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Este club es el perfecto ejemplo de que, con ambición y muchísima dedicación, uno puede partir de la nada y acabar siendo en un referente, una entidad capaz de reescribir la historia de balonmano femenino malagueño… Y español. Un club que nació con el ánimo de dar cabida a jugadoras de la provincia que acababan sus etapas formativas y no encontraban un sitio en el que poder jugar, en épocas en las que sólo unos pocos 'locos' creían en un futuro profesional para ellas. Treinta años después, se han sobrepasado con creces todas las aspiraciones posibles: jugadoras contratadas, que vivir por y para sus carreras deportivas, que compiten a nivel europeo, un equipo consolidado entre los mejores del país... Un lugar al que, ahora, todas quieren venir.
El entonces Costa del Sol Málaga nació en 1994, impulsado por el entonces presidente de la Federación Malagueña, Antonio Ortigosa, así como los presidentes de los clubes Insana y Clubai (iban a desaparecer por cuestiones económicas) e incluso, algunos padres de jugadoras de colegios de la zona: principalmente, el Europa y el Puertosol. Tras muchas reuniones y esfuerzos, nació la organización, presidida inicialmente por Fernando Irigoyen y con el 100% de talento malagueño.
El mismo con el que, sólo un año después de su creación, subieron por primera vez a la élite, la División de Honor (1995-96). Sin embargo, la falta de apoyos no contribuyó a que el equipo pudiera mantenerse, y descendió 'ipso facto'. Pese al buen hacer de Irigoyen, el club comenzó a crecer con la llegada de Carmen Morales a la presidencia (ya contribuía desde los inicios, pero se la nombró oficialmente en 2001). Ella fue clave en la búsqueda de apoyos para un club en el que nadie creía. «Las instituciones sí que nos apoyaban, aunque con cantidades irrisorias. Entonces, el balonmano femenino no se valoraba tanto, a las empresas les costó entendernos», reconoce.
Aun así, las jugadoras se iban superando cada año, competían con ambición, llegando a ascender una vez más a la División de Honor (donde estuvieron del 1999 al 2001), talentosas malagueñas que se sobrepusieron a descender incluso a la tercera categoría por falta de presupuesto, que tenían que compaginar sus estudios y trabajos con el balonmano, a las que nunca se les permitió soñar con vivir de esto. Tras nada menos que trece fases de ascenso a la élite, en 2014, se dio el milagro.
El equipo logró su merecida plaza en la División de Honor, de la cual no han bajado desde entonces. Y aunque se ganó en pista, hubo una persona que, fuera de ella, hizo posible que el club no renunciara al sueño: el empresario Manolo Rincón. «Tenía que decirle al equipo que si subíamos, tendríamos que renunciar, pero entonces llamó Manolo, ahí comenzó la gran subida del club». Y, echando un vistazo en el tiempo, Morales reconoce: «Sentía que los primeros años nos miraban diciendo: 'No tenéis nada que hacer, vais a desaparecer'. Ahora mira dónde están».
Entre aquellas malagueñas estaban jugadoras como la internacional en categorías inferiores Estefi Méndez, hoy vicepresidenta del club: «Recuerdo que nosotras teníamos que combinar el club con nuestros trabajos fuera, porque sólo nos daban alguna ayudita… Ahora veo el cambio y me parece increíble todo lo que mueven. Este club ahora no se pone techo, porque tenemos calidad, medios… Tenemos uno de los mejores equipos de España, y realzo el trabajo de Pepa para conseguirlo».
Falleció en julio de 2019, trágicamente, aunque en realidad, él nunca se fue. Diego Carrasco ha sido y es el pilar de este club. No sólo fue el entrenador del equipo durante la gran parte de su historia, sino el mayor impulsor del balonmano femenino malagueño (también en playa), la sonrisa y el carácter del club. Un emblema. Culpable de que Carmen Morales se mantuviera en la presidencia, de que las jugadoras crecieran deportiva y personalmente, de que Suso Gallardo sea el gran técnico que es y de que Pepa Moreno (su pareja) siga luchando, cada día, por cumplir todo lo que siempre soñó para el club de su vida.
Y es que la historia del club no podría entenderse sin ella, sin Pepa Moreno, la jugadora que recaló en la entidad con 19 años, se convirtió en la eterna capitana, se retiró en la campaña 2016-17 y pasó a tomar el testigo de Morales en la presidencia, revolucionando el equipo a base de insistencia y una búsqueda incansable de patrocinadores, hasta el punto de ser la impulsora de que este equipo cuente con uno de los presupuestos más importantes del país a día de hoy. Una auténtica quimera hace años. «Siempre he luchado por tener todo lo que nosotras no tuvimos, por estar profesionalizadas, tener una estructura, jugadoras contratadas, cobrando, que puedan viajar el día de antes del partido...», valora Moreno, que, pese a los malos momentos que ha vivido, considera que ha merecido la pena por ver cómo brilla hoy el club: «Si volviera atrás, haría el mismo camino, sólo cambiaría el que Diego estuviera con nosotras para disfrutar de todo lo que él soñó, ver una grada llena, lograr títulos para Málaga. A partir de su partida, quisimos luchar por él».
Él, su pareja, mejor amigo y compañero durante toda una vida, le impulsa aún desde arriba, pero en la tierra, la figura clave para que ella no abandonase el proyecto fue Suso Gallardo, el entonces segundo de Diego y actual entrenador del club, al que lleva ligado desde los 21 años (primero junto a Cisco Linares). «Ni en los mejores sueños hubiera pensado nadie en llegar donde estamos, siendo uno de los mejores clubes de España, con un equipo profesional, compitiendo por Europa, ganando títulos… Estamos a años luz de como se empezó. Nadie esperaba este crecimiento. Ha sido una apuesta de varios 'locos', Carmen, Diego, Pepa… Un trabajo increíble», dice.
Entre todos, han creado un club de ensueño, un espacio para crecer y triunfar sin tener que salir de casa, así como lo hizo la actual capitana e internacional, Sole López. Ella ha vivido la etapa en Segunda, las fases de ascenso, la falta de recursos... Y aun así, nunca se ha ido: «Soy una privilegiada por tener un club en mi ciudad en la máxima categoría, y que cada año me transmite su ambición. Aquí lo tengo todo». Ahora que está saboreando las mieles del éxito, es más feliz que nunca: «Antes venían 30 personas a vernos y ahora tenemos problemas de aforo, nos siguen y los apoyan. Para mí, eso es más que un título».
Tras el confinamiento, y en la primera temporada con Suso Gallardo al frente del equipo, comenzó la época dorada del Costa del Sol, impulsada por la mejor plantilla que había tenido hasta la fecha, y motivada por el hecho de querer dedicarle un título a Diego. Se cumplieron las plegarias, además, en casa, en Alhaurín de la Torre. Allí, en septiembre de 2020, el Costa del Sol levantó el primer título nacional de su historia: la Copa de la Reina, una Copa con dedicatoria directa al cielo. Ahí empezó todo. Sólo un mes después, volvió a dar un golpe sobre la mesa al levantar el título de la Supercopa de España, en Ciudad Jardín. Al cierre de aquella temporada 2020-21, llegó el gran colofón, el primer título internacional en las vitrinas del club: todo un hito para Andalucía y para Málaga: el trofeo de campeón de la EHF European Cup, logrado en Zagreb. Siguió creciendo el palmarés con su segunda Copa, esta vez lograda en San Sebastián, en la campaña 2021-22, en la que también fueron subcampeonas de la EHF y de la Liga. Se cerró el círculo sólo un año más tarde, logrando el ansiado título de la Liga, en Carranque.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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