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Esta no era la final que esperaba la plaza de toros de Illumbe, pero nadie puede negar que no se viviera en ella un completo espectáculo. Sin duda, el todopoderoso Super Amara Bera Bera partía como el claro favorito para hacerse con un nuevo título de la Copa de la Reina, ante su público, en su escenario más idílico; quizá no contaba con la ley no escrita de que el torneo del K.O. siempre está abierto a las sorpresas. Puede que ni ellas mismas se crean lo que acaban de conseguir, pero las 'panteras' del Costa del Sol Málaga han demostrado de nuevo a toda España que la exitosa trayectoria de este club no ha hecho nada más que empezar, que la consecución del inédito triplete de la pasada campaña no fue una mera coincidencia.
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El conjunto de Suso Gallardo no partía ni mucho menos como favorito en esta edición de la Copa, pero este domingo volvió a desafiar a lo imposible. No pudo contra ellas el Rocasa Gran Canaria, su máximo talón de Aquiles esta campaña; tampoco el Elche, muy débil en su semifinal, y no, no pudo frenar a este equipo el Mecalia Atlético Guardés, ni siquiera en un buen partido movido por la adrenalina de disputar la primera final copera de su historia. El cuadro malagueño volvió a hacerlo, dominó, se creció, se gustó y convenció a miles de espectadores, que vieron como, por segunda vez en un año y medio, levantaba el segundo título de Copa de la Reina de su historia (26-33).
El cambio de actitud del equipo llegó tras imponerse al Rocasa en cuartos. Aquel temor a volver a caer ante este rival, frenó por momentos al equipo malagueño, pero la inyección de moral de la victoria les llevó en volantas hacia la final. Este domingo, la energía fue diferente. A sabiendas, además, de que el máximo rival, el cuadro vasco, cayó sorprendentemente en la semifinal, vieron ante sí la oportunidad de sus vidas. El papel de la capitana e internacional Sole López fue crucial durante la primera mitad. Su energía a la hora de motivar al equipo y su efectividad cara al gol (seis tantos en la primera mitad), hicieron creer al equipo, que para que la malagueña viera puerta con tanta seguridad y solvencia, siguió las pautas de los anteriores cruces: partió de una defensa fuerte y adelantada, una Merche Castellanos de nuevo crucial bajo palos. Esta solidez dio alas para que las más rápidas y habilidosas corrieran con soltura a puerta contraria.
Pero no lo puso fácil en Guardés, que ya hizo historia al pasar a esta final. Impulsadas por la brasileña Da Silva, la más acertada en el tiro, no permitieron que la renta de las malagueñas superaran los cuatro tantos antes del descanso, dejando una puerta abierta a la remontada en la segunda mitad (10-14). En la reanudación del juego, ambos equipos salieron revolucionados, y este exceso de nerviosismo y de energía no fue positivo para ningún bando. Las malagueñas, pese a permanecer activas en la ofensiva, pecaron con sus numerosas pérdidas. Por fortuna, no se aprovechó de estos errores el conjunto de José Ignacio Prades (el técnico nacional), porque sus jugadoras seguían yendo a remolque del Costa del Sol, mostraban signos de cansancio y no encontraban la fórmula para frenarlas.
A falta de 20 minutos para el final, el equipo estaba lanzado y la renta positiva llegó a rozar la decena de goles. El Guardés estaba anímicamente desfallecido y ni aun con tiempo suficiente para al menos recortar distancias, quiso plantar cara; estaba agotado tras la dura semifinal del día anterior. Y aprovechó esta oportunidad, muy inteligentemente, la perfecta directora de ceremonias Silvia Arderius, que subió su cuenta hasta los 5 goles para mantener la tranquilidad en el marcador.
Los compases finales, ambos equipos sopesaron el cansancio de disputar tres complejos partidos den dos días, pero aun así, el Costa del Sol siguió siendo superior. Tras un brillante partido, Sole López (máxima artillera con 9 goles) cedió el protagonismo y cogieron el testigo su hermana Espe López, Arderius y también Doiro, que se convirtieron en la pesadilla final del conjunto gallego. Sin posibilidad alguna, según pasaban los segundos, se dibujaba una amplia sonrisa en las caras de las 'panteras' Sonó la bocina, 26-33 en el marcador, gritos de alegría, lágrimas de felicidad, el aliento de más de 3.000 espectadores en la grada… La felicidad inundó al equipo. Parecía imposible, pero lo consiguieron. Un año y casi ocho meses después, el mejor club malagueño y andaluz de balonmano femenino de todos los tiempos volvió a adjudicarse su flamante corona.
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