, Hinault en 1978 y Froome en 2017), con Roglic el Giro-Vuelta (Merckx en 1973, Battaglin en 1981 y Contador en 2008) o un triplete inédito en la historia con Kuss, las tres grandes con tres corredores distintos del mismo equipo.
Con la clasificación en la mano y sin ninguna amenaza a la vista -Mas y Ayuso aspiran al podio, no a ganar- la opción más ortodoxa es la del estadounidense. Es líder y al equipo neerlandés le basta con no hacer nada para ganar. Kuss, por si acaso, no quiso dejar margen a la interpretación y arrancó en el tramo final para llegar a medio minuto de Vingegaard. No va regalar el maillot rojo y mejor 1:44 de ventaja que un minuto justo, debió de pensar. Fue segundo en meta y más rápido que su jefe en el tramo final. El de Durango es un corredor fiable pero lleva encima el Giro y el Tour (este viernes cumplió 69 días de competición, diez más que Vingegaard y 16 más que Roglic) y la tercera semana se le puede hacer larga.
Roglic es segundo en la general, a 1:37 y con siete segundos de ventaja sobre el danés. Un triunfo del esloveno significaría su cuarta Vuelta, igualando el récord absoluto. Ahora mismo, el ganador del Giro parece la opción menos clara del Jumbo.
Todos los cálculos deberán reahacerse tras la etapa de este sábado, con el tremendo Larrau. El puerto más duro de la Vuelta puede ahorrar trabajo y quebraderos de cabeza a los directores del Jumbo, porque es capaz de realizar la selección natural. Será una ascensión de supervivencia en la que se volverán a ver las caras los mismos que en el Tourmalet.
El puerto que acabó con Miguel Induráin en el Tour de 1996 es un gigante. Con Evenepoel eliminado, el Jumbo tiene todas las cartas en su mano. A barajar.
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