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Suso Gallardo elige el mar, el entorno de Pedregalejo, para la imagen que ilustra la charla con este diario. El entrenador del Costa del Sol, habla de su vínculo con el balonmano, sus veranos, sus preferencias de ocio y hasta de la turismofobia. Es la ... faceta más personal de un técnico tan visceral en la cancha como apacible fuera de ella.
-¿Cómo empezó en el mundo del balonmano?
-Estudié en Puertosol, que es un colegio en el que el deporte rey es el balonmano. Me gustaba hacer deporte y mis amigos se apuntaban a balonmano. Jugaba de central y de extremo. Al final me quedé ahí. Ya de sénior, hasta los 24 años, fui más primera línea. Estaba Rafa Correa, mi entrenador en toda la etapa base. Tengo muy buen recuerdo de mi último año de júnior y ya de sénior con Pipi, en Mijas, un clásico de la cantera, y luego Blas Becerra, del barrio de Ciudad Jardín, donde me he criado, y Diego Carrasco.
–¿Era bueno jugando?
–Normalito. Era peleón. Defensivamente mejor, pero sin una calidad excesiva.
–¿Cuándo se planteo, en lugar de jugar, dirigir?
–Siempre me llamó la atención ser entrenador. Veía cosas que el resto no veían, compartía cosas con los entrenadores y compañeros. Con 18 años pegué en varias puertas y se me abrió la del Málaga Norte, que a día de hoy es nuestra base.
–Nunca ha entrenado en balonmano masculino...
–No, y por azares de la vida. Era lo que conocía, pero quedó un sitio libre en un benjamín femenino. Empecé como ayudante de Iluminada, y a la semana me dijo que me veía más como primer entrenador. Empecé a subir con ese grupo, tuve éxito en el balonmano base y me quedé ahí.
–A día de hoy, ¿se plantea ese recorrido hacia el balonmano masculino?
–Es difícil y no es difícil. Tampoco me planteaba estar en sénior y es donde estoy. No es algo que me proponga a corto o medio plazo. Si surge y la oportunidad es buena… y si los proyectos femeninos no son atractivos. El masculino es mucho más físico, y el femenino más técnico.
–¿Cómo ve el balonmano de élite en la capital malagueña? ¿Habrá al fin de nuevo un equipo de Asobal?
–Es complicado. Todo depende mucho del tema económico, pero también de un buen proyecto. Ahora el Trops está trabajando bien desde la base, con muchos niños, y el juvenil ha sido subcampeón de España, que es muy complicado, pero ha de salir una buena camada de base, asentar los proyectos. Y la División de Honor Plata es un torneo largo, con equipos profesionales y buenos presupuestos. Hace falta también una pizca de suerte.
–¿Cuál es el título que más le ha llenado de los que ha conquistado como entrenador?
–La Copa de Europa (la EHF European Cup), en el triplete de 2020. Teníamos muchas ganas de vivir el ambiente europeo, que es totalmente distinto, viajar fuera. En años anteriores ya tuvimos ocasión de haber llegado lejos.
–¿Por qué dice tantos tacos en los tiempos muertos?
–No insulto nunca a las jugadoras. Los hay peores, más sibilinos. A lo mejor lo hacen por detrás. A lo mejor soy muy mal hablado. Mi madre y mi chica me regañan mucho por eso, pero soy natural y me sale ese nervio, pero no falto al respeto. A veces me meto conmigo cagándome en todo lo cagable. Estás a 300 revoluciones, y estoy tratando de cambiar, pero lo que no hago es sobreactuar.
–Aun estando en plena expansión el balonmano femenino en nuestro país, ¿qué cree que le falta para crecer más?
–Al final es que siga teniendo visibilidad. Que los patrocinadores privados se animen más. Las instituciones sí que se están volcando con nosotros y este deporte, que cuando vas a verlo te engancha, con ida y vuelta y muchos goles. Tenemos ya unos 800 abonados, y eso habla bien de nuestro crecimiento.
–¿A todas las jugadoras se les puede llegar igual?
–No, está claro que no. Son de distintas edades, ciudades y hasta países. Algunas han dejado su casa a a 6.000 kilómetros. Cada jugadora es única. Trabajas con ellas individualmente y a nivel de grupo.
–Estudió Educación Especial ¿Con qué motivación?
–Siempre me atrajo más que hacer Educación Física, que iba a ser demasiado deporte, pensé en eso. Mi tío era oligofrénico profundo, colaboré con Aspromanis, con familias.
–¿Qué otros deportes le gusta ver?
–Fútbol, aunque ahora menos, me resulta más aburrido, más táctico. No veo tanto espectáculo, partidos con 0-0 o 1-0 en los que no ves nada. Veo mucho deporte, algo de baloncesto, que me parece lento en el último cuarto, fútbol-sala...
–¿Qué le gusta hacer en unas vacaciones?
–Intento viajar con mi chica, que también echa muchas horas de trabajo. Aunque tenemos una ciudad increíble, salir por Europa o por España, coger un avión, desconectar y buscar lugares de costa, que me gusta mucho la playa. A veces buscamos también desconectar en el parón de noviembre.
–¿Tiene alguna superstición antes de la competición?
–Muchas. Me he ido quitando alguna. Ya Diego (Carrasco) lo era. Ver los calentamientos sentado, que no se ponga nadie por delante. Tengo un par de calcetines que son los de los días de partido. Me presigno, me doy golpes en el pecho. A veces varío, si veo que no me vale.
–¿Padece Málaga turismofobia?
–Creo que el turismo hay que llevarlo con naturalidad. Málaga es una ciudad muy abierta y es una fuente de ingresos fundamental.
–¿Cuáles son sus gustos musicales, de libros o cine y series?
–Escucho mucha música. Me gusta Robe Iniesta, excantante de Extremoduro, flamenco, house, carnavales... La música ha estado ligada a mi familia siempre. Mi padre ha escrito para coros. Cuando tengo tiempo en los viajes al fina te enganchas a una serie por las sugerencias de las plataformas.
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