BENITO URRABURU
Domingo, 13 de septiembre 2015, 21:42
Su ídolo como ciclista es Alberto Contador y él le ha sucedido en el palmarés de la Vuelta a España. A Fabio Aru le ha llegado la victoria final en la prueba de forma abrupta, se podría decir que hasta inesperado, que no tiene nada que ver con que se la haya merecido, pero también perfectamente planificada.
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Porque Aru llegó a la salida de Málaga con el equipo más fuerte de la carrera. Eso es lo que ha dicho la carretera a lo largo de un trazado que continúa siendo llamativo y en el que las etapas explosivas resultaron más emocionantes y vistosas que las de alta montaña, hasta el sábado, en el que subidas de una cierta normalidad, diferentes a las de Andorra, permitieron ver un espectáculo único.
Después de ser segundos en el Giro con Aru y tercero con Mikel Landa, de acabar cuartos en el Tour con Nibali, un fiasco para los kazajos que querían ganar, sobre todo para Alexander Vinokourov, sin pensar que los rivales suelen tener muchas cosas que decir, llegaron a la Vuelta con el mismo bloque del Giro, e incluso mejor equipo.
Siete de los nueve ciclistas que estuvieron en Italia repitieron en la Vuelta: Aru, Cataldo, Landa, Diego Rosa, Luis León Sánchez, Paolo Tiralongo y Andrey Zeits. Los únicos cambios se puede decir que fueron a mejor puesto que Vincenzo Nibali y Alessandro Vanotti, su amigo del alma, con el que últimamente las relaciones no eran tan buenas, sustituyeron a Davide Malacarne y Tangel Kangert, este último un corredor muy bueno.
Movistar por ejemplo sólo repitió con Andrey Amador y Giovanni Visconti. Astana vino a ganar la Vuelta. Nos quedaremos con la duda de quien era su líder, sin Aru o Nibali.
En la segunda etapa ya sabían que se la tenía que jugar con Fabio puesto que Vincenzo estaba en casa, por remolcarse a un coche de su equipo. Con la perspectiva que da el tiempo, lo de Nibali parece una anécdota, como todo lo que ha pasado en una carrera marcada por las caídas, por el infortunio, los traslados -un mal del ciclismo moderno, que no es exclusivo de la Vuelta-, en una prueba cuyo final consigue borrar todo lo demás.
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Si algo ha demostrado esta Vuelta a España es que el doblete Tour-Vuelta es un imposible en los parámetros en los que se mueve el ciclismo actual. Al final del camino, las tres grandes las han ganado Contador (Giro), Froome (Tour) y Aru (Vuelta). Nairo Quintana y Vincenzo Nibali se quedaron sin ese premio gordo. El corredor de Movistar no tuvo suerte con las enfermedades. La Vuelta a España deja la sensación de que ha sido para muchos ciclistas un quiero y no puedo.
Con cuarenta abandonos, que son muchos, con nombres importantes entre ellos por diversas razones, Nibali, Froome, Cancellara, Van Garderen, Bouhanni, Peter Sagan, Thomas De Gendt, Samuel Sánchez, Jurgen Van den Bröeck o Talansky, entre otros, la carrera vuelve a demostrar que para ganarla hay que prepararla. Venir a ver que puede pasar es jugar a la ruleta rusa.
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Ninguno de los corredores que disputó el Tour, al margen de los casos de Nibali, Froome y Van Garderen, se sintió en ningún momento en carrera. Ni Valverde, ni Quintana han podido con el peso de la Vuelta. Purito y Rafal Majka si estuvieron en el Tour, pero la presión que soportaron, con ser importante, se cicunscribió a ganar etapas.
La diferencia con estar todos los días en tensión durante el Tour es importante. La Vuelta a España la ha ganado el mejor, el mas fuerte en un momento crítico de la etapa.
De Aru se hablará, ya se hablaba antes, como un hombre de futuro, aunque más bien habría que decir que es ya presente.
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De Tom Dumoulin, del que se decía, decíamos, que podría contar para las pruebas de tres semanas en años venideros, hay que pensar que sigue teniendo esas condiciones, que su progresión ha sido tan espectacular que ha sorprendió hasta su equipo. «La Vuelta cambiará mi vida», dijo este domingo. El día Ávila estuvo enfermo. Si le añadimos a Esteban Chaves, vemos que estamos ante una carrera en la que han dominado los jóvenes, acosados por veteranos, eso sí, a los que les ha faltado cierta frescura. Lo que decimos no es nada nuevo. Más bien habría que añadir que va unido a la historia de este deporte, en la que el carrusel de nombres que prometen y se quedan en buenos ciclistas tiene más inquilinos que los que llegan a convertirse en figuras.
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