Un desafío extremo en las altas montañas de Escocia

Participará, este fin de semana, en una de las carreras de MTB más exigentes del planeta: la Strathpuffer. Será el único español. Durará lo que la Tierra tarda en girar sobre su eje y su escenario serán las altas montañas de Escocia, oficialmente conocidas como Tierras Altas (en inglés, Highlands). De las 24 horas de duración que tiene, 17 serán sin luz solar (de noche) y a merced de condiciones climatológicas de lo más extremas, donde la posibilidad de que nieve, hiele o llueva son más que reales. El trazado será un circuito cerrado de 12 kilómetros y ganará el que más vueltas completas dé. «El año pasado, el que ganó hizo 26», cuenta Perales. Se puede correr en parejas, en equipos de cuatro o en solitario. El de Benahavís lo hará en solitario y afirma a este periódico que su aspiración es la de ganar. El apoyo de su pareja, que es psicóloga, se ha antojado fundamental para hacer frente al reto.

Además, relata algunas de las emociones que han experimentado quienes han tomado parte en la prueba. «Todo el mundo con el que he hablado me ha dicho que estoy loco por hacerla sólo. Me han dicho que es muy duro y que te sientes miserable. Muy mal. Lo peor de todo es el barro y el frío. Fui el mes pasado a hacer una vuelta al circuito, a ver cómo estaba, y cuando llevaba menos de media hora ya estaba todo empapado. Siempre acabas pensando que qué haces ahí, pero estoy muy mentalizado y voy con la idea de ganar», se sincera.

Por límite y extremo que resulte este episodio, es sólo la punta del iceberg de la aventura que le supuso cambiar el rumbo de su vida en tierras de Gran Bretaña. La empresa en la que empezó a trabajar como mecánico colaboraba, a su vez, con una escuela de ciclismo de montaña especializada en la modalidad de enduro, su favorita (descenso, pero pedaleando). La escuela equivaldría a un grado medio o superior en España y estaba a hora y media en tren desde Edimburgo, donde reside.

A la hora de solicitar el acceso se encontró con dos escollos: el primero y más importante, el idioma, y después el nivel deportivo. «Fue un golpe de realidad. Venía de correr pruebas importantes en España y allí había chavales de 16 años con un nivel brutal», comenta Perales. El nivel deportivo, no obstante, no fue problema. El inglés, sí. Primero le dijeron que no. Pidió una prórroga de tres meses para perfeccionarlo. Le concedieron esa oportunidad y la superó hasta acceder. «Mi novia sabía inglés y me apoyó muchísimo», insiste sobre el papel de Marina, fundamental en esta etapa de su vida. «Tuve que suplicar para entrar y acabé sacando una de las notas más altas -recuerda-. Para mí esa escuela era un sueño, esa escuela han salido profesionales de descenso que corren a primer nivel de enduro».

Una vez lo completó ingresó en la universidad. Accedió a la Fort William, en las Tierras Altas de Escocia, con la idea futura de montar una empresa relacionada con el ciclismo más allá del 'coaching', con lo que aprendió en la escuela en la que se graduó en Manager de Turismo de Aventura. «Es una brutalidad la de grados y posibilidades que hay allí. La universidad es una pasada. Los profesores son todos escaladores o han trabajado en equipos de rescate».

Una de las asignaturas que tuvo durante su formación universitaria consistía en planear una expedición internacional. «El primer año te juntas con quien quieras y planeas una expedición en Tercero. Yo conocí a un chico español y a los dos nos gustaba el ciclismo», relata. Su idea encontró en Turquía el escenario ideal. Desde cero crearon una expedición que arrancó en Estambul y que llegó a la región de Capadocia con bicicletas de montaña para poder seguir disfrutando de las características del terreno cuando llegaran al destino final. «El primer año estuvimos organizando todo y después tuvimos que hacerlo». Tuvieron que convencer a la universidad y a los profesores para que les dejaran hacerlo allí, en solitario. «Los conseguimos convencer, lo vendimos muy bien y fue una aventura», confirma. Y así, fueron perfectamente equipados: llevaron tiendas de campañas, camping gas y teléfonos satelitales. Todo en alforjas.

En total tardaron 11 días en completar con éxito los 1.000 kilómetros de trazado. «Al final nos separamos. Mi compañero decidió regresar cuando terminamos y yo me fui a la costa de Turquía a seguir montando en bici, aunque esta vez en solitario», relata. En total, sumando los kilómetros costeros, le salieron algo más de 1.200 kilómetros.

Más allá, su faceta de mecánico le permitió trabajar de eso mismo en el Mundial de ciclismo, cuya pasada edición se celebró en Escocia. La modalidad de descenso tuvo lugar en Fort William. «Le escribí a equipos españoles para trabajar con ellos. Por desgracia, aunque para mí fue bueno, me dijeron que había habido un problema con un mecánico y acabé trabajando para un corredor de la selección colombiana. Para mí fue lo máximo. Un sueño tachado de la lista».