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Antonio Carlos Ortega cerró el círculo el domingo en el majestuoso Lanxess Arena de Colonia, con cerca de veinte mil testigos. Después de sumar seis Champions como jugador y encontrarse en el segundo escalón del podio, sólo detrás de Andrei Xepkin, Xavier O'Callaghan y ... David Barrufet, con siete, ahora suma una séptima, la primera como entrenador, después de no poderlo conseguir al frente del Veszprem húngaro en las Final Four de 2014 y 2015, en esta última en la que se jugó el partido definitivo y sufrió una remontada.
Ortega ha sido nominado también a mejor entrenador de la Champions, en una votación frente a otros candidatos pendiente aún de conocerse y es, junto a Filip Jicha, Talant Dujshebaev y Roberto García Parrondo, el único en alzar un trofeo de la Champions en balonmano como jugador y como entrenador.
Las lágrimas de emoción que no pudo reprimir Ortega eran la consecuencia de un año difícil. «Ha sido una temporada muy dura, por el momento de mi llegada, tras la mejor temporada del anterior entrenador (Xavi Pascual). Además, tuvimos alguna derrota muy dolorosa y me costó mucho llegar al centro del vestuario, que me creyeran los jugadores, porque no comprendían el cambio», se sinceró el preparador malagueño al término del partido.
«Hemos tenido que soportar dentro y fuera mucha presión, pero creo que lo hemos manejado muy bien, sinceramente, y al final el ganar te hace explotar todo lo que llevas dentro», añadió Ortega, al que acompañaron en Colonia muchos amigos de la generación de jugadores de sus primeros años en el balonmano, en el Puleva Maristas. «Me acuerdo ahora de muchas cosas, de mis padres... de mi familia, que siempre está apoyándome y a la que he llevado de un lado a otro en el mundo en mi carrera de entrenador».
Ortega, que ha dirigido al Antequera, el Kolding, el Veszprem, la selección japonesa, y al Hannover-Burgsdorf, reconoció que se quitó una espinita clavada de su etapa en el cuadro magiar. «Desde 2012 fuimos haciendo cada año mejor temporada y llegando a dos Final Four, cuando no se había llegado nunca y cesé por motivos extradeportivos tras la final en la que nos remontaron. No me gusta hablar de mí, pero el balonmano me debía esta Champions», manifestó.
Respecto al desarrollo tan apurado de la final, en la que ya desde un momento de la segunda parte y en toda la prórroga no se registraron rentas de más de un gol para cada uno de los equipos, habló sobre la tanda definitiva de lanzamientos de siete metros: «He estado entrenando los dos últimos días los penaltis. Los he puesto de mejor lanzador a peor, pero ha habido gente como Ali (Zein) y Ludo (Fabregas), que fallaban bastante en los entrenamientos, pero han dado un paso adelante y, cuando es así, hay que apostar por ellos. Era una moneda al aire, pero tal y como ha sido la temporada, no podía ser de otra forma. Estaba claro que teníamos que ganar de forma dramática».
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