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Igual que un tramoyista en el teatro, los 244 agentes de la Guardia Civil que participan en el operativo de La Vuelta a España están semiocultos, pero, como en el caso de los primeros, su presencia es mucho más importante de lo que aparenta.
Según los datos ofrecidos por la organización y por el Cuerpo, en el dispositivo de seguridad del evento participan cada día 244 agentes, de los cuales la gran mayoría son motoristas muy experimentados. Si bien en el Tour de Francia se suelen cortar las carreteras el día antes, en España se va bloqueando el paso a los coches por tramos. Este es el trabajo de la primera oleada, el que Juan, el teniente de la Guardia Civil encargado del contacto con los medios, califica como «los amarillos». Estos van cortando los accesos a las carreteras, al tiempo que ponen la cinta para evitar que los espectadores se acerquen demasiado a los ciclistas.
En el segundo tramo van los rojos, que están cerca de los competidores. Dos de ellos abren el paso de los escapados y otros tantos, del pelotón. Además, otro grupo de rojos van en los costados de la ruta en la moto para protegerlos.
Por último aparecen los verdes, que van cerrando el pelotón y permiten que el tráfico se pueda ordenar en la retaguardia de la comitiva.
SUR acompañó ayer este dispositivo en uno de los coches de la organización, aunque en realidad era un vehículo de la Guardia Civil camuflado. Es la única manera real de observar la verdadera velocidad a la que van estos agentes, que literalmente se juegan la vida para que la competición se pueda desarrollar sin problemas.
Especialmente se nota en los amarillos –las tres divisiones se distinguen por unos banderines del color correspondiente en la parte delantera de moto–, que van «limpiando», como dice el teniente, a todos los coches y personas puestas en mal lugar. «Ellos no descansan. Empezamos por la mañana y terminamos bien entrada la tarde. Más de ocho horas en las que no pueden ir al baño o almorzar, y sin parar hasta que llegan al hotel, donde apenas tienen tiempo hasta que llega el día siguiente», relata el agente.
Una de las imágenes más impactantes ocurre unos 45 minutos antes de que empiece la etapa. Unos metros más arriba de la salida se colocan todas las motos bien ordenadas, mientras que los agentes se sitúan frente a ellas. A la llamada del superior el grito de «viva España», y a partir de ahí comienza el trabajo.
Junto a ellos se crea una expectación protagonizada por niños y adultos. Ayer llamaba la atención un chaval de apenas seis o siete años con una bandera de España, que miraba a todos lados emocionado de estar junto a los guardias civiles. «Guapos», gritaba una mujer entre los «vivas» al país. Ante ellos, el responsable de la Dirección General de Tráfico, Gregorio Serrano; su homóloga en Málaga, Trinidad Hernández; y el subdelegado del Gobierno en Málaga, Miguel Briones, que también contemplaban orgullosos el espectáculo.
Se lo tienen bien aprendido, no solo porque lo hagan a diario, sino porque la mayoría de ellos ya han repetido en otros años. Pese a que todos ellos sean voluntarios, han de seguir un proceso de selección interno, no solo porque haya más voluntarios que plazas, sino porque además tienen que cumplir una serie de cuestiones.
«Lo primero es que tienen que ser menores de 45 años. Esto es muy duro, son muchas horas y hay que estar preparado», comenta el teniente. De esta manera, tienen que llevar destinados un mínimo de tres años y realizar unos 10.000 kilómetros al en la moto. «Tienen que pasar un test jurídico y otro de seguridad vial en pruebas deportivas, además de unas pruebas de habilidad y elegancia en la conducción; una entrevista personal y un examen psicotécnico. «Para ellos esto es un orgullo», sentencia el agente, «y son un gran equipo».
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Carlos G. Fernández y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
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