Borrar
Sagan se desquita y gana la tercera etapa de La Vuelta

Sagan se desquita y gana la tercera etapa de La Vuelta

El eslovaco gana su primera victoria en una gran carrera por etapas. El colombiano Esteban Chaves conserva el liderato.

PPLL

Lunes, 24 de agosto 2015, 18:17

Con tanta montaña, no es la Vuelta un sitio cómodo para los velocistas. Tiene sólo un puñado de etapas para lucirse. Unas migajas. Y claro, cuando las ven, los sprinters se lanzan a por ellas como palomas voraces. Sin piedad como ayer en el Parque, en el Paseo de la meta de Málaga. «¡Síiiiiii!», gritó por Twitter Alberto Contador desde su casa al ver cómo al fin, tras 14 segundos puestos, ganaba su compañero Peter Sagan, el chico divertido, el rebelde, el único que le planta cara al despótico Oleg Tinkov, patrón del Tinfoff-Saxo. Siempre que le preguntan, responde: «Im happy» (Soy feliz). Cuando pierde y también ayer.

Sagan es despreocupado, bromista, firma autógrafos en el pecho de sus admiradoras, amaga con tocar el culo de las azafatas del podio, es capaz de subir montado su bicicleta a la baca del coche. La vida es una broma. Incluso si acaba cinco veces segundo en etapas del pasado Tour. «Hacer segundo me hace gracia», sorprende. Tiene estética de súrfer: mechas y pelo largo, luce músculo y gafas de sol. Vive, como él dice, en «una ola, a veces arriba y a veces abajo». Ayer, dos años después de su última victoria en una gran vuelta, se subió a la espuma de la ola. Champán. Voló más rápido que Bouhanni y Degenkolb y, pico de oro, se llevó ese miga que vale como un diamante: la etapa malagueña, la que ya es de Sagan, la que mantuvo a Chaves como líder y la que vistió de rey de la montaña a Omar Fraile.

Para llegar a Málaga, la tercera etapa salió desde Mijas. Allí se vio a Tiralongo, el último en llegar un día antes a Caminito del Rey. Acuchillado por la caída que provocó la expulsión de su líder, de Nibali. Tiralongo, siciliano, nació con rostro de pistolero de la mafia. Mijas no le vio la cara entera. La llevaba vendada a trozos para tapar los tremendos cortes. Cosido con 40 puntos repartidos entre ceja y pómulo. Los médicos le recetaron descanso, que no saliera. Se empeñó, pero no pudo con la etapa, con el dolor. Segunda baja del Astana.

Tampoco tocó Málaga Fabian Cancellara, que este año se ha roto dos veces las vértebras. En la Vuelta su enemigo ha sido más discreto, un virus estomacal. No hay peor rival para el ciclista. Había pasado la noche solo en la habitación para no contagiar a ningún compañero. Por la mañana fue el primero en quedarse del pelotón. Corros de sal sobre la piel negra del maillot del Trek. Bufaba como un toro herido. Málaga era un espejismo. Se bajó en la orilla.

La salida de Mijas se fijó también en un espigado corredor del Caja Rural, Omar Fraile. Andaba tenso como un cable de acero. No dejaba de dar vueltas, calentaba sus músculos. «Es mi primera Vuelta. Hay que aprovecharla. Ayer (domingo) intenté meterme en la fuga y no pude. Hoy voy a por ella», avisaba. Fraile es de Santurce. Viene del mar, del remo, del frío. Le va la lluvia, el azote de Cantábrico en la popa de trainera. La Vuelta no es así. Aquí sobran sol y calor. A remar también. Salió conjurado, pero no atinó a la primera. Se le fugó la fuga. Rabia. Habló entonces con un francés amigo, Gougeard, y juntaron fuerzas para largarse y subirse tarde pero a tiempo a la escapada de Chavanel, Berhane, Pedraza, Velits y Tjallingii, el holandés vegetariano.

Al fondo, a Fraile le esperaban dos puertos, el alto de Mijas (tercera categoría) y el del León (primera). De esas dos pancartas colgaban migajas de oro: el reinado de la montaña. Por las dos pasó primero Fraile. «De cara a meta ya lo iba disfrutando». La fuga no alcanzó Málaga. No lo permitieron los velocistas, pero Fraile sí subió al podio. Vio la Vuelta desde arriba: maillot de la montaña y de la combatividad. «Doble recompensa. Que me quiten lo bailao». Un remero feliz. Remos al aire.

A la fuga se la merendó el pelotón cuando le pareció oportuno. Entrar en Málaga no fue fácil. Viento, algo de autovía, algún estrechamiento. La tensión de cada día. Hubo caídas, como la Bouhanni, cambios de bicicleta como los de Degenkolb, Sagan y Quintana. El pelotón venía rígido, tenso y acelerado por el ritmo del Tinkoff, la cuadrilla de Sagan, feliz aunque le llamen segundón. «Yo soy regular, siempre estoy entre los primeros», repite. Cierto: en los cuatro Tour que ha disputado, ha ganado cuatro etapas, ha sido 16 veces segundo, seis tercero, siete cuarto y tres quinto. Siempre en la parte alta de la ola.

Siempre «happy». Feliz. Los auxiliares del Tinkoff le adoran. Es agradecido, sonriente, alegre. Pasa de planes estrictos de entrenamiento. Se deja guiar por el instinto. Eso hizo ayer. «He elegido la rueda de Degenkolb». El alemán del que tiraba su equipo, el Giant, en la recta del Parque. Migas y palomas. Revuelo. Degenkolb desplegó primero las alas.

Sagan, uno de los ciclistas con más balas del pelotón, tuvo al fin puntería y para cuando Bouhanni reclamó la miga ya se la había zampado. «Algún día me tenía que salir bien», bromeó. La misma sonrisa que cuando pierde. En el podio de Málaga fue fiel a sí mismo y le roció el cogote con champán a una desprevenida azafata. Sagan no sabe si llegará a Madrid, ni conoce las etapas que le esperan. Eso es cosa del futuro. «Ya veremos». Prefiere llevar la fiesta al día. Cuando acaba segundo, tantas veces, y cuando gana. Muchas veces también. Fiesta en todo caso. Migas con champán.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Sagan se desquita y gana la tercera etapa de La Vuelta