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A la izquierda, Kike Moreno cuando jugaba para el Gaes Ciudad de Málaga; a la derecha, durante su etapa en el Verdeazzurro italiano. SUR
Kike Moreno, un trotamundos malagueño del balonmano mediterráneo
Balonmano

Kike Moreno, un trotamundos malagueño del balonmano mediterráneo

El central y lateral se crio en el barrio de La Victoria, jugó en el Ciudad de Málaga y pasó por Alicante e Italia antes de llegar a La Crau, en la Costa Azul francesa

Nacho Carmona

Málaga

Miércoles, 17 de abril 2024, 00:05

El Jardín de los Monos ha visto crecer a algunos de los mejores jugadores de balonmano que ha dado Málaga. La fábrica de talento que es el colegio Maristas, de la que salieron jugadores de primer nivel como Antonio Carlos Ortega o Víctor Hugo López, fue también el kilómetro cero de la carrera, entre otros, de Kike Moreno, un trotamundos del balonmano europeo con sello victoriano, que hace un alto en el camino para contar su historia desde La Crau, en la Costa Azul, la que está siendo su segunda aventura en suelo francés.

No puede contar con una mano las veces que ha hecho las maletas a sus 32 años. Emergió en la cantera de su colegio, en su casa. En sus inicios, el mapa del balonmano local era otro diferente al actual. «Estuve en el segundo equipo del antiguo Hexa Aldemar, entrenaba con el primer equipo y jugaba con el segundo. Así estuve dos años, cuando desapareció el primer equipo. Después, ascendimos desde provinciales hasta Primera Nacional -la tercera categoría- con un equipo que se llama Ciudad de Málaga. Ganamos la fase de ascenso en Manzanares, pero no había dinero y el equipo desapareció», cuenta Moreno sobre un episodio del que hace ya una década.

Fue en ese preciso momento cuando hizo por primera vez las maletas, aunque entonces no marchó muy lejos. Fichó por el Ciudad de Villafranca, en la localidad pacense de Villafranca de los Barros. «Era un equipo humilde y allí estuve tres años», valora. Su aventura en aquel pueblo de Badajoz coincidió en el tiempo con el nacimiento del actual Trops Málaga, el equipo que abandera a la capital desde 2016, que entonces competía con otra denominación.

Al cabo de tres temporadas regresó a casa por una temporada, en la que quedaron a las puertas de la fase de ascenso. En 2018 emprendió su primera aventura internacional, en Bolzano, al norte de Italia, porque, afirma, dejaron de contar con él. Se enfundó la camiseta del Eppan Handball, de la Serie B (la segunda categoría), escuadra con la que consiguió ascender al primer escalón. Una gesta en la que fue clave, firmando 225 tantos que le sirvieron para presentarse como uno de los goleadores de referencia de la categoría. «Fui el máximo goleador de la fase de ascenso», asiente, antes de contar los motivos de su salida al año de recalar allí: «Estaba muy al Norte, no estaba contento con el ambiente del equipo y fiché por otro de la segunda división italiana». Jugó media temporada en el Verdeazzurro, de la ciudad de Sassari, en Cerdeña, donde se consolidó entre los más anotadores antes de que la pandemia lo echara todo por tierra.

Ahí terminó su periplo en Italia. Siguió su camino en el Eón Alicante, de la División de Honor Plata, con el que peleó el ascenso a la máxima categoría hasta en dos ocasiones. «En mi segundo año hicimos la promoción con un equipo de Asobal. Perdimos un partido y ganamos otro, pero se quedaron ellos por la diferencia de goles», rememora. Sobrevoló el Mediterráneo de nuevo para agrandar su currículum. Aterrizó hace dos cursos en el Ajaccio, de Córcega, para probarse en la tercera categoría francesa, y este año lo hace en el La Crau de la misma categoría.

Experiencias diferentes

Su proceso de adaptación ha sido gradual. «En Italia me pagaban para vivir practicando el deporte que me gustaba desde pequeño, y aunque en mi primer año el ambiente no fuera el mejor, tenía esa motivación. El segundo sí fue mucho mejor», evalúa su etapa en Italia, cuyo balonmano presenta un nivel inferior al español: «Es más caótico e individualista».

Más allá, no se esconde y reconoce que la vida en Francia le está resultando dura. «En Málaga tengo un ambiente social grande, y aquí te ves más solo», confiesa. Su balonmano, sin embargo, presenta un nivel superior. «La tercera categoría francesa puede ser como la División de Honor Plata española. Es todo muy serio y cobras 12 meses, que en España sólo pasa en los equipos profesionales de arriba». Por esas diferencias y la edad, asegura, le encantaría regresar a casa: «Amigos íntimos están siendo padres y tengo un ahijado que juega al balonmano. Soy muy familiar y me gustaría volver a estar presente».

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