La vida se compone de decisiones más o menos importantes en momentos puntuales. El joven paleño José Rodríguez (23 años, 1,88 metros) ya ha tenido que tomar varias cruciales. En febrero aparcó el proyecto del Basket 4Life para cursar un Máster de ... Automática y Robótica en la Universidad Politécnica de Madrid, donde de forma brillante ha logrado una de las dos becas que ofrece el prestigioso CERN (Centro Europeo para la Investigación Nuclear) para trabajar en sus instalaciones, en un punto fronterizo entre Francia y Suiza, desde julio.
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«La verdad es que no me lo esperaba. Me han escogido entre los sesenta estudiantes de mi máster y es una oportunidad muy buena«, admite el proyecto de jugador de baloncesto ahora convertido en un ingeniero muy prometedor, que explicó cómo fue la selección: »Había que entregar el curriculum, las notas y una carta de motivación«. La realidad es que ha aparcado el baloncesto, en una decisión bien entendida por sus compañeros, que hasta bromean con él: «Ahora me dicen que voy a poner el dinero en el futuro para el equipo...».
La historia de José Rodríguez es la de un excanterano del Unicaja que no logró abrirse paso en el baloncesto profesional. Uno más, porque al final la exigente criba que ha superado, por ejemplo, para acceder al CERN, es la misma que se da en el mundo del deporte de alto nivel. El escolta, en una familia muy ligada al baloncesto, comenzó en el CB El Palo desde muy pequeño y permaneció hasta el segundo año de infantil. A los 12, ya de cadete, se marchó a Los Guindos, donde permaneció cuatro años. Llegó a jugar en la LEB Plata y a entrenarse con el equipo cuando militaba en LEB Oro con el desaparecido Clínicas Rincón, que ejercía de filial del Unicaja, pero no continuó su progresión y se acabó yendo al Novaschool, en la Liga EBA. «Entonces me enfoqué más a los estudios que a un baloncesto profesional –reconoce–. Estuve otro año en El Palo sénior, en el Basket 4Life y en el Mijas (en la EBA) antes de regresar de nuevo al Basket 4 Life.
En su aprendizaje Rodríguez llegó a coincidir con el ya consagrado en la NBA Domantas Sabonis y también con una camada de jugadores entre los que ahora hay varios en la LEB Oro o Plata como Ignacio Rosa (Peñas Huesca), Víctor Aguilar (Albacete) y Manuel Vázquez (Navarra). Incluso se entrenó con Alberto Díaz, algo más mayor.
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«En febrero me fui a Madrid. Sigo pendiente del equipo, y si en algún momento vuelvo un fin de semana podría jugar o entrenarme», admite, pero su cabeza ahora está en su incipiente trayectoria como ingeniero. Rodríguez, estudiante del colegio Platero y de bachillerato en el Instituto de El Palo, cursó la rama de Ciencias y Tecnología. «No sabía qué carrera hacer en principio, aunque me gustaban Matemáticas e Ingeniería. Al final me decanté por el grado de Ingeniería Electrónica, Robótica y Megatrónica, que empezó a ser impartido en la Universidad de Málaga en 2011 y sólo se oferta ahí y en Sevilla en toda España. «Empezamos sesenta y nos graduamos en junio unos cuarenta. La nota de corte era muy alta», recuerda. Y ahora, en pleno Máster en Madrid, que acabará antes del verano, ya piensa en la experiencia en el CERN, un gran laboratorio de investigación creado en 1954 fruto de un consorcio europeo ya de 22 países y del que España no fue fundador, pero al que se sumó años después. «Conozco a dos españoles becados del año pasado. A uno le han extendido el contrato. Mi misión será controlar un robot a través de realidad virtual. Realmente, todavía no me han precisado más, pero tener un contrato en el futuro estaría muy bien, aunque estoy abierto a todas las posibilidades. En todo caso, es algo que me va a dar mucho a nivel de currículum».
En el CERN, con investigadores que han sido reconocidos ya con el Premio Nobel, hay muchas ramas fundamentales de investigación, desde la física, con los aceleradores de partículas robóticas, a la química. Con perspectiva Rodríguez admite que no le sorprende la evolución de su formación: «Desde chico siempre se me dieron bien las matemáticas, Jugaba muchos a los legos, y me gustaba crear y manipular cosas. Siempre me ha interesado la ciencia y la tecnología.
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Ahora el malagueño agradece la formación recibida en el pasado de profesores como Carlos Guevara o Cristina Drapper junto a la escuela de vida de las canchas. «El baloncesto me ha aportado mucho. Saber sacrificarme con la dieta y los entrenamientos, renunciar a muchas cosas con los amigos y conocer a mucha gente que me ha marcado en mi vida. Me ha hecho aprender a cómo quiero ser en mi día a día«, valora, y admite que no estaba especialmente dotado para el deporte de la canasta: »Soy una persona que cree que lo ha conseguido ha sido a base de trabajo, de esforzarme por mi mismo. No tengo un talento especial y he conocido a otros que sí. He ido mejorando a base de mi esfuerzo y trabajo, pero quizás habría sido difícil desarrollar una carrera profesional. No tengo remordimientos. Lo que decidí fue de la forma correcta«.
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