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En una sociedad que cree tener la potestad para opinar acerca de todo, a menudo se olvida lo importante que es la empatía. Por mucho que queramos profundizar, jamás podremos saber qué sucede en la mente de otra persona, pero sí podemos hacer todo lo ... posible por intentar ponernos en su piel. Quizá así logremos dar valor al esfuerzo de una persona por esbozar una sonrisa cuando sólo quiere llorar o comprender que tras unas ojeras y un aspecto más descuidado quizá haya alguien luchando contra su propia oscuridad.
Hasta hace apenas unos meses, la llegada de la noche era una completa pesadilla para ella; el insomnio la destrozaba, su mente la atormentaba, y a cualquier hora del día, sin ningún tipo de control, las taquicardias y el dolor de pecho tocaban a su puerta. Estos episodios jamás avisaban, y desde luego, la destrozaban. «No sabría ni explicar todos los sentimientos negativos que tenía dentro», reconoce. ¿Quién podría pensar que esta fuera la situación de una joven veinteañera y exitosa a nivel deportivo? Quizá, no muchos, pero por desgracia, es una realidad cada vez más común y que merece la pena escuchar y atender.
Hablamos de Ana González, una de las mayores perlas del balonmano que ha dado la provincia. Formada en los colegios Sagrada Familia, Málaga Norte, Europa y Puertosol, dio el salto en el Balonmano Costa del Sol, afianzándose en el primer equipo hasta que se marchó al Puid d'en Valls de Ibiza, de Segunda. Regresó a la élite con el Elche y en diciembre de 2019, fichó por el KH-7 Granollers, en el que permaneció hasta el final de este verano. Tras un 2023 idílico para ella, subcampeona de la Copa, siendo la mejor extremo derecho del torneo, dijo basta. La sonrisa de Ana desaparecía cuando salía de la pista, y pese a que ya parecía encontrarse mejor, sus demonios volvieron a aflorar. Fue entonces cuando decidió despedirse del balonmano, aún con 24 años (ahora 25). «La decisión de dejarlo es de las más difíciles que he tomado, pero lo hice por salud mental. Arrastro problemas de salud mental desde hace años», explica Ana, 73 veces internacional desde promesa hasta la absoluta.
Tras varios meses a la sombra, en los que ha dado un giro de 180 grados a su vida, Ana ha tenido la fuerza y la valentía de abrirse por primera vez más allá de su entorno cercano. Un paso verdaderamente importante. Pero, ¿Cuándo comenzó esto? Explica: «Todo viene de situaciones que he tenido que vivir dentro del balonmano y que me hundieron mentalmente. Granollers fue mi trampolín para volver a sentirme bien». De hecho, apunta: «Allí me devolvieron la ilusión, pero al final nunca se van del todo esas sensaciones. Me trataron superbién, me dieron ayuda psicológica y tuve la suerte de conocer al que actualmente es mi marido. Todo se camufló un poco, pero llegado un momento en el que la mochila se fue haciendo más grande, mi única opción era apartarme del balonmano», relata. Y continúa: «He tenido muchos años ansiedad, taquicardias, dolor de pecho, insomnio… Llegó un punto en el que no lo podía sostener más».
Pero por fortuna, gracias a mucho trabajo a la sombra, está volviendo a ser ella misma. Ahora su vida ya no discurre entre canchas y autobuses, ahora cuando despierta, puede mirar el mar desde la ventana, se relaja desayunando mientras trabaja con su portátil y observa una preciosa postal de fondo. Reside en Saint-Raphael, al Sur de Francia, donde se mudó junto a su marido, el jugador de balonmano internacional Chema Márquez. Mientras, la malagueña desarrolla su marca personal como nutricionista y realiza sus primeras consultas y planes 'online', sumergiéndose ya en el mundo laboral. «Ahora he conseguido volver a dormir bien, ya no tengo taquicardias y empiezo a estar bien mentalmente», valora.
Sus planes han cambiado, y por fortuna, a mejor. Aunque es consciente de que la vida no funciona a veces según lo planeado. De hecho, recuerda: «Si me preguntas hace unos años, mis objetivos no hubieran sido estos, pero la vida me ha traído hasta aquí, estoy contenta y mis prioridades ahora han cambiado con respecto a otros años. Cuando eres pequeña te imaginas de otra forma el balonmano, el cómo puede ser tu vida… Pero estoy muy contenta de haberme casado, me gusta mucho el sitio en el que estoy viviendo, de adentrarme en el mundo laboral…».
Da gusto oír esas palabras tras relatar el calvario que hasta hace nada ha vivido dentro de sí, pero reconoce que aunque oscura y triste, esta etapa le está ayudando a convertirse en la persona que es hoy. Por ello, quiere lanzar un mensaje para aquellos deportistas que puedan estar atravesando algo similar: «Se habla cada vez más de la salud mental y se intenta normalizar, pero creo que la gente no le da la importancia que realmente tiene. En el deporte primamos que un jugador esté bien físicamente, pero si la mente no está, el resto, tampoco». Y concluye: «Es superimportante escucharse a uno mismo y saber pedir ayuda a tiempo. Todos deberíamos acudir al psicólogo porque, aunque pensemos que estamos bien, siempre es necesario».
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