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Un año después de que la Sierra Bermeja entrara en combustión, Richard Carapaz subía hacia la meta entre las laderas calcinadas de Peñas Blancas. El ecuatoriano viene también del fuego: nació a más de tres mil metros de altitud junto a un volcán. En una ... mala Vuelta para él, iba a tener su mejor día. «Desde que estaba en el autobús sabía que iba a meterme en la fuga», se propuso. Estuvo en la primera escapada y en las siguientes. Jugó todas las manos. Así no fallaba. Luego, ya en la fuga que tanto había buscado, se tapó. Guardó. Aprovechó los intereses ajenos y acarició en silencio su bala. La única. «Sabía que solo tenía un ataque». Carapaz, ganador del Giro y podio en el Tour y la Vuelta, conoce el camino más corto al éxito. Lo recorrió.
Sacó el lanzallamas a dos kilómetros del final y quemó a los otros de la fuga, a Keldermen, a Soler, al joven Brenner, a Gesbert, a Polanc... Cuando las carreras se ponen a esa temperatura, surgen los mejores. Carapaz. Entró dando golpes de felicidad sobre su manillar. Tras días apagado, brotó. Como trata de hacer esta montaña tras aquella devastación de 2021. El escalador ecuatoriano, sin opciones en la general, ya no pelea por lo que luchan los que venían por detrás. Venían todos juntos y tras Remco Evenepoel. A rueda del líder belga entraron Enric Mas, Roglic y Ayuso, y, a unos metros, 'Superman' López y Carlos Rodríguez. Evenepoel los contuvo a todos. En primera persona. Se basta por ahora. Aunque pasó su primer apuro. Un susto que le arañó la piel. Rayas de sangre en el maillot rojo.
Se había caído en una curva a las afueras de Marbella. Ráfaga de golpes en el costado derecho. Tras cruzar la meta, se lamía una mano y la matadura del muslo. «No es nada», le informó a Enric Mas. Para que el mallorquín no se haga ilusiones. Remco sigue con mano firme al mando de esta Vuelta. Mantiene a distancia a Roglic, a 2.41 en la general, y a Mas (3.03), Carlos Rodríguez (a 4.06) y Juan Ayuso (4.56). Bajo control.
El pinsapo es un abeto elegante y exigente con los suelos donde crece. De toda Europa eligió la sierra que une Málaga y Cádiz. Corazón verde frente al mar. García Lorca escribió que los pinsapos son como flechas caídas del cielo... Ese tesoro, como si fuera la cuartilla que contiene un poema, ardió hace un año en el incendio de Sierra Bermeja. Provocado. Malintencionado. Y favorecido por el abandono del bosque. En esa oficina natural se entrena a menudo el marbellí Luis Ángel Maté. Ya no es lo mismo. «El paisaje ha cambiado mucho», lamenta. Con ganas de llorar por el paraíso perdido. «Fue un incendio terrible». Y seguido por esta sequía.
Sobre los restos ennegrecidos de la sierra esperaba el final de la decimosegunda etapa. Maté quería estar en la fuga. Ha prometido que plantará un árbol por cada kilómetro que recorra escapado. Pero no pudo entrar en la fuga de 32 dorsales que recorrió la costa malagueña hasta Estepona. En esa selección sí estaban otros dos corredores del Euskaltel, Canal e Iturria, junto a nombres ilustres como Carapaz, Lutsenko, Battistella, Soler, Jay Vine, Gesbert, Rojas, Oliveira y Kelderman, el mejor clasificado a 14 minutos del maillot rojo. Ninguno le quitaba el sueño al líder, Evenepoel, que les concedió diez minutos de renta y la disputa del triunfo. Sin Alaphilippe, retirado el miércoles con luxación de hombro, el belga economiza las fuerzas de los gregarios que aún tiene. La fragilidad del Quick Step puede abrir una grieta en su domino. Mejor prevenir y ahorrar energía.
De repente, bajando hacia Marbella y en una curva de asfalto pulido, Evenepoel patinó por recortar mucho una curva. Escalofrío. Cabreo. Es un líder con carácter. El pelotón le esperó. Pero quien más quien menos se arrimó para pasarle revista. Llevaba el muslo derecho arañado y se tocaba esa mano. No usa guantes. Todos tomaron nota. De eso y de la nueva caída de un ciclista que es de los que suelen tropezar.
Era un día de bochorno, nublado, de calor gris. Todo se iba ennegreciendo a medida que la carrera se acercaba al cementerio natural que dejó aquel 'demonio de fuego' en la Sierra Bermeja. El Jumbo de Roglic encendió la mecha con el australiano Dennis. La subida a Peñas Blancas es larga, de 20 kilómetros, de tres cuartos de hora de sudor. Árboles y dorsales quemados. El Movistar también se sumó a la traca con el impulso de Verona y después con los dos gregarios descolgados de la fuga, Rojas y Oliveira. Anunciaron lo que sucedió: la arrancada de Mas.
Evenepoel no titubeó con el latigazo del balear. 'Superman' López, Roglic y Carlos Rodríguez suturaron enseguida los metros perdidos. Y, en otro curso de agonía, se sostuvo también el adolescente Juan Ayuso, que va de menos a más en cada cuesta. En esta sierra calcinada que intenta rebrotar, el ciclismo español ha confirmado que viene una gran cosecha. Jóvenes y valientes. Carlos Rodríguez, que había pasado por su casa de Almuñécar, puso más leña en la hoguera. De nuevo, Evenepoel apagó el intento. Bombero. El belga sacó su manguera, se colocó al frente y extinguió la rebelión. Por ahora. El fin de semana, en La Pandera y, sobre todo, en Sierra Nevada, le tocará apagar más fuegos.
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