Secciones
Servicios
Destacamos
Soy feliz en el extranjero. Me gusta pasear por calles desconocidas rodeado de personas anónimas que pasan a mi lado y desaparecen para probablemente no volver a cruzarnos jamás. Cuando estoy fuera la atracción de lo nuevo se convierte en una experiencia permanente. A veces ... me planteo sacar solo el billete de ida con el propósito de no volver. Salir de casa y encerrar bajo llave el pasado. Vivir siempre en tránsito como un nómada. Hace años intenté hacerlo, saqué un billete de avión y me despedí del círculo más íntimo sin revelar la decisión que había tomado. Cuando me preguntaron adónde iba, respondí que hacía escala en Estambul y después ya vería.
En aquella época no existía el teléfono móvil y los viajes eran tranquilos, silenciosos y sin interrupciones. Entonces el viajero disponía de tiempo para recrearse en el mundo que acababa de descubrir. Me levantaba por las mañanas sin tener ningún itinerario previsto, se trataba precisamente de eso, de improvisar. Me dejaba llevar por la inercia de los días. El destino estaba en manos del azar. En realidad es así como vivimos, nunca se sabe a ciencia cierta que será de nosotros dentro de un segundo. El futuro nunca llega. El caso es que estuve siete meses viajando hasta que regresé al punto de partida por motivos personales que guardaban relación con el viaje interior que siempre nos acompaña. No es fácil renunciar a la vida que dejamos atrás. Al abrir la puerta de casa tuve la grata sensación de comprobar que los muebles y los objetos de las habitaciones se alegraban de verme y yo también agradecía reencontrarme con el espacio confortable que había ido creando a lo largo de los años. Sin embargo, echaba de menos las habitaciones de hotel, los lugares que había descubierto y las sorpresas que a diario surgen durante el trayecto.
A la vuelta de aquel viaje descubrí que el tiempo del viajero es mucho más lento que el tiempo de quienes andan absorbidos por el vertiginoso sumidero de la vida cotidiana. Los que viajan multiplican el tiempo, los que se quedan lo simplifican. La rutina se encarga de devorar el presente inmediato. Por eso viajo todos los días aunque lo haga sin moverme de casa. La imaginación no conoce fronteras. Como dije al principio, soy feliz en el extranjero. Cada día al salir de casa tengo la conciencia de que doy el primer paso hacia un nuevo destino. Me atrae lo distinto, aquello capaz de sorprendernos positivamente, la belleza que eclipsa el pensamiento. Ahora preparo el equipaje, lo dejo casi todo en casa y me llevo lo imprescindible. Como si el extranjero fuera una segunda residencia. Piso la calle y me pregunto adónde voy. Sonrío como un niño que pone nombres al mapa mudo. El mundo se extiende plácido a mis pies.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.