La Vuelta desde la retaguardia

El ciclismo puede seguirse de diversos modos. Una disciplina muy extendida es la de acomodarse en el sofá y disfrutarlo como acompañante de sobremesa. Los hay más románticos, fieles a las tradiciones retransmisiones radiofónicas. Y, por supuesto, son multitud los aficionados que copan los lugares de paso de las carreras. Sin embargo, un coche de la Vuelta a España proporciona una perspectiva diferente. Ayer, en la etapa que unía Alhaurín de laTorre con el Caminito del Rey, este redactor acompañó a Laudelino Cubino, ciclista de época reconvertido a conductor, y a Juan Martín, uno de los comisarios de la prueba, en un automóvil ubicado a la cola del pelotón.

«¡Nos vamos!», exclama Martín a las 13.28 horas, cuando se da la salida. Desde nuestra posición, no se ve gran cosa, pero se escucha todo:la radio echa humo desde el primer momento. Oímos dos emisoras:RadioVuelta, que informa a los equipos y organizadores del desarrollo de la carrera, y otra frecuencia que los comisarios usan para comunicarse entre sí. Los problemas no tardan en llegar:en el coche del equipo francés FDJno funciona el aparato. Su director se pone a nuestra altura y, visiblemente enfadado, se queja a Martín, que intenta calmarle. «Tampoco está en mi mano arreglar algo así», alega.

Al mismo tiempo, Joaquim Rodríguez pincha una rueda y hace un claro trascoche para volver al pelotón. Toque de atención para los jefes del Katusha, que se defienden con el argumento de que el pinchazo fue en la zona neutralizada. «Les vamos a dejar a hacer, pero no es lo correcto», comenta Martín.

A la salida de Coín, se notifica otro incidente. Matteo Pelucchi se va al suelo y pedalea a duras penas después de levantarse. Alcanzamos al automóvil de su escuadra, el IAM. «¿Puede seguir?», pregunta Martín. «Difícil», le responden. Minutos después, se confirma su retirada. Martín, como si de una simbólica acta de defunción se tratara, tacha su dorsal de la lista que lleva pegada en el salpicadero.

Tras una salida trepidante, se forma la fuga del día y la situación se relaja. En el pelotón toca parar a vaciar la vejiga y, en el coche, hacer la porra de la jornada. «Yo apuesto por Purito o Valverde», dice el comisario, mientras que Cubino aporta otro nombre:«Ojo a Dani Moreno». Sobre los favoritos al triunfo final les cuesta más mojarse. «Hay muchos gallos, es difícil decidirse», coinciden.

Nervios

Durante muchos kilómetros, reina la tranquilidad. Disfrutamos de los paisajes y vemos cómo la gente se agolpa en las cunetas a la caza de fotos, vídeos o los cotizados bidones que arrojan los ciclistas. Cubino habla de su pasado profesional. «Las cosas han cambiado. Las estructuras son mucho más grandes, hay mejor material, sueldos más generosos...», explica. La paz se trunca por culpa una caída masiva que implica a numerosos corredores. El gran grupo queda totalmente fragmentado y a los comisarios, que ejercen como supervisores y jueces de la prueba, les toca trabajar a destajo hasta que se recupere la normalidad.

Frenéticamente, comenzamos a rebasar ciclistas que van rezagados. Urge definir la situación de la carrera. No tardamos en avistar a Nibali, que ha quedado cortado y rueda con dos compañeros. «Vamos a vigilarlo hasta que vuelva al grupo para que no haga nada raro. Por si acaso», decide Martín. No obstante, para entonces el daño estaba hecho:el italiano había sido arrastrado por el coche del Astana minutos antes. Más tarde, un vídeo delataría su trampa y motivaría su expulsión.

Nuestra posición privilegiada, empero, tiene algunas contrapartidas. En la subida final al Alto de Mesa, superamos progresivamente a los ciclistas que se quedan descolgados, pero de lo que ocurre delante sólo nos enteramos por la radio. «Pues al final no acertó ninguno», advierte Cubino cuando nos enteramos de que el ganador es Esteban Chaves. Cuando la retaguardia del pelotón atraviesa la meta, nuestra aventura toca a su fin.