Cicloturismo en Marbella

El BMC gana la 'crono' que no cuenta para la general y viste a Velits como líder ficticio

J. GÓMEZ PEÑA

Sábado, 22 de agosto 2015, 21:16

Hay tiempo de sobra para ver la estatua del rinoceronte que da acceso a Puerto Banús. El tráfico de la Costa del Sol es un coágulo. No fluye. Metidos en el atasco, solo hay dos alivios: el aire acondicionado del coche y repasar con mimo las líneas agresivas del Lamborghini que, al ralentí, chulea al lado. En Marbella se da cuenta uno de los curiosos nombres con que Lamborghini bautiza a sus hijos: Diablo, Murciélago, Veneno... Hasta hay un Lamborghini Egoísta. Lo malo para su propietario es que en una tarde de agosto y en la rotonda que va a Puerto Banús, 600 caballos de potencia solo sirven para que ruja la vanidad. No avanzan en el atasco, empatados a tiempo con cualquier utilitario de alquiler. Allí atrapados, los bólidos no valen para casi nada. Como la etapa de ayer, la primera de Vuelta. Si a una contrarreloj por equipos le anulas los tiempos porque se disputa sobre tierra, tampoco sirve de nada. Igual que un Lamborghini enjaulado en una rotonda de verano.

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Aunque sí hubo una escudería que le sacó rentabilidad a la etapa vacía: el BMC ganó la crono con un segundo de ventaja sobre el Tinkoff del habilidoso Sagan, segundo otra vez, como en cinco etapas del pasado Tour. Anda gafado. No gana ni las etapas invalidadas. El BMC vistió de primer líder a un compatriota de Sagan, a Peter Velits. Al eslovaco, antiguo campeón del mundo sub-23, la etapa que no vale le sirvió para lucir el maillot rojo en Marbella. De eso se trata también con un Lamborghini, de fardar hasta en el atasco. A Samuel Sánchez, que es compañero de Velits en el BMC, le encantan los motores de alta cilindrada. Disfruta en Marbella ojeando los aparcamientos. Es de los que aceleran de salida. Eso hizo en la contrarreloj. «Como era corta y estrecha, los que mejor arrancamos lo dimos todo en los dos primeros kilómetros», contó. Hasta poner el coche a sesenta por hora sobre el camino de tierra que va paralelo a la playa. Luego, con el trabajo hecho, se dejó ir. Daba igual. Los tiempo no contaban: solo valía ganar la etapa para el patrocinador.

A eso se dedicaron cinco de sus compañeros. Cinco ocupan menos que nueve. Culebrearon mejor por los puentes de madera y sobre el albero. Se ciñeron al límite en los giros estrechos y escalofriantes. Y, a 54 kilómetros por hora, entraron en el paseo de Marbella con un segundo sobre el Tinkoff y el Orica. Con 18 sobre el Caja Rural, que lo dio todo. Con 24 sobre el Movistar de Valverde y Quintana, que fue tan prudente como el Astana de Aru, Nibali y Landa. El Katusha de Purito se dejó 54 segundos. Y el Sky de Froome, que llegó a descolgarse unos metros, perdió más de un minuto. Mucho para tan poco y polémico recorrido. Froome viene de ganar el Tour y de pasar dos semanas disputando critérium: rentables (a 50.000 euros por sesión), pero no adecuados para preparar una gran vuelta. De momento da igual. Ese minuto que ayer se dejó ya ha desaparecido. No vale. Por eso, los ciclistas del Europcar, que tardaron dos minutos y 15 segundos más que el BMC y le faltaron al respeto a la Vuelta, tienen hoy las mismas opciones de ser líderes de verdad en la meta de Caminito del Rey, segunda etapa de la carrera. La primera, en realidad. Y todo por el innecesario lío del albero que pudo haberse resuelto mucho antes.

Un kilómetro final emocionante

  • La primera etapa en línea de la Vuelta a España 2015 finalizará en una ligera subida, en Caminito del Rey, situado a 560 metros de altitud, que tiene un kilómetro final cuesta arriba, lo que servirá para romper el grupo y también para que alguno de los hombres rápidos no llegue a disputar el 'sprint'.

Cuando en enero la Vuelta desveló su recorrido ya avisó de que cuatro de los 7,4 kilómetros de la contarreloj por escuadras inicial se disputaba sobre esa tierra compactada que chupa la sangre de los toros en las plazas. Nadie se preocupó, nadie protestó. Todos miran con lupa el recorrido del Tour. Se juegan mucho. De la Vuelta, que llega al final del verano, no se ocupan. Y el jueves, al llegar a Marbella, los ciclistas, sobre todo Froome, se asustaron. No les gustó el trazado: peligroso, angosto, sin apenas asfalto. Cierto: era inadecuado. Pero lo dijeron a destiempo. Alarma tardía. Ya estaba todo montado; el aforo de la plaza, vendido. Marbella y Málaga habían pagado por difundir la imagen más internacional de la Costa del Sol. Yates como pirámides en Puerto Banús. Sol, playa y lujo. Ya era tarde para variar el recorrido. Marbella, atestada, no habría soportado un corte más de tráfico. Había que ir por el paseo peatonal. Por el albero.

Los ciclistas se negaron. Amenazaron con un plante. La Vuelta se arrugó. Tragó saliva, bilis y dejó la decisión final en manos de la Unión Ciclista Internacional. La UCI, salomónica, optó por respetar el itinerario, pero contentó a los ciclistas.

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