![El accidente de moto que acabó con la carrera del rondeño Melgar](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2024/05/11/melgar2-RUkPK2AGkY2kth2ewcKtl0L-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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Eran otros tiempos. Ni mejores ni peores. Sólo otros. Cuando el rondeño José Manuel Melgar sufrió el accidente que terminó con su carrera, coincidiendo con el cambio de siglo, todo sonaba diferente. Kelme, ONCE, Banesto… O Ávila Rojas, uno de los equipos amateur de categoría élite más temidos del país y una de las fábricas de ciclistas más brillantes de la historia en Andalucía. «Éramos muy buenos. Atacábamos y rompíamos las carreras casi desde el principio», cuenta el malagueño, que se remonta a aquellos tiempos en los que llevaba en el pecho el nombre de la antigua constructora granadina.
Desde aquello ha llovido bastante. Iba de 'paquete' en su propia moto, una Honda CBR, que ese día conducía el primo de su pareja. Sucedió en la A-397, la carretera que conecta San Pedro Alcántara con Ronda. «Se le fue la pinza en dos curvas. Tuve tres costillas, dos vértebras y la pelvis fracturada; un pulmón encharcado, que me lo tuvieron que drenar; el intestino grueso rasgado y la uretra rota», enumera. El piloto, sin embargo, no sufrió daños graves. Hoy tiene 49 años y reconoce que su única espinita fue no llegar a firmar un contrato profesional, como sí hicieron muchos de sus compañeros de equipo: Pablo Soler, Manuel Calvente, los hermanos Fito y Carlos García Quesada o el malagueño José Antonio López Gil. «Todos pasaron a ser profesionales», cuenta. Él pudo, pero ese episodio le obligó a dar un giro a su vida, un paso que no le resultó difícil tras un año recuperándose de ese fatal accidente.
Era un rodador, un especialista en pruebas de media montaña con unas características privilegiadas y una evidente facilidad para sacar las carreras adelante. Su trayectoria es buena prueba de ello. Se inició tarde, pero no esperó para ponerse al día. Se alistó al equipo malagueño Campos Lorca siendo juvenil. Ganó carreras prácticamente desde su debut para terminar dando el salto a la categoría sénior cuando aún no le tocaba. Y agradece a Manolo Campos Lorca el esfuerzo que hizo por ese grupo de chavales que soñaba mientras pedaleaba: «Nos llevaba a todos lados». El equipo pasó a mejor vida, pero la tienda sigue existiendo en la barriada de Tiro de Pichón.
El Ávila Rojas hizo una primera intentona de ficharlo cuando consumió sus años de juvenil. «Mi pensamiento entonces era pasármelo bien con la bicicleta y los compañeros, pero al cabo de dos o tres años me di cuenta que estaba tonteando», recapitula. Volvieron a por él cuando cumplió los 20 años y se decidió a dar el salto. Con el 'maillot' del equipo nazarí ha corrido las mejores vueltas del calendario nacional y compartió carretera con ciclistas de la talla de Joseba Beloki o Alejandro Valverde. «Cuando ya son conocidos y ves las clasificaciones te das cuenta de con quienes has corrido», añade. «Cada año firmaban contratos profesionales tres o cuatro del equipo», contextualiza.
Mira al pasado sin recelo, sin rencor y con cierto cariño. No le cogió miedo a la carretera después de aquello y responde de forma abierta cuando fue preguntado por un hipotético futuro como profesional si el desenlace de aquel trayecto San Pedro-Ronda hubiera sido otro. «Es posible. La bicicleta me gustaba y si había que estar ocho horas entrenándome yo estaba ocho horas. Si no pasas a profesional no eres nadie, pero no era mi obsesión. Hace falta esa pizca de suerte». Pero la fortuna no le sonrió aquel fatídico día.
Le tocó vivir otro ciclismo. Una disciplina que otorgaba más oportunidades a los jóvenes, porque había equipos y una cultura en el Sur que los incentivaba a correr, pero que también contaba con menos medios para que se pudieran desarrollar. Era todo mucho más salvaje. «En Málaga había dos o tres equipos. Ibas a una carrera de juveniles y había 120 tíos. Andalucía está un poco perdida, salvo por el Serman –el equipo que patrocina José Antonio López Gil–, que nos está liberando un poco».
Fueron compañeros en el pasado y hoy habla de él como su amigo. «Qué te digo... Quedábamos todas las mañanas y nos íbamos a Granada juntos a correr siempre que competíamos». López Gil participó en tres ediciones de la Vuelta a España (2007, 2008 y 2009) como gregario del Andalucía-Cajasur.
Melgar volvió a despertar ese gen competitivo pasada una década de aquello, en 2014. Como máster guarda varias medallas y sigue dejando destellos de sus cualidades como ciclista. De lo que pudo ser y no fue. Hoy por hoy no compite porque, afirma, «hace falta tiempo para poder hacer algo en la bicicleta». Pero no entiende la vida sin ella. «Yo montaré en bici hasta que me muera», expresa. No sabe explicar qué es lo que le encandila de este deporte al que cataloga de muy adictivo.
En Málaga es una cara conocida para aquellos que pedalean en las mañanas de sábado y domingo. Elogia las características geográficas de la provincia para su práctica, a la vez que cuenta que sale con una 'grupeta' de Churriana y Alhaurín de la Torre, localidad en la que reside y ejerce como funcionario de prisiones en la actualidad.
Valora todo lo que engloba al ciclismo, con sus más y sus menos, y no rehúye de la peligrosidad de su práctica. «Está uno acostumbrado. Yo ya he perdido a tres amigos», se abre. «Por ejemplo, los hermanos gemelos Ricardo y Javier Otxoa, que corrieron en la ONCE y el Kelme. Entrenaban aquí», manifiesta. Fueron atropellados en Alhaurín de la Torre, donde residían mientras se ejercitaban. Ricardo murió en el acto y Javier no pudo salir de un coma que duró 63 días. El último de ellos venció en la novena etapa del Tour de Francia del año 2000, coronándose en el Pirineo galo para entregarle el 'maillot' amarillo a Lance Amstrong, que ese día no pudo con él.
Así las cosas, Málaga siempre fue una raya en el agua en el ciclismo español. Sólo unos pocos llegaron a la élite. Jesús Rosado, José Antonio López Gil, Carmelo Urbano, Mario Lara, Pablo Guerrero o Luis Ángel Maté fueron algunos que saltaron a la palestra y consiguieron abanderar, cada uno en su medida, a una Málaga que nunca se caracterizó por exportar grandes talentos.
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