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Alberto y Miguel Soler, padre e hijo, a escasos metros de la rotonda de Emasa, kilómetro cero de la Subida a la Fuente de la Reina. N. Carmona
A los 103 pueblos de la provincia en bicicleta
Ciclismo

A los 103 pueblos de la provincia en bicicleta

Miguel y Alberto Soler, padre e hijo, recorrieron toda la geografía malagueña pedaleando después de que al mayor de los dos le diagnosticaran un cáncer de páncreas

Nacho Carmona

Málaga

Domingo, 29 de septiembre 2024, 00:01

Alberto Soler tiene 33 años e idolatra a su padre. Admira su historia de vida y afirma con convencimiento que está poco reconocida. Miguel, de 64, por su parte, no cree que su biografía sea más especial que otras. Y es por eso que siempre se ha negado a impartir charlas o a dar 'clínics', pese a que no han sido pocas las veces que se lo han ofrecido. «No me parece que sea para tanto y no creo que pueda servir», expresa con una sonrisa. Con la complicidad que da la sangre se sientan en una cafetería de Fuente Olletas, a escasos metros de la rotonda de Emasa, kilómetro cero de la subida a la Fuente de la Reina, el 'Alpe d'Huez' de los malagueños, para contar su historia. «Desde que nací, la competición, de triatlón y duatlón, estaba en casa», cuenta el hijo. «La primera palabra que aprendió fue 'bici'», añade de forma divertida el padre.

Más que una forma de vida, intentando huir de tópicos, hablan del deporte como un alivio. Y también como estrategia. «Toda tu vida: negocios, relaciones sociales... Todo se resuelve y se piensa mientras haces deporte», expresa. Una afición seria que ha llevado a la familia a invertir tiempo y dinero en eso que les hace felices. Siempre ha sido una prioridad para ellos pese a los obstáculos. Miguel Soler era autónomo y tenía una asesoría, una actividad que le requería mucho tiempo, que unida a una serie de dificultades de índole familiar hicieron que tuviera que empezar a funcionar antes de que el sol saliera para poder cumplir con sus quehaceres y sus aficiones.

Y también ha sido una especie de salvavidas. La vida de la familia sufrió un giro cuando a Miguel le llegó el diagnóstico de las seis letras. Estaban preparando el 'ironman' de Barcelona cuando el padre, que siempre había estado delgado, comenzó a perder kilos. «Perdía y no los recuperaba», recuerda. Una analítica de sangre hizo saltar las alarmas. Un fuerte dolor, un día después de coronar a los Montes de Málaga, le hizo volver al hospital. Y una llamada confirmó este mal presagio: cáncer de páncreas. Se trata en el Clínico y se encuentra en las manos de la doctora Isabel Sevilla. Con una sonrisa asume su destino: «Un cáncer de páncreas significa que se acabó». Pese a todo tiene buen aspecto, de hombre sano, y sigue hecho un toro pese a la enfermedad con la que lucha gracias al deporte.

Miguel, que anteriormente consiguió coronarse campeón de Andalucía, de España, de Europa y del mundo en su categoría, se jubiló y decidió, entonces, dedicarse en cuerpo y alma a lo que ama. Padre e hijo se inventaron entonces un divertido reto que decidieron compartir en redes sociales de forma personal y recreativa: llegar a los 103 pueblos de la provincia de Málaga en bicicleta. Alberto fue padre hace poco y se mira en el espejo de Miguel para inculcarle a su hijo la cultura del ejercicio físico «sin quemar a un niño». La herencia más valiosa que tiene y que quiere transmitir también a la nueva generación de los Soler. «Documentar este reto también va a servir para que mi hijo vea lo que hicieron su padre y su abuelo», agrega.

Reto conseguido

Alberto ideaba y Miguel ejecutaba. Así fueron dándole forma a su plan, trazando rutas para ver con sus ojos, subidos en la bicicleta, todos los pueblos y paisajes que esconde la provincia de Málaga. El pasado 23 de agosto terminaron su reto con una última escapada a la Serranía de Ronda. Barajaron la opción de salir siempre desde casa, en la capital, pero la amplia distancia existente con muchos de los puntos de la provincia hizo que partieran, en algunas de las etapas, desde otras localizaciones. Sus salidas oscilan entre los 90 y 130 kilómetros, por si fuera poca cosa.

Miguel y Alberto Soler se fotografían, como parte del reto, nada más llegar a Cuevas Bajas pedaleando. SUR

Su forma de acreditar los pasos que iban dando era fotografiándose, con un 'selfie', en los carteles de carretera que indicaban la llegada a una nueva población. «Él no quería hacerse la foto en los rótulos que ponen los pueblos, quería hacérsela en los carteles de carretera», cuenta Miguel. «Para que sean todos iguales», contesta el hijo. «Al final llegamos a pueblos con carteles muy espectaculares y me convenció para cambiar de método», dice Alberto riendo.

No esperaban que su reto tuviera tanta acogida en redes sociales. «A la gente le hizo gracia y nos empezaron a animar diciéndonos que ya nos quedaba poco. Nos decían que fuéramos a su pueblo y me animé a seguir subiendo cosas de este proyecto», apunta Alberto, que asegura tener muchas anécdotas de las múltiples etapas que ha tenido el reto. «Nos hemos perdido un montón de veces y por eso empezamos a planificar las rutas... Y nos han llegado a parar porque nos conocían», relata Miguel. Y aparte, padre e hijo siguen compitiendo. Este reto, a efectos prácticos, ha sido como un entrenamiento cara a aquellas pruebas en las que se cuelgan un dorsal.

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