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En las actas de los últimos compromisos del Trops Málaga hay una coincidencia de apellidos, los Soler, y no es una mera casualidad. El entrenador, Quino, ya tiene relevo, su hijo Pablo, un prometedor canterano que ya ha debutado con el equipo en División de Honor Plata y marcado goles (tres, en concreto) en la Copa del Rey. De físico van parecidos (1,90 de momento el hijo, con margen para subir algún centímetro, y 78 kilos) y hasta en el acento, aunque Pablo nació en Barcelona y vivió allí sus tres primeros años de vida, coincidiendo con la etapa de su progenitor en el Granollers. En lo técnico Quino tiene muchas esperanzas de que lo supere, y eso que el listón está elevado.
Hablamos del que probablemente ha sido uno de los tres mejores jugadores de balonmano de la historia en Málaga (junto a Antonio Carlos Ortega y el difunto José Luis Pérez Canca), exjugador del Puleva Maristas, el Barça, el Granollers y el Antequera, y 35 veces internacional, con presencia en el Europeo de 1994. «Ganará en fuerza. Atléticamente es mucho mejor que yo. Tiene una genética muy buena y, técnicamente, a su edad es mucho mejor», reconoce Quino sobre su vástago, y argumenta también que los medios técnicos (preparación física, recuperación, nutrición) también han mejorado mucho respecto a su etapa de jugador.
1,90 metros miden ambos (su padre llegó a los 1,92 en su etapa profesional) y pesan 78 kilos. A sus 18 años, Pablo puede alternar como primera línea y extremo, donde actúa más ahora
En la trayectoria de Pablo, que comenzó en el balonmano a los 8 años (hasta entonces jugaba al fútbol) en Antequera, hubo un punto de inflexión en su primer año de juvenil. «Era un niño al que se le veía que iba a ser grande, pero no había terminado de dar el estirón, pero técnicamente es un jugador muy completo, y también tácticamente. Entiende bien el juego», se pronuncia Quino, que ya le entrenó también en esa etapa en Antequera. El caso es que el Trops Málaga le fichó este verano junto a otros dos canteranos del club vecino, el lateral izquierdo Valerio y el pivote Antonio, pero ha sido Pablo Soler el que con una gran pretemporada se ha abierto hueco en la plantilla, con la que se entrena al menos tres de los cuatro días de la semana y acude a los partidos, normalmente los sábados, aunque luego juegue también los domingos en el filial de Primera Nacional, en el que es uno de los pilares.
«De pequeño nunca había estado en una concentración de la selección andaluza, y en ese primer año de juvenil lo llaman. Ha jugado de primera línea, pero ahora lo está haciendo de extremo, porque entendemos que si sigue trabajando como hasta ahora puede tener un futuro importante», analiza su padre y entrenador, que lo ve como uno de «esos extremos que dan minutos defendiendo de segundo, de avanzado, que ofrece una serie de ventajas». A su vez Quino ve una opción ideal para Pablo de crecer junto a dos jugadores con experiencia en la Asobal como Curro Muñoz y Jesús Melgar, los dos que actúan en su puesto.
«El balonmano me gustaba porque mi padre lo jugaba. Lo veía mucho. Hasta cadete no era muy fuerte, pero di un estirón», explica por su parte Pablo, cuyas dos hermanas también disfrutan de este deporte. Ana, la mayor, con 22, es entrenadora en el Puertosol de alevines y la pequeña, Lara, de 11, es alevín de segundo año del Puertosol. «Desde que empecé a jugar mi objetivo era hacerlo en División de Honor Plata (donde estaban entonces los equipos referentes locales, el Trops Málaga y el Iberoquinoa Antequera, ahora en la Asobal), pero ahora (cumplida ya esa meta) quiero ir más arriba y jugar en la Asobal. Me gustaría que se hiciera posible en Málaga», se sincera Pablo, que estudia un Grado superior de Nutrición y Dietética en Medac y que lleva un día a día muy intenso entre entrenamientos y estudios.
¿Y qué ha supuesto en el vestuario del Trops la presencia del hijo del entrenador? «Es una situación peculiar –admite Quino–, pero la verdad es que el grupo es muy bueno. Son chavales extraordinarios, y él es un jugador más, No tiene privilegios. A veces es todo lo contrario». Lo ratifica el segundo capitán, Álvaro Armada: «Todas las dudas que podría haber las borra con la forma que tiene de entrenarse día a día. Está preparado, pero quizás no es el momento de darle toda la responsabilidad. Lo lleva con naturalidad y la calidad la tiene está ahí».
La saga de los Soler no es la única en el balonmano nacional, ni el primer precedenteTalant Dujshebaev, con Álex; los Valero Rivera, Xavi Pascual y Álex, y justo ahora se acaba de presenciar el debut del mayor de los Urdangarín en el primer equipo del Barcelona, con su padre, Iñaki, en la grada. El propio Antonio Carlos Ortega tiene un hijo, Ricardo, ahora cadete. «Nosotros en casa hemos tenido claro que si los niños hacían deporte era mejor para su formación como personas. Nunca les dijimos que tienen que jugar al balonmano», argumenta Quino, a l vez orgulloso del relevo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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