![Una lección de Campazzo y Tavares apabulla al Valencia](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202002/15/media/madnril-k4JD-U100168723173CEB-1248x770@RC.jpeg)
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La Copa del Rey más igualada del siglo, la que dejó en la cuneta en cuartos de final a tres de los cabezas de serie del sorteo, la de los partidos de desarrollo ajustado, tuvo ayer su primer capítulo carente de emoción. Fue uno de esos encuentros sobrados de minutos de la basura y que no terminan de hacer afición. El Real Madrid –o más bien Campazzo y Tavares– se merendó al Valencia, quizás el equipo que llegaba más en forma, en una exhibición de músculo. No hubo partido. La constelación de estrellas blancas apabulló por momentos a un rival de Euroliga, un conjunto que se supo reponer de un pésimo arranque este curso (0-5 en Europa, 3-5 en la Liga), inmerso en un proyecto faraónico que auspicia su presidente, Juan Roig, y que llegaba a Málaga de dulce, como demostró ante el Barcelona el viernes.
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Pero el Real Madrid subió algún piñón más respecto a lo ofrecido el viernes ante el Bilbao. La exuberancia de Tavares hizo sufrir de lo lindo a Dubjlevic, pero es que el Valencia nunca terminó de encontrarse como equipo. Anclado en unos paupérrimos 20 puntos al descanso, con desventajas de hasta quince puntos en el segundo cuarto (28-13) en un partido que ya arrancó con un parcial premonitorio de 9-0. Conducido por un gran Campazzo (acabó con nueve asistencias y 31 de valoración), hubo una ovación atronadora desde todos los puntos de la grada a los minutos de un histórico del torneo como Felipe Reyes en sus minutos de contribución en la cancha.
Quedaba por comprobar en el segundo tiempo si una posible pérdida de tensión de los blancos les metía en ciertos problemas en el partido. El intercambio de canastas en que entró el encuentro tampoco perjudicó al Real Madrid, que se situó con veinticinco arriba en un periquete (62-37), que ni siquiera fue la máxima del partido, que se fue hasta 30 (83-53).
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La grada entendió la entidad de la exhibición de recursos blancos, con un 62% en tiros de dos, catorce rebotes más que su rival y acabando casi con el doble de valoración, 113-65. Se apreció en detalles como la ovación a Campazzo cuando se sentó. Al tiempo que Laso se esforzaba por mantener la tensión en los tiempos muertos, la diferencia en el marcador crecía en progresión aritmética sin el menor atisbo de reacción 'taronja'. La paliza no tuvo paliativos.
Al final el Real Madrid alcanza sin sufrir (en esta Copa nunca ha ido perdiendo de más de cuatro) su décima final en las últimas once ediciones del torneo, aunque no lo gana desde 2017, precisamente en una final que decidió in extremis Llull ante el Valencia.
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