«Además de vivir la violencia tenemos que decir los nombres como si ellos no los supieran. En la mayoría de las situaciones de abuso había otro hombre que lo sabía y no ha dicho nada, que ha visto cómo en un camerino entraba una ... menor de edad, que a una habitación de hotel subía una mujer borracha. Que empiece ese pavo». De esta manera la cantante Zahara quiere despejar el exceso de responsabilidad y de presión que se deposita sobre las mujeres, sobre las víctimas, para que denuncien y señalen a quienes las han agredido. Si ha habido un #MeToo («yo también») de denuncia de agresiones sexuales y abusos de poder en la industria del cine, si tiene que haber otro movimiento de similares características en la música, hay técnicos de sonido, managers... que son conocedores de lo que sucedía, denunció la artista. «El primer paso es reconocerlo y decir lo siento», animó. También, agregó, asumir que igual el momento en que sucedió era 2010 y que era un «fallo sistémico» y que entonces no se tenían «las herramientas» de análisis de las que ahora se dispone para reconocer y diagnosticar el abuso, que no había consentimiento, porque había ciertas prácticas que se consideraban aceptables. «Entiendo que hace unas décadas se permitieran cosas que se habían normalizado, pero que sigan sucediendo hoy que el consentimiento está bastante entendido...», añadió. «Todas las mujeres en el mundo de la música tienen una historia como mínimo; de hecho, la que tiene suerte sólo tiene una», abundó Zahara, en conversación con Alberto Gómez, redactor jefe de este diario codirector del Aula de Cultura de SUR, una serie de encuentros culturales que organiza este periódico y que patrocinan Cerveza Victoria y Fundación Unicaja.
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En una desenfadada pero no menos profunda disección de la sociedad patriarcal que efectuó ante el público congregado en el salón de actos de Fundación Unicaja, en la Plaza de la Marina de Málaga, Zahara habló también de la ligereza con la que se anima a las mujeres a denunciar las agresiones y con la que también se les afea el momento en que lo hacen si éste dista mucho de los hechos, como ha sucedido recientemente con el caso del director Carlos Vermut al que media docena de mujeres han acusado de prácticas abusivas en sus relaciones. «Cuando nunca has tenido que denunciar piensas que si no se hace es porque no se quiere. Pero hay gente que ni siquiera denuncia un robo por lo aburrido que es el trámite. Y en este caso lo que sucede es que las víctimas a veces sólo reconocen que han sufrido violencia al cabo de treinta años. Llegas a esa conclusión al cabo de un trabajo. Y entonces te tienes que enfrentar a la pregunta del 'por qué ahora'; eso es fascismo emocional», enfatizó, para a continuación insistir en que «a las mujeres lo que menos nos interesa es denunciar, lo que queremos es que pare la violencia».
La misma Zahara fue víctima de abusos sexuales en la niñez y también ha vivido experiencias de maltrato dentro de la pareja. Y confesó, como muchas mujeres que han vivido experiencias similares, que tiene la culpa como «un tatuaje»: «Yo estoy tatuada hasta las cejas de culpa. Este tatuaje está conmigo, sé de dónde viene, puedo vivir con él, pero no me lo puedo quitar con láser. Entiendo que no era mi culpa, pero para mí ya es tarde, aunque he aprendido a quererme». Y no sólo a eso: ahora tiene un radar extremadamente sensible: «Cuando siento las presiones ajenas que me violentan, las veo muy claras, me sacuden el cuerpo; inmediatamente el cuerpo me alerta. Bendito cuerpo, que me advierte. He aprendido. Y elijo personas que me respetan, que me tratan con educación, con las que dialogo los conflictos». Pero insistió: «Lo que he vivido no se borra, es una losa que arrastro, aunque he aprendido a ponerle unos ruedines».
Se siente privilegiada, porque pudo contar con una ayuda psicológica durante un año y medio que le ha ayudado a transitar por sus traumas. Y la pandemia reconoce que fue un acelerador de su proceso de curación, de ponerse a ella misma en el centro de su vida, porque no había actos sociales, no tenía la necesidad de agradar (ese mandato para las mujeres, dijo, el de agradar siempre) y se permitió decir muchas veces que no. Cambió el patrón de las personas complacientes.
Y también creó canciones, un disco, 'Puta', en el que denuncia las violencias machistas: «Este disco no lo escribo ni para nadie ni para nada. Estoy en ese punto de que voy a reventar y empiezo a escribir sobre ello compulsivamente, sobre las violencias que vivo. Y empiezo a sentir cierto bienestar escribiéndolo, cierta calma, porque son canciones y eso significa que lo voy a compartir, se va a hablar de ello y así puedo hablarlo con mis padres. Vomito las canciones. Es algo salvaje que me atraviesa. Lo hago desde el más sincero egoísmo. No nos han enseñado a ser egoístas a las mujeres. Hago este disco para salvarme mi culo».
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A partir de ahí, con ese título en la portada y su imagen vestida de virgen con que denunciaba las violencias machistas, se desató una campaña de acoso contra ella con censuras y amenazas. «Lo que me frustró es que no estaban ofendidos porque me estuvieran llamando puta desde los doce años, sino por algo que se imaginaban, por una interpretación que hacían a la portada de mi disco», insistió.
Y aunque ella no escribió ese disco para nada, sí reconoce que a ella le hubiera ayudado haber contado con referentes: cuando sufrió abusos de niña dice que pensaba que era la única a la que le sucedía y sentía que tenía la culpa. «Lo sufres con vergüenza y culpa. No había un contexto social en que se denunciara», afirmó. Y unos años después, cuando tuvo sus primeras relaciones, compartía su experiencia con sus amigas, que se desahogaban entre ellas, pero considerando que «todas las parejas tienen problemas» y que el maltrato y el abuso era lo normal. En ese momento, dice: «Me reconfortaba pensar que no estaba sola, pero no me llevaba a hacer nada; sólo a comprenderlo o a justificarlo», abundó.
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Zahara se moja. Defiende un género pop con mensaje político que se meta como un caballo de troya en las casas para remover conciencias. Pero también deja claro que los artistas no son personas a quienes haya que presionar para que tengan una opinión sobre todas las cosas.
La cantante y compositora también contó ante el auditorio congregado por SUR, Cerveza Victoria y Fundación Unicaja que acaba de componer y preproducir su siguiente disco. «Ha sido un viaje maravilloso. Queda toda la parte de producción fina. Ahora hay que darle mogollón de cariño, porque es el proceso más largo, para todo lo que queda de año. 'Puta' fue un disco de sufrimiento, de escarbar y éste ha sido de descubrir, de luz, de felicidad», explicó.
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