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Una conjunción de personas, talento, ideas y personalidades en un mismo espacio y tiempo permitió una de las situaciones más singulares de la historia del deporte en Málaga y también a nivel nacional. Esta semana se han cumplido los 30 años del ascenso del Mayoral ... Maristas a la Liga ACB. Tres décadas son un mundo y buena parte de los aficionados al baloncesto de la actualidad tienen pocas referencias de lo que sucedió entonces; de hecho, los habrá que no tengan ni idea. Son treinta años, muchos. El resumen es simple: un equipo de colegio acaba jugando en la élite junto a los mejores clubes de Europa. Es tan fácil resumirlo como complejo analizar lo que hubo detrás de la explosión de ideas e ilusión que lo hicieron posible. El hecho clave, o mejor dicho, el culmen del proyecto tuvo lugar en Sevilla. El 4 de mayo de 1988 el Mayoral Maristas conseguía el ascenso a la liga ACB tras superar en un 'play-off' al Caja San Fernando de Sevilla. El ascenso fue posible al ocupar el equipo colegial la cuarta plaza de la Primera B y beneficiarse de la ampliación de la ACB, prevista para la temporada siguiente, que haría que pasara a tener 24 equipos y que subieran ocho clubes de Primera B.
La gesta colocó al equipo del colegio de la calle Victoria en boca de todos en un momento en el que el baloncesto levantaba pasiones, mientras el foco se alejaba del Caja de Ronda, el equipo poderoso de la ciudad. Como en muchas situaciones de la vida, el débil, el pequeño, el modesto siempre genera más simpatías. Ocurrió entonces entre el Caja de Ronda y el Mayoral Maristas y dio pie a una rivalidad deportiva todavía viva hoy en el recuerdo de los más veteranos. Luego, en 1992, los dos acabarían siendo uno para llegar al actual Unicaja.
¿Cómo fue posible que un equipo de colegio alcanzase la Liga ACB en cinco años? Para explicarlo habría que remontarse a los orígenes. Todo proyecto se sustenta sobre una idea y la de aquel Maristas era la de una apuesta decidida por un estilo de juego, trabajo y creencia en los valores de la cantera, que entonces eran los jóvenes del colegio con algún refuerzo de fuera o descartes del Caja de Ronda. Javier Imbroda llegó de Melilla reclutado por Damián Caneda, entonces presidente del club. Acababa de ganar el Campeonato de Andalucía al Maristas con La Salle, precisamente a Pedro Ramírez, que sería su ayudante en el primer equipo y compañero de viaje en el camino hacia la élite.
La primera temporada fue negativa, e incluso descendieron. «Nos encontramos un equipo que no estaba hecho para lo que nosotros queríamos. La directiva pudo echarnos, pero apostó por nosotros. El mensaje que les transmití es que debíamos empezar de cero, centrarnos en la cantera. Conseguimos transmitir a los jóvenes la mentalidad y la ilusión de que nada era imposible. Esa palabra no figura en mi diccionario. El entrenador no puede meter canastas o salir a la pista a defender, pero sí debe dar los medios y las herramientas para conseguirlo. Un equipo unido en la misma dirección consigue objetivos que parecen inalcanzables», recuerda Javier Imbroda, luego entrenador del Caja de Ronda, Real Madrid, Sevilla, de la selección nacional y ahora candidato a presidir la Liga ACB.
El Mayoral logró el ascenso con un grupo de jugadores formados en su cantera, pero no fue fácil. En esa época se produjo una momentánea fusión de los equipos inferiores de Maristas y el Caja de Ronda. «Aquello fue temporal y cuando acabó, los buenos se nos fueron», cuenta Pedro Ramírez. «Entonces ahí empezamos ya a trabajar con una generación fantástica con gente como Nacho Rodríguez, Achi Castillo, Miguel Ángel Cabral, Alfonso León y también Paco Aurioles. Ganaron todas las competiciones en una época en los que los partidos de cantera tenían un ambiente increíble. Aquel descenso a Segunda nos vino bien porque pudimos incorporar a José Pedro García, Juan Miñana, Jesús Peña, Manolo Maldonado o Enrique Fernández, que empezó de pívot y acabó siendo un triplista fantástico. El tío era muy guapo y en aquella época tenía locas a todas las niñas de Málaga», recuerda con nostalgia Ramírez.
El Maristas se reinventó en Segunda División, logró regresar a Primera y generaba mucho interés fuera de Málaga. Comenzó el crecimiento, apuntalado de forma importante con la llegada de Mike Smith, reclutado por Jacinto Castillo, entonces director deportivo y presidente de la sección de baloncesto. «Hacíamos un juego muy agresivo con mucha presión en todo el campo, sin egoísmos. Teníamos a Ray y Mike, que se implicaron y se entrenaban como cabrones. Cuando íbamos fuera Aíto venía a vernos con su gente del Joventut, también Clifford Luyk. La llegada de Mike por David Cooke, sancionado por pelearse con Wenceslao Perdomo, fue clave. El tío era buenísimo. Esperábamos a un tipo de 2,03 y apareció un tío endeble que no dudo que pasase del 1,95, con la gorra para atrás y un poco pasota, pero era la leche. En el primer partido en Valencia llevábamos 24 puntos y él había metido 20... Era un buen tío, pero muy peculiar. Lo tenía todo para haber sido el mejor jugador de la ACB durante años», recalca Pedro Ramírez.
La mentalidad antes apuntada por Imbroda caló por completo en el grupo que se conformó desde Segunda y en el que destacaba un joven Paco Aurioles, ahora director técnico de la cantera del Unicaja, entrenador del equipo júnior y asistente de Sergio Scariolo en la selección. «Nos insistían en que si nos sacrificábamos, conseguiríamos cualquier cosa, que iríamos al paraíso (risas). Pero nosotros les hacíamos caso porque los respetábamos. Javier se codeaba ya con gente impotante de los banquillos y Jacinto nos contaba cosas fantásticas de la Liga ACB, y nos la ponía como si fuese la NBA. Éramos como un grupo de soldados liderados por dos extraterrestres como Mike y Ray. Generábamos mucha expectación. Cuando jugábamos fuera, la gente venía antes de que empezasen los partidos para ver los mates que los dos se hacían en la rueda de calentamientos. Espectacular», afirma Paco Aurioles.
Cubiertas las patas deportivas y motivacionales del proyecto, todavía quedaban dos: la institucional y la económica. La primera llegó con el respaldo total del hermano Julián Sanz, director del colegio Maristas, que salvó las reticencias de la congregación para respaldar totalmente el proyecto. Hombre serio y exigente profesor de inglés, fue clave en el crecimiento del equipo de baloncesto, pero también del balonmano con el histórico Puleva Maristas. «Su ilusión, trabajo y fe en lo que hacíamos fueron los catalizadores del éxito. Yo era uno más. La gesta del ascenso fue el conseguir hacer realidad la ilusión de un grupo concreto de personas, que con recursos limitados, pero con valentía, descaro y mucho trabajo desinteresado, hicieron vibrar a una afición fiel, al convertir en real un deseo común», comenta desde Sudamérica, donde ahora trabaja y atendió a este periódico.
Y, por último, el impulso definitivo para Maristas llegó de la mano de empresario Rafael Domínguez de Gor, propietario de Mayoral, la empresa más importante de Málaga y que ahora ultima su nuevo centro logístico en lo que era la antigua Intelhorce con una inversión de más de 70 millones de euros. Si Paco Aurioles calificó antes a Imbroda y Pedro Ramírez de adelantados a su tiempo, De Gor sería un adelantado probablemente a este siglo. Colocó al club en la rampa de salida hacia la Liga ACB. «Cuando llegó todos nos dimos cuenta de que podíamos conseguirlo. Lo cambió todo», recalca Pedro Ramírez. Claves fueron sus gestiones, según se explica por los implicados en el proceso, para convencer a la Liga de que Maristas debía ser incluido en la competición, como destaca Jacinto Castillo. «Acudimos a él buscando 200.000 pesetas o algo así. Nos dejó hablar y cuando terminamos nos dijo: 'Yo las cosas no las hago a medias. ¿Cuánto es todo vuestro presupuesto?' Y nos dio 25 millones. El hermano Julián y yo salimos de allí que no nos lo podíamos creer, aunque nuestra preocupación era ver cómo se lo decíamos a Ecoahorro, que era el patrocinador entonces. Rafael se implicó al máximo en el proyecto. El ascenso y lo que vino después no habrían sido posibles sin él».
Y aquel proceso que comenzó en Segunda desde la nada con un puñado de jóvenes ilusionados culminó el 4 de mayo de 1988. El Maristas ganaba al Caja San Fernando 76-92 y confirmaba su presencia en la élite. Mike (31) y Ray Smith (39) lograron casi tantos puntos como el rival.
Y de ahí a la gloria. El proyecto se sostuvo cuatro temporadas, pero las exigencias de la élite pesaron demasiado. Las deudas devoraban al club y el Unicaja absorbió al Maristas. Se juntaron lo mejor de dos historias que han situado a Málaga como referencia del baloncesto nacional. Todo fue diferente desde aquel cuatro de mayo.
El ascenso de Maristas a la élite y posterior presencia en la Liga ACB dejó un hito deportivo irrepetible. En aquel proceso intervinieron muchos jugadores y directivos que luego han tenido una destacada trayectoria; es decir, que lo que sucedió no fue casualidad. Hay algunos ejemplos destacados como el de Juanma Rodríguez, jugador entonces y luego director deportivo del Unicaja durante décadas y ahora director de Deporte y Juventud de la Diputación. Javier Imbroda fue seleccionador nacional y ahora puede convertirse en presidente de la ACB. Paco Aurioles fue jugador en la ACB, también entrenador, actualmente es director técnico de la cantera del Unicaja y ayudante de Scariolo en la selección. El presidente del Unicaja, Eduardo García, estaba en la directiva de aquel Mayoral Maristas, en el que despuntaba un joven Nacho Rodríguez, con una brillante trayectoria como jugador, en su día responsable de Deporte de la Junta de Andalucía y ahora máximo dirigente de la sección de baloncesto del Barcelona.
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